El castigo

Una madre de Pozo Alcón (Jaén) ha sido condenada por dar una bofetada a su hijo, de 10 años, tras recriminarle por no haber hecho los deberes, a 45 días de prisión y al alejamiento durante un año y 45 días. Vivimos tiempos en los que el guantazo, de padres o maestros, ha perdido justificación y amparo como recurso pedagógico. Es más, podemos asegurar que la bofetada se ha convertido en delito. Seguro que muchos lectores no están de acuerdo y, sin llegar a ser unos monstruos, piensan que un mamporro a tiempo es una victoria.

Antena 3

Los protagonistas de 'El castigo'.

La violencia siempre es derrota. El castigo, también. Antena 3 estrenó anoche una miniserie (o TV movie) titulada precisamente 'El castigo'. Una producción al parecer basada en hechos reales que cuenta los pormenores de un programa educativo radical, especial para niñatos de familia bien con carácter conflictivo, a los que sus padres quieren dar un escarmiento. Olvídense de colegios inflexibles con alumnos internos. Hablamos de un trullo instalado en mitad del campo, una especie de granja con mazmorras putrefactas, jaulas para los más rebeldes, comida infecta y castigos brutales.

"Esto un Guantánamo para pijos", reconoce el último recluso en llegar. "Tienen que estar muy harta de mi para hacerme esto", dice una de las internas recordando a sus viejos. Entre ambos chicos hay 'feeling': "hago lo que sea si me sacas de aquí", le suplica la chica. Comienzan a diseñar la escapada.

Contemplar la primera parte (hoy se emite la segunda) de esta versión campestre y adolescente de 'Prison Break', dirigida por Daniel Calparsoro, me resultó profundamente desagradable. No por estar mal realizada o por carecer de intensidad, sino por resultar violenta, desapacible, molesta. Como telespectador, me parece simplemente incómoda, con sus réplicas de torturas militares, su ambiente cuartelario, sus nefastos actores jóvenes, sus lagunas en los diálogos, sus persecuciones con perros... No soy un blandengue: he visto la primera media hora de 'Salvad al soldado Ryan' sin pestañear. Pero en este caso nada parece justificar esa sucesión de escenas inhumanas, ese planteamiento grotesco, ese alarde de brutalidad.

¿Busca Calparsoro la mortificación del televidente? Si es así, ha realizado un trabajo magnífico. Nada de abofetear las conciencias o dar doctrina sobre la violencia o la educación. Sólo ferocidad, ensañamiento, presión y estrés. En cualquier otro caso, la serie debe considerarse como un auténtico castigo.

Un motivo para no ver la televisión.

La balada de Abu Ghraib.
Autores: Philip Gourevitch y Errol Morris.
Editorial: Debate.

No acepte imitaciones. Olvídese de series de medio pelo con pretensiones sensacionalistas e introdúzcase en el meollo del mundo carcelario por la puerta grande. Le ofrezco un viaje sin retorno al centro de retención y tortura de Abu Ghraib, el lugar donde "La ley era la ausencia de la ley", y la gente era confinada sólo "por estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado". Lea este espeluznante libro y comprenderá hasta que punto Estados Unidos maltrata los Derechos Humanos, se burla de la justicia internacional y escribe el último capítulo de la historia universal de la infamia.

El periodista Philip Gourevitch (quién ya denunció en el 94 el genocidio de Uganda) es quien realmente ha escrito este gran libro, basado en el documental de Errol Morris 'Standard Operating Procedure'. Gourevitch consigue hilvanar un inolvidable reportaje sobre la debacle made in USA en Irak, impecablemente documentado y con momentos de intensidad dramática desgarradora.

La brutalidad es aburrida. Una y otra vez, noche infernal tras noche infernal, la misma rutina estúpida, tediosa y bestial de siempre. Obligar a hombres a arrastrarse, hacerlos gemir, colgarlos de los barrotes, empujarlos, darles bofetadas, congelarlos en las duchas, hacer que corran hacia las paredes, mostrar padres esposados a sus hijos e hijos a sus padres...

Un trabajo periodístico imprescindible que desnuda la herencia de Bush, un sangriento legado de humillaciones, malos tratos y crímenes de Estado. Y finalmente, la recomendación de un texto firmado por los autores de este libro con la tristemente famosa soldado Sabrina Harman, aquella que tomó cientos de fotografías brutales en Abu Ghraib, como protagonista: