Faltará el galego

Me lo ha hecho pasar teta, toda una vida pegado a su culo, disfrutando como un auténtico pigmeo. Allá donde pisamos, no volverá a crecer la hierba.

Tuvimos el gusto de conocernos el 4 de Octubre de 1970 en la Clínica San Ignacio de Donostia, y cuentan las más ancianas que babeó como un Mastín Pirenaico, mientras su chica me echaba al mundo hecho unos zorros, empujando como una leona. Él tenía entonces 36 tacos recién cumplidos y era un verdadero torero casta de tronío en toda regla.

Ya de chaval se echó a la espalda más nécoras, percebes y cigalas que las que zampará en vida Antonio Banderas y familia; vivido en África como el capitán Haddock; recorrido Europa a lomos de una vieja Vespa, con gafas Lawrence de Arabia y tienda de campaña; buceado en las rocas de Riazor, afiladas sus puntas como estiletes; navegado en bravas aguas del Mediterráneo o escuchado a Count Basie y su banda haciendo luminosos quiebros al mismísimo Frank Sinatra, en Covent Garden, ahí es nada, para chulo su pirulo, coge tú esta muleta si te atreves, nenaza.

Ha sido el mejor viejo del mundo, purita dinamita en la tienda Margarita, un guepardo silencioso, divertido, rabioso por tener que acostarse, ansioso de contemplar de nuevo el alba cada mañana, enérgico y acalorado en el habla, locuaz, veloz, mordaz, viajero, radiante de vida y luminoso, contrabandista a tiempo parcial, chamarilero valiente, truchimán finolis y más vivo que un buscapiés, un tipo de esos que tiran la capa al charco para que sus colegas de rompe y rasga no se mojen el botín.

Hace ya siete semanas que voló por una ventana desde la que se descuelga el Cantábrico, muchos sabrán que acá existe un lugar bien alto en el que uno puede morir besando el mar. Se esfumó como Cosimo Piovasco di Rondó, aquel Barón Rampante que vivió subido a los árboles, amó siempre la tierra y subió al cielo, oculto entre nubes.

Unos días antes de su marcha, me escuchó atento los detalles de la grabación del programa que ETB2 emitirá el próximo lunes 22 de Diciembre por la noche. Con pelos, señales y todo lujo de detalles: que compré foie gras donde Jacques, en Peyrehorade (alumbra el vídeo, a qué esperas), que visité el mercado de San Martín, supo de los racimos de uva, que reventaban en zumo, que la luz en Rioja era dorada, limpia, el aire fragante y generosa la cosecha.

Todos creen en casa que el viejo murió sin vivir la vendimia. ¡Ay, ilusos! No es verdad. Me insistió que no os lo largara hasta hoy, para que tuvierais el mejor regalo que nunca antes nadie os hizo por estas fechas. ¿Oísteis bien? Escucha vieja, Eli, las dos Tatis, Miguel, Mateo, Elena, Javi, Bolo, Gregori, Juanjo, Jaime padre e hijo, Aitor, Pablo, Cristina, Karol, Martín, Josemaria, Luismari, Juani, escuchad todos, que esto es la monda; Fernando, Julián, Daniel, todos los primos, amigos y aquellos que nos habéis acompañado: papá vio en el brillo de mis ojos los viñedos y todo el programa entero.

Los muertos sólo tienen un último recurso: nosotros, los vivos, y nuestros pensamientos son para ellos el único camino de la luz. Ellos que tanto nos enseñaron, ellos que parecen haberse desvanecido para nosotros y haber dejado a nuestra disposición todas sus posibilidades, es justo y digno que sean piadosamente acogidos en nuestra memoria y que puedan beber un sorbo de vida en nuestras palabras.

Así ocurrió.

Todo lo que soy y hago, cómo como, visto, bebo, cocino, leo, devoro, hablo, escucho, disfruto y amo, se lo debo a este pedazo de bestia parda que se zampó la vida a enormes bocados.

Hizo feliz a todos los que le conocimos y su recuerdo es tocino graso.

Viva la madre que lo parió.

Que Dios bendiga a mi madre y os ilumine a todos la barriga.

AMEN