La recesión económica mundial ¿puede transformar la crisis económica en una crisis social? ¿Volverán las revoluciones, los movimientos brutales de los años 30 en Europa? Es el fantasma que agitan algunos políticos, tertulianos o temerosos del futuro. Los sabios mantienen que la situación es muy diferente hoy a la de hace 80 años —entre otras cosas, hoy existe el Estado del Bienestar—, pero nadie las tiene todas consigo.
Protestas de los 'cuellos blanco' frente a la Bolsa de Nueva York en 1929.
Con una verborrea pasmosa, en los últimos tiempos se escucha en foros económicos y tertulias la alusión a lo que en un futuro puede suceder si la recesión o la deflación se alargan más tiempo del debido. ¿Dos años? Se agita el fantasma de la Europa de entreguerras. Aquella que vivió una crisis económica brutal, nacida de la Gran Depresión del 29; la Europa que tuvo una Alemania en donde los democratacristianos llevaron a Hitler al poder en 1933, y que desembocó en la II Guerra Mundial.
En la actual crisis económica —la primera globalizada en la historia de la humanidad— con los datos cada vez más nefastos —desde los 3.000.0000 de parados en España, a las previsiones de otoño de la Comisión Europea, que prevén 19,69 millones de desempleados para 2010— el fatalismo sustituye al pesimismo en muchos lugares.
Las cifras de paro previstas por la UE son consideradas como optimistas por la mayoría de expertos. La Unión Europea puede acabar en 2010 con unos 25.000.000 de parados si las cosas son tan trágicas como vaticinaba ayer el profeta de la crisis, el economista Nouriel Roubini, el hombre que advirtió sobre la actual crisis hace un año y fue el hazmerreír de los expertos. Galbraith, en su libro sobre el Crack del 29, recuerda que en EEUU había entonces 13 millones de parados, uno de cada cuatro del total de la fuerza de trabajo.
Roubini se despacha con un artículo en el Financial Times donde nos amenaza con la hecatombe, lo peor de lo peor que aún está por llegar, una 'mortal' combinación de todas las pestes económicas: estanflación, recesión, deflación y un número de parados en el EEUU y Europa difícil de cuantificar. Las consecuencias de este cóctel son imposibles de predecir.
Una imagen del crack del 29.
Esta oleada de miedo ¿de verdad puede devolvernos a los tiempos más oscuros de la Europa de entreguerras, aquella de las colas de parados en blanco y negro de las películas americanas y europeas?¿Del hambre en la calle, pero con señores vestidos con traje y corbata?
El catedrático de Historia Económica Pablo Martín Aceña, uno de los grandes expertos de este país —autor de 'La economía de la Guerra Civil' (Ed. Marcial Pons) o de 'Historia de la economía española, siglos XIX y XX'— califica de "ignorantes" a los tertulianos o los políticos que intentan comparar la actual situación económica con la de los años 30. "Se olvida que ya hubo una crisis económica importante en los años 20 y 21 del siglo pasado, que se saldó más o menos. Tras el Crack del 29 hasta el estallido de la II Guerra Mundial, pasaron diez años. Todo comenzó con la crisis en Alemania, la llegada de Hitler en el 33 y la creación de empleo con la puesta en marcha de la industria del armamento".
Aceña desconfía de las previsiones, porque no tenemos perspectiva histórica. "No han pasado ni 12 meses," reflexiona el profesor durante una conversación telefónica entrecortada. Para el historiador, la situación en la UE en estos momentos es totalmente distinta. Están las organizaciones internacionales, un mercado común monetario, Francia, Inglaterra y Alemania colaboran en planes conjuntos y sólo en el caso "muy hipotético de un enfrentamiento EEUU-China", que es jugar a la ciencia ficción, "podríamos hablar de guerra". Se entiende una lucha más comercial y económica por la hegemonía del mundo que una guerra al estilo tradicional.
Pero ahí están más de 20 millones de parados —quizá 30 millones al ritmo de desastre que predice Roubini— y ¿se van a conformar dentro de una UE de los 27? Para el sociólogo Julián Santamaría Ossorio, catedrático de Ciencia Política de la UCM y experto demoscópico, la comparación de la Europa de entreguerras con la actual es difícil, "80 años después es muy diferente". La República de Weimar y su concepción de la democracia proporcional —que impidieron formar gobierno a los socialdemócratas, liberales y democristianos— más una crisis económica, con unos alemanes asfixiados por las deudas del Pacto de Versalles —que les obligaba a pagar tras la derrota en la Gran Guerra— "ocasionaron unas circunstancias difícilmente comparables a las de la UE de hoy, por más desconocida que sea la clase de crisis económica a la que nos enfrentamos", reflexiona el sociólogo.
Una fábrica en periodo de entreguerras.
"Aquellos alemanes, e incluso franceses, de las clases medias de 'cuello blanco', empobrecieron de forma repentina. Se quedaron sin defensas frente a las clases trabajadoras, los obreros de 'cuello azul', que, arropadas por el comunismo y los sindicatos, tenían incluso más defensa que la clase media". Los de cuello blanco se convirtieron en reaccionarios y se parió el nazismo, con un Hitler que en 1933 llegó sin mayoría al Gobierno. La industria del armamento solucionó una parte del paro y vendió bien lo de reparar el honor pisado en Versalles, según concluye Santamaría, para quien cualquier comparación con el pasado sigue siendo muy arriesgada.
