¡Que vienen los checos!

A medida que avanza la cuenta atrás para el inicio de la presidencia checa de la UE el 1 de enero, parece aumentar la preocupación en algunas capitales europeas sobre si Praga tiene capacidad para enfrentar ese desafío. El lunes, la República Checa inauguró la página web de su presidencia y subrayó por boca de Milena Vicenova, la embajadora del país ante Bruselas, que sus tres prioridades comenzarán por E: economía, energía y exteriores.

A grandes rasgos, las 'Es' checas coinciden con las preocupaciones cruciales de los 27 para los seis primeros meses de 2009: la crisis financiera, la recesión, el futuro del disputado Tratado de Lisboa (sucesor de la maltrecha Constitución) y las relaciones con Rusia.

La República Checa no es el primer país de la antigua Europa comunista que asume el liderazgo rotatorio de la UE. Eslovenia lo hizo en la primera mitad de este año y pasó la prueba con éxito. Pero, como señalan diversos diplomáticos europeos, los eslovenos no tuvieron que manejar una crisis del sistema financiero internacional como la que enfrenta Europa en estos momentos ni las veleidades militares de Rusia en Georgia.

Praga heredará las estrategias de uno de los países más poderosos y experimentados de la UE, Francia, y las líneas marcadas por uno de sus líderes más asertivos: Nicolas Sarkozy. El presidente francés —procedente de la derecha política— sorprendió a muchos observadores por su respaldo a la intervención del Estado para gestionar la crisis financiera actual, una estrategia que tradicionalmente ha encajado más con las políticas de la izquierda.

Pero mayor sorpresa causó el ministro de Economía checo al distanciarse del enfoque intervencionista de Sarkozy, destinado a rescatar a los bancos europeos, con el argumento de que le recordaba demasiado a la era comunista. La embajadora Vicenova volvió a reiterar esta postura a principios de la semana, cuando afirmó que la República Checa apoyará el paquete de medidas de recuperación económica presentado por la Comisión Europea, pero aclarando: "No deseamos volver al proteccionismo ni a una regulación estatal excesiva".

Otro punto de distanciamiento entre París y Praga es la omisión de las relaciones UE-Rusia de la lista de prioridades en política exterior que han presentado los checos. En su lugar, Vicenova ha destacado la importancia de reforzar las relaciones transatlánticas con la nueva presidencia de Barack Obama durante la cumbre UE-Estados Unidos que se celebrará en la próxima primavera; acelerar la incorporación a la UE de los Países Balcánicos y fortalecer los lazos con las seis naciones en la frontera oriental de la Unión: Ucrania, Moldavia, Georgia, Armenia, Azerbaiyán, y dependiendo de su situación política, Bielorrusia.

Vicenova se mostró también confiada en que el Parlamento de su país aprobará el Tratado de Lisboa durante las primeras semanas de 2009, después de que la Corte Constitucional checa diera luz verde al controvertido documento la semana pasada. De todas formas, el Tratado —que hasta ahora sólo ha sido ratificado por Hungría— no tendría efecto antes de 2010, y eso en el mejor de los casos, por lo que la importancia de este punto es relativa.

Václav Klaus y Jose María Aznar, en la presentación del libro anti cambio climático.

Lo que más preocupa a otros europeos es si los checos serán capaces de ofrecer un liderazgo eficaz en estos momentos de crisis aguda, dada la debilidad del Gobierno de coalición presidido por el primer ministro Mirek Topolanek.

La oposición socialdemócrata se ha alzado con la victoria en los recientes comicios regionales y en las elecciones al Senado checo. Su líder, Jiri Paroubek, ha reclamado la dimisión del Gobierno de Topolanek y su reemplazo por un gabinete de transición que controlaría el poder durante la presidencia de la UE.

El propio primer ministro está en una posición muy inestable: necesita que su grupo, el Partido Cívico Democrático (ODS), vuelva a revalidarlo como líder durante el congreso que celebrará a finales de esta semana. Pende también el apoyo de sus socios en la coalición gubernamental, los Cristianodemócratas y los Verdes. Y todos están supeditados a su vez a los votos de un puñado de diputados independientes en el Parlamento, ya que el Gobierno carece de mayoría en la Cámara. Casi nadie descarta que el país pueda someterse a elecciones anticipadas el año próximo.

Para acabar de tranquilizar los ánimos de los socios europeos más inquietos, el presidente checo, Vaclav Klaus, un firme euroescéptico, tiene ideas políticas que difieren de las que sostienen la mayoría de las naciones de Europa. Klaus es un ferviente opositor al Tratado de Lisboa, considera que el cambio climático es 'un mito peligroso' que amenaza el crecimiento económico y ha calificado las medidas de choque desplegadas por Sarkozy en el terreno financiero de 'proteccionismo irresponsable'. Además, mientras otros líderes europeos criticaban las iniciativas expansionistas de Rusia, Klaus estrechaba relaciones con Vladimir Putin y se distanciaba de las críticas que el propio Gobierno checo vertió sobre Moscú durante la guerra con Georgia en verano pasado.

Como presidente, Klaus tiene un papel esencialmente protocolario, pero cuenta con muchos seguidores en Europa y sigue siendo un referente en su propio país.

"Dios mío, le toca el turno a Vaclav Klaus" ironizaba el diario austriaco Die Presse en un artículo que anticipaba el daño que podría infligir el presidente checo a una Unión de 470 millones de personas ya bastante divididas sobre qué dirección seguir en el futuro.

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