Carlotti tiene pérdidas

Conversación escuchada en una farmacia de Talavera de la Reina (Toledo).

Maurizio Carlotti.

— Buenas, quiero unas compresas.
— ¿De qué marca?
— De esas que lleva Concha Velasco...

Es la magia de la televisión. La buena señora no necesita saber que su marca favorita de protector para pérdidas leves, con neutralizante de olor, es Indasec. Le basta con recordar que lo usa Concha. Si la señora en cuestión fuese argentina, la cosa tendría su lógica. Pero siendo de Talavera de la Reina, debemos entenderlo como ejemplo perfecto de la grandeza de la publicidad.

El pasado martes Maurizio Carlotti, vicepresidente (según la web de la cadena), consejero delegado (según 'El País'), de Antena 3, también tuvo una pérdida. Pero en lugar de a la farmacia, se fue al kiosko. Y utilizó a modo de compresa el papel del diario de Prisa, tan absorbente como para publicar un texto suyo, a toda página y en la sección dedicada a opinión. "La fortaleza de la democracia anda pareja con la fortaleza de los medios de comunicación, que se funda en su propia independencia y autonomía, que deriva, a su vez, de su fortaleza económica", asegura el empresario sin ruborizarse, preocupadísimo por la democracia, la libertad de expresión y el periodismo libre.

"Seguramente alguien dirá que detrás de todo este bonito discurso está la codicia de los empresarios privados", admite un Carlotti que, puñetero, es capaz de adivinar mis pensamientos. "Que lo digan si lo piensan ¡Es la democracia, baby!", sentencia, para mi gusto un tanto sobrado.

El vicepresidente (o lo que sea) de Antena 3 está convencido de que sin publicidad no hay televisión en libertad. Y por si esta razón no fuera suficiente, se pone serio y recuerda al vulgo que la publicidad es la que nos permite ver la tele sin pagar: "Grattis et amore dei, free, gratuitamente, por la cara bonita, caído del cielo, de guagua, por nada, de rositas, vamos lo que se dice gratis, solamente se lo puede proporcionar la televisión con publicidad", escribe, de nuevo excesivamente altanero y petulante.

En algo tiene razón este empresario de discurso marcadamente izquierdista, preocupado por los ciudadanos sobre todas las cosas: "la televisión pública compite en España de modo desleal con las privadas". Sobre todo porque ofrece una programación igual de miserable. Pero Carlotti no se refiere a la calidad. El sólo quiere el trozo de tarta publicitaria de TVE, eso es todo, y carga su ira contra Viviane Reding, Comisaria Europea de la Sociedad de la Información y los Medios de Comunicación, por creer que la publicidad es una amenaza que debe ser controlada: "¿De verdad considera la señora Reding que los ciudadanos deben estar protegidos de la publicidad? ¿Es acaso la publicidad infecciosa? ¿Dañina? ¿Peligrosa? ¿Contaminante?... ¿Qué sentido tiene proteger a alguien de un regalo? De un regalo evidentemente agradecido, ya que nos pasamos de promedio más de tres horas y media al día frente al televisor".

Algún antisocial podría dar la vuelta a este discurso y pensar que los televidentes pagamos un altísimo precio por ver la televisión. Yo mismo creo que los ciudadanos debemos estar protegidos de la publicidad, por ser infecciosa, dañina, peligrosa y contaminante. Pienso que la publicidad no es un regalo, es publicidad, y nos engaña, nos incita al consumo, nos invita al despilfarro, nos manipula, atenta contra nuestra intimidad y altera nuestra capacidad de decisión. Es decir, que cuando vemos anuncios estamos pagando un precio, muy alto, altísimo, por la televisión tan repugnante que nos ofrecen.

Debo reconocer, sin embargo, que el señor de las pérdidas viene de un país que puede presumir de televisión. Italiano de Venecia, militante del Partido Comunista Italiano hasta los 90, sustituto de Lazarov y colega de Berlusconi (el presidente que emite en la RAI un 'Brokeback Mountain' capado, sin escenas de sexo homosexual), está moralmente capacitado para dar toda la doctrina que quiera. Pero no debería olvidar que en España las televisiones privadas son concesiones del Estado. Y que están obligadas a cumplir determinados niveles de calidad y servicio público. Y que en su caso concreto, si considera que los 200,3 millones de euros de beneficio neto obtenidos por Antena 3 en 2007 son insuficientes lo tiene muy fácil: puerta.

Un motivo para no ver la televisión.

Ética para todos.
Autores: Dave Robinson (texto) y Chris Garratt (ilustraciones).
Editorial: Paidós.

En este país de políticos, notarios, abogados, constructores, presidentes de equipos de fútbol, periodistas y consejeros delegados de televisión, el estado debería regalar este libro a los ciudadanos nada más abandonar la maternidad. Es un libro que habla de los deberes cívicos, de los derechos de las personas, del derecho a la incertidumbre, del libre mercado y la depredación empresarial, del capitalismo y la esclavitud, de la reciprocidad y el humanismo, de la avaricia y el conocimiento.

Kant, Sócrates, Aristóteles, Hobbes... y los filósofos postmodernos, son deconstruidos por Robinson y Garratt en un libro que resulta sencillo, directo y delicioso, puesto que acerca al gran público las reflexiones de los grandes pensadores. Hasta Carlotti podría sacar provecho de estas brillantes reflexiones filosóficas: "un individuo puede creer que está obrando por motivos morales, pero siempre estará actuando en función de los intereses de la clase dominante. Será una víctima de la llamada `falsa conciencia`. Así funciona la ideología. El interés de una clase lo disfraza de interés moral universal". ¿A que parece que el bueno de Marx conocía a Carlotti? O que al menos había leído su proclama en 'El País'...