En un artículo de 2006 sobre Israel y la doctrina de la proporcionalidad, Lionel Beehner, del Consejo de Relaciones Exteriores, explicaba que aplicar el test de la "proporcionalidad" a las operaciones militares de Israel puede ser un ejercicio truculento. De acuerdo con la doctrina (surgida de las convenciones de La Haya de 1907), "un estado tiene legalmente derecho a defenderse unilateralmente y reparar el daño siempre que la respuesta sea proporcional al daño sufrido. La respuesta también debe ser inmediata y necesaria, abstenerse de tener objetivos civiles y requerir sólo la fuerza suficiente para restaurar el statu quo anterior."
Tzipi Livni, ministra de Exteriores israelí.
Cuando Beehner escribió esta reseña, las fuerzas israelíes estaban bombardeando el Líbano en respuesta al secuestro de dos soldados y al posterior bombardeo con cohetes de dos ciudades Israelíes. Ahora, tres años después, la cuestión de la proporcionalidad está siendo discutida otra vez, especialmente por los que se oponen a las acciones de Israel contra el gobierno de Hamás en Gaza. "En sus esfuerzos por impedir que los cohetes caseros sigan molestando a los habitantes de algunas de sus ciudades del sur", escribe el profesor palestino Daoud Kuttab en el Washington Post, Israel reaccionó con "ataques desproporcionados y mano muy dura". Es decir, que "molestar" no es suficiente para justificar ataques aéreos.
Pero para Israel, el bombardeo diario de civiles con cohetes (caseros o no, los sucesos de los últimos días han probado que son capaces de matar) ha sido mucho más que molestar. Y los líderes israelíes declararán que la respuesta está lejos de ser desproporcionada. "Nuestro objetivo no es reocupar la Franja de Gaza", ha dicho la Ministra de Asuntos Exteriores israelí Tzipi Livni. Cuando le preguntaron si Israel se había propuesto derrocar a los gobernantes de Hamás, respondió: "Ahora no". Si reinstaurar el statu quo anterior es la prueba de la proporcionalidad, entonces Israel lo sobrepasa con creces. Todo lo que quiere hacer (como explicó el Primer Ministro Ehud Olmert) es "mejorar la realidad de la seguridad de los habitantes del sur de una manera exhaustiva". Un objetivo modesto para un primer ministro que prometió hace dos años, durante la guerra del Líbano, "operar con todas nuestras fuerzas hasta que tomemos el control y terminemos con los radicales, terroristas y elementos violentos".
Por supuesto, Olmert puede estar tirándose un farol. Quizá su verdadero objetivo sea erradicar a Hamás, política que apoyan algunos de los miembros de su gabinete.
Hoy, la guerra del Líbano de Olmert no se ve como un gran éxito. Cuanto más ambicioso es el líder, mayores son sus posibilidades de fracaso. Y Olmert fue demasiado ambicioso en 2006, pero hoy en día se muestra más bien sobrio. Así que cuando Jackson Diehl del Washington Post escribió que "Olmert calculó muy mal al lanzar en 2006 la ofensiva contra el Hezbolá (y probablemente esté cometiendo el mismo error en Gaza)", fue el único que estaba haciendo una suposición cuestionable. Suponía que el éxito de Olmert se mediría por la habilidad de Hamás de mantener su poder: "Hamás controlará aún, casi seguro, Gaza y mantendrá la capacidad para golpear a Israel cuando en pocos meses Olmert deje el despacho". Pero el presidente israelí nunca prometió a su país que desmantelaría el mandato de la organización islámica.
Por supuesto, Olmert puede estar tirándose un farol. Quizá su verdadero objetivo sea erradicar a Hamás, política que apoyan algunos de los miembros de su gabinete. Aún así, todavía sería capaz de declarar que todo lo que Israel estaba intentando conseguir era una vuelta al statu quo anterior. Y es que el concepto 'anterior' requiere también una definición más clara: ¿se refiere a justo antes de la Guerra del Líbano o a los días anteriores a que Hamás se hiciese con el control de la Franja de Gaza (una acción que fue descrita como un "golpe", no por Israel, sino por el Presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas)?
