Israel–Hamás: existen otras vías aparte de la violencia

Es de buen tono, para los diplomáticos, llamar a los israelíes y palestinos a la 'moderación' y condenar a la vez los ataques aéreos de Israel y los lanza-cohetes de Hamas. Sin ser diplomático, puedo intentar ir un poco más allá.

ALI ALI (EFE)

Un familiar traslada el cuerpo de una niña de cuatro años durante su funeral en el campo de refugiados de Yabalia.

En primer lugar una constatación: la jornada del 27 de diciembre ha sido la más mortífera, entre israelíes y palestinos, desde 1967, es decir, desde la ocupación por Israel de los territorios palestinos de Cisjordania y de Gaza. En otras palabras, no se trata de una peripecia más en la larga y sangrienta historia entre estos dos pueblos.

Se trata de una elección estratégica tomada por un extraño grupo: un primer ministro dimisionario (Ehud Olmert), a la espera de ser procesado por corrupción; una ministra de Asuntos Externos (Tzipi Livni) que parte ya derrotada a las elecciones legislativas de febrero y que debe demostrar que vale; un ministro de Defensa (Ehud Barak) que ha perdido su oportunidad histórica de sellar la paz y que se encuentra en ese puesto por casualidad, a raíz de la explosión durante un vuelo de su predecesor durante la invasión del Líbano en 2006.

Por estas razones de inmensa fragilidad interna, Israel habría podido evitar caer en la trampa de Gaza, de infligirse e infligir a los palestinos esta guerra en la que ni un solo estratega israelí se hace la menor ilusión respecto a sus posibilidades de éxito (si por éxito entendemos el objetivo de eliminar o al menos socavar la influencia y la capacidad de hacer daño de Hamás).

Es cierto que estaban esos malditos cohetes sobre Israel, con mortífera regularidad, que hacían imposible reconducir la tregua e imponían una reacción antes de las elecciones de febrero. Pero, ¿no han servido simplemente de cebo para llevar a Israel a una batalla de la que los islamistas sabrán sacar provecho?

Respecto a Hamás, Israel ha entendido todo al revés

Si retrocedemos un poco para mirar, podemos preguntarnos por qué los israelíes y los países que los apoyan han entendido al revés el movimiento islamista palestino.

JIM HOLLANDER (EFE)

Soldados israelíes preparan sus tanques cerca de la frontera con la franja de Gaza.

La historia no comenzó con los cohetes de Hamás. Los israelíes, inicialmente, vieron con buenos ojos la aparición de Hamás, para hacer oposición a la OLP de Yasser Arafat. Antes de darse cuenta de que se trataba de un enemigo implacable, muy estructurado y que ganaba influencia por la doble acción de sus obras sociales y de sus kamikazes. Una paz equitativa habría permitido, sin duda, limitar a Hamas al papel de oposición marginal. Se demostró que esa paz era imposible.

Tras la muerte de Yasser Arafat, Hamas era más fuerte que nunca, reforzado por el fracaso de la paz de Oslo, la corrupción de la Autoridad Palestina y los repetidos reveses de Israel frente al Hezbollah libanés. En ausencia de toda solución política previsible, Hamás se llevó, naturalmente, las elecciones de enero de 2006, cogiendo a todo el mundo por sorpresa.

Desde entonces, el engranaje de la confrontación se puso en marcha. Los occidentales e Israel han aislado a Hamás y transformado Gaza en un infierno en la tierra, sometiendo a sus habitantes a lo que debe llamarse un castigo colectivo por haber votado mal. Una estrategia de muy poca vista que ha tenido como efecto reforzar la empresa de Hamás sobre los desafortunados habitantes de Gaza.

La violencia… y las otras vías

¿Se reduce la ecuación a un enfrentamiento a muerte entre dos enemigos implacables? No es tan simple… Algunos intentan salir del callejón sin salida por otras vías que no sean una violencia que sólo genera odio para las generaciones venideras.

También hemos visto al ex presidente americano Jimmy Carter afrontar las condenas e ir a Damasco en 2008, para terminar por llevar a Hamás a firmar un texto de ruptura con la postura ideológia del movimiento. Y un emisario oficioso francés, el diplomático jubilado Yves Aubin de la Messuzière, entabló un diálogo discreto con Hamás en Gaza, para comprobar las evoluciones del movimiento, en un principio animado y después desaprobado por la diplomacia francesa.

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(REUTERS)

Una mezquita destruida en Gaza tras el ataque israelí.

El 16 de diciembre, Yves Aubin de la Messuzière publicaba una tribuna en Le Monde, en la que calificaba de "pragmática" a la dirección de Hamas y llamaba a un "diálogo sin complacencias" con ella. Abogaba por una acción internacional rápida, al acercarse el fin de la tregua y, decía con razón, el riesgo del aumento de la demagogia del período electoral israelí, así como el fin del mandato de Mahmoud Abbas, el débil presidente de la Autoridad Palestina.

El resto del mundo no da señales de vida

No ha tenido el eco esperado, particularmente en París, donde el tándem Sarkozy-Kouchner ha dado una tonalidad más netamente proisraelí a la política francesa. Una iniciativa diplomática de alto nivel quizá habría permitido desactivar la crisis que acaba de estallar. Pero, ¿quién habría asumido el riesgo de disgustar a Israel? París, no, ni Washington en plena transición… Ni la ONU, largamente eclipsada. El mundo no da señales de vida cuando se gesta el problema.

El nuevo estallido de violencia aleja por un tiempo toda perspectiva de mediación. Cuando el estrépito de las armas haya cesado, dejando el problema tal y como estaba, léase agravándolo, será necesario hablar. El caso de Oriente Próximo acaba de escalar varias posiciones en la ya larga lista de prioridades que esperan a Barack Obama a partir del 20 de enero. ¿Sabrá mostrarse innovador?

Para saber más

• '¿Qué es Hamás?' (especial de El País)
• Desmontando los tópicos de Gaza (análisis de El Mundo)

* Este artículo se ha publicado originalmente en el medio digital francés Rue89.