¿En qué momento la crisis económica se puede convertir en crisis social? ¿Crear conflictos que puedan tener tintes revolucionarios? El profesor Santamaría, honesto, reconoce que "no lo sabemos. Ni nosotros ni los economistas. Los sociólogos dependemos de lo que nos pasen los economistas y en este momento, todo es tan nuevo... Cada previsión de hoy se queda vieja mañana". Pero con todo, ahora Europa y EEUU "tienen colchones de seguridad que no existían en los años 30", todo lo que ha aportado el Estado del Bienestar, desde los seguros para el desempleo, los planes de pensiones, la sanidad o la educación.
¿Y hasta cuando puede resistir el Estado de Bienestar? "Nadie lo sabe". Depende de lo que dure la recesión. Incluso Solbes lo ha dicho, el paro será peor al año que viene. "Y éste es el problema más grave" de la economía española, que ya está a la cabeza de los países con más parados de la UE, con unos gráficos que dan miedo.
Lina Gálvez es vicerrectora de Postgrado de la Universidad Pablo de Olavide (UPO, de Sevilla), historiadora económica, pragmática, peleona por los asuntos sociales —inmigración y mujer forman parte de sus batallas— es de las que habla sin engolar el lenguaje académico. Por eso, cuando se la interroga sobre las consecuencias de esta crisis, de la que nadie sabe su duración y guarda algunas similitudes con el período previo a la II Guerra Mundial, Gálvez lo tiene claro: "Ambas situaciones tienen muy poco que ver. Recuerda que sólo en la II República Española, apenas el 1% de la población activa tenía algún tipo de cobertura".. Las colas en blanco y negro de los años 30 eran por un plato de sopa caliente y ahora son para cobrar el paro.
La vicerrectora de la UPO, Lina Gálvez.
La profesora Gálvez, que ha trabajado con colegas como Francisco Comín —otro historiador de la Universidad de Alcalá, compañero de Martín Aceña— en cuestiones como 'De la Beneficiencia al Estado del Bienestar. Una historia de la Seguridad Social', no se ha llevado las manos a la cabeza con los 190.000 afiliados menos a la Seguridad Social del mes pasado. "Es preocupante, pero ahora hay que afrontar la situación, en vez de encogerse. El Estado debe ser más activo que nunca en la inversión en infraestructuras para crear empleo. Y no sólo en infraestructuras de obras públicas, sino sociales, más allá, por supuesto de la Ley de las de la Ley de Dependencia. Se crearía más trabajo femenino, de forma que compensaríamos en algo la destrucción de empleo masculino, que está siendo más alta, como es natural".
A la vicerrectora de la UPO (una keynesiana "de las de toda la vida, no de esos que ahora salen de debajo de las piedras") no le gusta hacer futuribles, pero reconoce que, si no se frena el crecimiento del desempleo mediante la inversión publica —el arma más a mano e inmediata para el Gobierno—, podría llegar un momento en que la crisis económica se transformase en una crisis social, no sólo en España, sino en toda Europa. Pero considera que el problema "no vendría esta vez de las clases medias o de las obreras, sino de la fractura social que se producirá con la inmigración, con el aumento de la xenofobia y la presión de los más pobres por entrar en Europa y EEUU, pese a que haya crisis".
Gálvez, como los demás expertos consultados, sonríe cuando se le pide una apreciación sobre el tiempo que el Estado del Bienestar puede soportar una recesión económica como la actual, y reconoce que no tiene una respuesta. Pero sí tiene muy claro que es el momento del Estado y de la inversión pública, para mitigar las fracturas sociales que se avecinan, aunque sean muy diferentes a las de hace 80 años.
En 1965, uno de los oráculos del keynesianismo escribía "es posible que un dios iracundo haya dotado al capitalismo con contradicciones inherentes a su ser. Pero, al menos, algún pensamiento oculto debió sugerirle la oportunidad de ser lo suficientmente bondadoso para permitir que las reformas sociales sean perfectamente compatibles con los mecanismos de perfeccionamiento del sistema". El sabio a quien corresponden estas líneas se llamaba John Kenneth Galbraith y las firmaba en la página 260 de un librito titulado 'El Crac de 1929', publicado por Ariel. El objetivo de la obrita —hoy de manual— era analizar la depresión del 29 para que no volviera a suceder. El maestro Galbraith pensaba que el capitalismo, al menos, había aprendido algo como para no caer en las trampas del "auge especulativo". Que Wall Street estaría ya siempre "con actitud vigilante y mano dura en previsión de cualquier renacimiento de la especulación".
En eso sí que se equivocó el maestro, pero el resto de su libro, escrito con el objetivo de que la historia no se repita, sigue siendo tan preclaro como esperanzador y deprimente. ¡Sería tan fácil de repasar para todos aquellos que hablan con clichés!
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