Sin embargo, no hay razón para pensar que Olmert no esté diciendo la verdad. El hecho de que Hamás posiblemente "aún controle Gaza" después de que la operación termine es irrelevante para sus objetivos. Si Olmert quiere dejar su cargo en marzo con algún balance de éxito, tiene que asegurarse de que los israelíes (y el resto del mundo) lo entiendan. El problema es que aclarar los objetivos puede minar las posibilidades de éxito: una de las herramientas de Israel contra Hamás es la sutil amenaza de que derrocará a su gobierno si no se aviene a algún tipo de acuerdo. Comenzar la batalla prometiendo a los líderes del otro lado que su posición es segura, puede no ser aconsejable.
El fracaso de Israel en El Líbano fue claro hasta la exasperación, pero el fracaso de la comunidad internacional al no proponer soluciones mejores no es menos problemático. Las resoluciones del Consejo de Seguridad fueron mal aplicadas y las fuerzas internacionales que fueron enviadas para ejecutarlas han fracasado en sus objetivos. ("[Aquí] no habrá armas sin el consentimiento del gobierno del Líbano y tampoco ninguna autoridad que no sea la del gobierno del Líbano"). Fracasos similares de la comunidad internacional, condujeron a Israel a la decisión de ir a la guerra contra Hamás en Gaza. Los egipcios y otros mediadores no han podido persuadir a la organización islámica de que deje de bombardear a Israel. Los que ayudan a la Autoridad Palestina no han conseguido evitar que Hamás se hiciera con el control de Gaza. Tampoco consiguieron dar con una estrategia para apaciguar a este grupo después de que tomase el control ni ayudar a la Autoridad a retomar el poder en el territorio. Quejarse de los fracasos de Israel es fácil, proponer alternativas es más difícil (excepto para aquéllos que piensan que Israel debería acostumbrarse simplemente a vivir bajo el fuego de los cohetes).
¿Cómo medimos la proporcionalidad? Por cada cohete lanzado sobre una ciudad israelí, ¿debería responder Israel lanzando un cohete similar?
Ningún ser humano razonable y moderadamente compasivo podría ignorar el sufrimiento de los habitantes de Gaza ante los ataques israelíes. Pero ésa es la naturaleza truculenta de las guerras modernas: ¿Cómo medimos la proporcionalidad sin reducirla a un imposible ojo por ojo? (¿Cómo iba a funcionar? Por cada cohete lanzado sobre una ciudad israelí, ¿debería responder Israel lanzando un cohete similar? Y aún así, ¿cómo se podría alcanzar la proporcionalidad sin asegurarnos de que los palestinos en Gaza tienen los mismos sistemas de alarma y refugios de efectividad comparable?) ¿Cómo medir el "éxito" en una situación donde ninguna de las partes parece poder acabar realmente con una situación volátil?
El resultado de una campaña militar que aún está en sus primeras etapas ayudará a los observadores a decidir si la operación fue un movimiento acertado por parte de Israel. El resultado de las negociaciones que lleguen cuando finalice la operación (los términos bajo los que se consiga un nuevo alto al fuego) determinará también si la guerra de Gaza fue un éxito. Pero, sobre todo, son las expectativas de las partes involucradas las que dictarán la manera en que será percibida esta ronda de violencia por los israelíes, los palestinos y el resto del mundo. Cualquiera que espere que éste sea el último asalto es un iluso. Cualquiera que espere que los días del dominio de Hamás en Gaza estén contados no es realista. Sólo aquéllos que piensen que la organización islámica aprenderá una lección que quizá la haga menos propensa a permitir el bombardeo de ciudadanos israelíes (manteniendo su poder y su habilidad para causar problemas cuando lo elija) pueden tener razón. El tiempo lo dirá.
Éste es el resultado que Israel llamará una "victoria". Pero también lo harán sus contrincantes.
*Artículo originalmente publicado en el medio digital estadounidense Slate
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