Piratas para rato

La reciente oleada de ataques perpetrados por piratas somalíes contra diversos navíos en las aguas sin ley del Golfo de Aden ha atraído la atención internacional hacia esa región olvidada del Océano Índico. La captura el pasado fin de semana de un petrolero saudí cargado con dos millones de barriles de crudo por un valor de 100 millones de dólares (unos 80 millones de euros) es el mayor trofeo reclamado hasta la fecha por los bandidos y ha puesto de manifiesto que las amenazas de este tipo de pillaje son más serias de lo que en un principio se calculaba.

(EFE)

Un grupo de piratas somalíes en la playa de Hobyo (Somalia).

Los secuestradores piden 25 millones de dólares de rescate por el Sirius Star, la presa saudí que abordaron a cientos de kilómetros de las costas de Africa Oriental, en una zona de alta mar que los navegantes habían considerado hasta entonces segura. El incidente ha impulsado un encuentro de emergencia entre los países que bordean el Mar Rojo –Egipto, Jordania, Arabia Saudí, Sudán y Yemen-, reunidos hoy jueves en El Cairo, para intentar dar respuesta a un problema que se ha agravado exponencialmente desde enero.

Esta misma semana, un barco de pesca y otro de carga fueron las últimas víctimas de una serie de ataques que, en lo que va de año, casi alcanza el centenar. Un portavoz del ministerio de Exteriores egipcio, Hossam Zaki, citado por la agencia oficial de noticias Mena, señaló al inicio de la reunión de hoy en El Cairo que «todas las opciones están abiertas» para intentar solventar una situación que la Oficina Internacional Marítima (International Maritime Bureau) ha descrito como «fuera de todo control».

Los piratas, además, no son bandidos simples sino una banda sofisticada con contactos en Dubai y otros países de la región, según indica Yusuf Garaad del Servicio Somalí de la BBC. Garaad agrega que los agresores han invertido el dinero obtenido en pillajes previos en comprar barcos nuevos y armas, además de desarrollar toda una red por el Cuerno de África.

Para la periodista Ginny Hill, autora de Fear of Failure, un informe presentado hoy por Chatham House en Londres, el conflicto de la piratería es resultado de la volatilidad crónica de Somalia –un país sin gobierno regular desde hace más de dos décadas- pero también de la inestabilidad que cada vez afecta más a la región. Esta podría extenderse y generar una zona sin ley desde el norte de Kenia pasando por Somalia y el Golfo de Adén hasta Arabia Saudi.

Además del pillaje, Hill prevé que –si las condiciones no cambian- florecerán el contrabando y el terrorismo yijadista que se convertirán en una amenaza para el tránsito marítimo, el crucial paso de petróleo por el Canal de Suez y la seguridad de los países del Mar Rojo. Yemen, el estado más pobre del mundo árabe, está, según Hill, en el centro de esta tormenta potencial y su colapso podría acabar golpeando seriamente a los intereses de Occidente.

Economía que depende de un petróleo en extinción

La economía yemení depende de la venta de petróleo pero la producción está disminuyendo y podría llegar a desaparecer. Según cálculos del Banco Mundial, los ingresos estatales yemeníes procedentes de la venta de gas natural y crudo caerán en picado el año próximo y llegaran a nivel cero para el 2017. El Gobierno confía en encontrar nuevos yacimientos pero el aumento de los ataques de los piratas en el Golfo de Adén podría impedir la prospección petrolera y dificultar el transporte marítimo de gas natural.

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Un pirata anónimo.

«Yemen es un estado muy frágil que se ha mantenido a flote durante todo este tiempo por los petrodólares. Pero ¿qué ocurrirá cuando ese dinero desaparezca? La debilidad de su sistema democrático quedará expuesta». señala Hill en conversación telefónica desde Londres. «El país tiene un margen limitado de tiempo y de recursos para maniobrar, y la oportunidad para hacerlo es cada vez menor. Pero el propio Gobierno yemení no admite los múltiples desafíos que tiene planteados, empezando por la seguridad interna».

Una de las principales amenazas, como indica Hill, es que el país está experimentando «un resurgir de las redes yihadistas» a medida que las condiciones de operatividad de los terroristas en Arabia Saudí e Irak se hacen más difíciles. Los muyahidin yemeníes ya combatieron a las tropas soviéticas en Afganistán durante los ochenta. En la década siguiente, los yemeníes continuaron entrenándose en Afganistán bajo el mando de al-Qaeda, y, en la actualidad, el país acoge –según el ministerio de Exteriores de Yemen- a más de 1.000 yihadistas y simpatizantes del grupo de Osama Bin Laden, cuyo padre era yemení.

«Durante los últimos 18 meses se han producido diversos ataques armados contra turistas, atentados bomba contra la embajada estadounidense, y una campaña de ataques de baja intensidad contra intereses occidentales en Saná», explica Hill. «Existe la sensación de que se está produciendo un reagrupamiento de estos individuos».

Junto a la violencia yihadista existe el reto del crimen organizado y del aumento de la economía ilegal. «Yemen se ha convertido en el principal suministrador de armas a Somalia además de liderar el contrabando de diesel al país africano y estar involucrado en el tráfico de personas que cruzan el Golfo de Adén», dice Hill

Fuerzas navales de Estados Unidos, Rusia y Europa, entre otras, patrullan las aguas de ese golfo en un intento por contrarrestar sus crecientes amenazas. Pero Hill coincide con un reciente dictamen del Pentágono en que un enfoque militar no es la respuesta al problema. «Los gobiernos occidentales tienen que trabajar con los países árabes, en particular Arabia Saudí en la búsqueda de soluciones más amplias que incluyan programas de desarrollo económico y el apoyo a gobiernos democráticos, estables y transparentes»