Si alguien que hubiera pasado los últimos diez años fuera de la Tierra regresara, probablemente se sorprendería al saber que la secuenciación del genoma humano se ha completado, la conjetura de Poincaré ya tiene solución y que las puertas a la invisibilidad se han abierto con el diseño del primer dispositivo que impide que la luz sea reflejada. Como dijo el astrónomo americano y famoso divulgador Carl Sagan, "la ciencia es más extraña que la ciencia ficción".
El inolvidable Sir Arthur C. Clarke, también 'harto del coche'.
Los cada vez más asombrosos avances científicos y tecnológicos comienzan en estos tiempos a producirse a velocidades difícilmente esperables hace bien poco. Se suceden con rapidez, pero también se transfieren más fácilmente a una sociedad articulada en torno a ellos, apareciendo en cada esquina de cada calle del tejido social. Pero también la ciencia, en su camino, le está poniendo las cosas difíciles a la ciencia ficción. Perenne sección arrinconada en librerías, a este género literario le está resultando cada vez más difícil mantenerse al día de los nuevos desarrollos científico-tecnológicos y, quizás, la capacidad de predicción que tan famosa hicieron escritores como Arthur C. Clarke —aquello de la comunicación vía satélite a finales de la Segunda Guerra Mundial no estuvo nada mal— ya no sea tan fácil.
Sin embargo, parece que ésta es una discusión bastante vieja. En declaraciones a la revista NewScientist, John Cramer, escritor de ciencia ficción y físico en la Universidad de Washington en Seattle, afirma: "La discusión sobre si la ciencia está haciendo obsoleta a la ciencia ficción ha ido surgiendo en todas las convenciones a las que he asistido desde que tengo memoria. Incluso, me acuerdo de un importante editor que hace unos 15 años aseguró que los programas espaciales habían hecho a la ciencia ficción basada en viajes interestelares innecesaria". Según Miquel Barceló García, profesor de la Universidad Politécnica de Cataluña y editor de la colección Nova de ciencia ficción, ésta es "narrativa que utiliza conocimiento científico y tecnológico como recurso. Mientras la ciencia no acabe de solucionar muchas cuestiones y, afortunadamente le queda mucho para ello, habrá ciencia ficción".
Estos comentarios traen reminiscencias de la vieja discusión sobre si la ciencia está muriendo o ha muerto que tan famosa se hizo cuando Lord Kelvin, prominente físico, declaró en 1900: "Ya no hay nada nuevo que descubrir en física. Todo lo que queda es realizar mediciones cada vez más y más precisas". Esto, por supuesto, ocurrió antes de la revolución atómica que desmembró las bases de la mecánica clásica y se adentró en el mundo de lo microscópico. La cuestión es, entonces, si la ciencia ficción se basa en predicciones de futuro o no.
En principio, en el nivel más básico, la ciencia sólo proporciona mundos alternativos en los que situar una historia, y la ciencia ficción recurre a esos mundos de la misma manera que lo hace cualquier otro género literario. Para Luis Miguel Ariza, biólogo, periodista y escritor del best seller científico español 'La sombra del Chamán', "los escritores de ciencia ficción no tienen en mente ser profetas, sino crear buenas historias. No hay labor de predicción sino de entretenimiento". Una vez situado el mundo, estos escritores suelen articular sus historias en torno a las preocupaciones y ansiedades actuales, lo que, paradójicamente, implica que se centran más en el presente, en el aquí y ahora, que en el futuro. Por ejemplo, la famosa novela de H. G. Wells 'La máquina del tiempo', que popularizó la idea de los viajes en el tiempo, se ocupaba más sobre el debate de si la selección natural darwiniana acabaría con el concepto de hombre, que sobre consideraciones acerca de estos paseos por la dimensión del tiempo. 'Todos sobre Zanzíbar', de John Brunner, imaginaba las consecuencias de la sobrepoblación y 'El león de Comarre' del recientemente fallecido Arthur C. Clarke, exploraba el mundo de las realidades artificiales generadas por ordenador.
Escena de 'Los pasajeros del tiempo', peli con un personaje llamado H. G. Wells.
En definitiva, muchos libros de ciencia ficción versan realmente sobre el mundo hacia el que las presentes tendencias científicas y tecnológicas, en muchos casos controvertidas y a veces preocupantes, nos están llevando. La sentencia: "Con fines terapéuticos, bien, pero los niños a la carta como quería Hitler, ¡nunca!", refleja la controversia que generan los ensayos genéticos incluso entre los científicos (la Nobel de Medicina Rita Levi Montalcini pronunció estas palabras recientemente tras ser investida doctor honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid). Por otra parte, hay un sentido que predice que, más que muriendo, la ciencia ficción está cambiando, introduciéndose en la literatura más convencional y dejando de lado los cómics de portadas con monstruos tecnológicos persiguiendo a indefensas heroínas de los años 50. Así, la premio Nobel Doris Lessing en su novela 'Shikasta' recrea un mundo al borde de la aniquilación por la influencia del planeta Shamma o Kazuo Ishiguro, y, en su bonita novela 'Nunca me abandones', Kazuo Ishiguro cuenta la historia de humanos que han sido creados por clonación con el único fin de donar sus órganos, uno a uno.
Para Ariza, la ciencia ficción está evolucionando en dos direcciones distintas. Por una parte "existe una hornada de escritores anglosajones como Dan Simmons, Gregory Benford o Neal Stephenson que beben de los clásicos y están volviendo a la esencia pura de la ciencia ficción, pero tratando temas contemporáneos". Por la otra, existe una generación de escritores que está siguiendo la senda que marcó Michael Crichton, fallecido hace apenas un mes, del llamado 'thriller científico', subgénero muy pegado a la realidad que supone más bien "una ciencia ficción del futuro cercano", según Barceló. Temas como la clonación, la proteómica o la nanotecnología son los recursos que más están influyendo en los escritores actuales, así como curiosos experimentos basados en especulaciones sociales. "Es el caso de la novela 'La puerta al país de las mujeres' de Sheri S. Tepper, que inventa sociedades donde la relación de géneros está invertida o el género de la 'historia-ficción', basado en imaginar lo que hubiera pasado si episodios históricos relevantes como la Guerra Fría o la Guerra de Secesión americana se hubieran resuelto de otra manera", explica Barceló.
Temas como la clonación, la proteómica o la nanotecnología son los recursos que más están influyendo en los escritores actuales, así como experimentos basados en especulaciones sociales
Las líneas entre lo que se define por ciencia ficción y literatura convencional puede que sean cada vez más borrosas, pero la velocidad de cambio que ha experimentado la ciencia, que ya alertaba Sagan, puede que en realidad sólo haya subido el listón de la imaginación para los escritores actuales. La ciencia ficción es la literatura del cambio y en realidad, no es coincidencia que emergiera como un género particular y reconocible con escritores como Julio Verne, en un momento donde la famosa revolución industrial estaba permitiendo, por primera vez en la historia, ver cambiar el mundo desde el salón de tu casa.
(*) Eugenia Angulo es periodista especializada y trabaja en la empresa de divulgación científica DIVULGA
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