Nos admiran en Washington, nos reconocen ingleses y franceses. La regulación bancaria que debe tomarse como referencia para afrontar la gravísima crisis financiera es la que aplica el Banco de España. Lo dicen los protagonistas del crack mundial. Pero esa legislación costó salud, sudor y lágrimas. Desde 1977 hasta bien entrados los años 80, en este país desaparecieron 51 bancos —el 50% de los que había—, 14 cajas de ahorro y 20 cooperativas de crédito. En los despachos del Banco de España y de la Corporación Bancaria, un grupo de hombres desconocidos para el público, tan brillantes de cerebro como grises de aspecto, fueron acuñando sobre la marcha el nombre de las píldoras que, poco a poco, pararon la sangría.
¡Gracias, Sarkozy!
Este sábado 15 de noviembre, España acudirá a la reunión del G-20, gracias a la generosidad de Nicolás Sarkozy y al aval del 'sistema de regulación aplicado a la banca española', esas leyes que han evitado —hasta ahora— que la banca española siguiera el desagradable camino que sus colegas norteamericanos o europeos.
Ha habido que esperar a que el primer ministro británico, Gordon Brown, confesara hace semanas su admiración por la legislación reguladora de España y apoyara la legitimidad de nuestro país para acudir a la Cumbre de este sábado, y, después, que el venerable Wall Street Journal llevara a su portada que el modelo español era el que había que seguir para paliar la debacle, para que, de pronto, los más escépticos, esos que militan en el papanatismo —"lo de dentro siempre es lo peor"— se pusieran al frente de la manifestación. Unos cuantos políticos, otros cuantos economistas y varios listillos se apuntan ahora al éxito.
Quizá sea éste el momento para recordar que ese modelo se forjó a golpe de sustos y de la pericia de unas docenas de hombres, la mayoría de ellos situados alrededor del Servicio de Estudios del Banco de España. Sus nombres no merecen quedar en la segunda fila.
Todos muy jovencitos en los famosos 'Pactos de La Moncloa'.
Cuando el 25 de octubre de 1977 se firmaron los pactos de La Moncloa —la clave de la Transición para afrontar una situación económica gravísima—, a la reforma del sistema financiero se la despachó con nueve puntos, el primero de los cuales establecía que, antes del 31 de marzo de 1978, el Gobierno remitiría a las Cortes un proyecto de ley para la "nueva regulación de órganos rectores del Banco de España y del crédito oficial".
Falta hacía esa nueva regulación, y con todo, no llegó a tiempo. Entre 1978 y 1983, en plena Transición (y unido a las tensiones políticas de aquellos tiempos) de los 110 bancos que había en 1977, 51 entraron en crisis, ya fuera por problemas de solvencia, mala gestión, decadencia de varias de las familias de la antigua oligarquía del régimen o todo a la vez.
Quizá sea más fácil de comprender lo que significó si ponemos nombre a algunos de aquellos bancos que, o se fueron al garete, o bien fueron comprados por otros más grandes. Banca Catalana, Banco Urquijo, Banco de Levante, Banco Occidental encabezaban los agujeros más grandes, y bastaba bucear en sus consejos de administración para encontrar todo tipo de apellidos rimbombantes de la aristocracia de toda la vida, pero también de muchos nuevos ricos que literalmente se habían 'forrado' en la década de los 60, con el despegue económico español.
Toda esta tormenta tenía lugar en plena Transición, con una crisis económica de caballo, atentados terroristas día sí y día también, y la amenaza de los espadones (el 23-F el más sonado) en los periódicos
Por seguir con los apellidos sonoros (algunos de cuyos herederos hoy se encuentran fácilmente en las páginas del papel couché), se puede mencionar también la quiebra o los problemas de entidades como la Banca Mas Sardá, la Banca López Quesada, los bancos de los Coca, de los Masaveu y de los Fierro.
Esos 51 bancos gestionaban unos 9.500 millones de euros (de los de entonces) y empleaban a 35.660 personas.
Pero no sólo la mitad del sistema bancario se fue al garete. Catorce cajas de ahorro y 20 cooperativas de crédito dieron también con sus huesos en el suelo. Y toda esta tormenta tenía lugar en plena Transición, con una crisis económica de caballo, atentados terroristas día sí y día también, y la amenaza de los espadones (el 23-F el más sonado) en las primeras páginas de los periódicos.
Cuando esta tormenta también perfecta estalló, el Banco de España se encontró con que no tenía, ni de cerca, las armas, los instrumentos necesarios para hacer frente a la hecatombe. Y trabajaron sobre la marcha, a veces improvisando, a veces "con mucho ingenio y siempre metiendo muchas horas", reconoce quien fuera primer director del Fondo de Garantía de Depósitos, Aristóbulo de Juan, luego director general del Banco de España.
'Simplemente, Mariano'.
En 1977, aunque el gobernador del Banco de España era José María López de Letona, aparece un subgobernador, alguien que durante décadas puso la cara adusta a la crisis bancaria y se convirtió en el terror de los malos gestores. Se llamaba Mariano Rubio, y a su sombra se forjó el equipo que gestionó la debacle de 75 entidades que se hundieron.
Nadie entonces podía prever que con los años, Rubio pasaría de ser el hombre del poder absoluto al 'apestado absoluto'. El escándalo Ibercorp, que le convirtió en cómplice de todo contra lo que había luchado durante su etapa de subgobernador, puso un triste broche final a su vida. En 1999, el día de su entierro, víctima de un cáncer de colon, pocos de sus amigos de la época gloriosa acompañaron a Carmen Posadas, su segunda esposa, al cementerio de La Almudena.
Dicen sus viejos amigos que a 'Simplemente Mariano' (como tituló un famoso artículo el entonces redactor jefe de El País, Martínez Soler) se lo llevó por delante un empacho de poder absoluto, las grandes fusiones bancarias y el lujo, el glamour y los delitos de cuello blanco de los 80. Los Mario Conde, De la Rosa, la foto de la Chávarri sin bragas, las Koplowitz, los Albertos. Eran los años locos del becerro de oro, que arrastraban la suciedad que engendraron asuntos como Banesto e Ibercorp, el negocio de su amigo, Manolo de la Concha, ex síndico de la Bolsa, que le llevó a los tribunales y al oprobio.
Mario Conde y la cultura del pelotazo.
Pero hasta llegar aquellos postreros días de locura que tan mal acabaron, Rubio fue un subgobernador de mano de hierro, que gestionó la transición del sistema financiero rodeado por un grupo de personajes únicos y aburridos de puertas afuera, que diseñaron la legislación hoy tan admirada.
A la cabeza de uno de esos grupos estuvo un tipo de nombre Ángel Madroñero, un director general calvo, redondo, denso en la expresión y afable en el trato, que tenía a sus ordenes a otros personajes algo más jóvenes, como José Luis Núñez, un subdirector del Banco de España, trabajador inagotable, el ideólogo de un documento del que hoy muy pocos se acuerdan (si acaso, en alguna cátedra de Economía) y que se llamó 'la Pastoral', el embrión que daría lugar a la legislación que en 1980 permitió la creación del Fondo de Garantía de Depósitos.
Aunque 'la Pastoral' estructurada por Núñez en su esqueleto no era de obligatorio cumplimiento, "nos las arreglábamos para implantarla", recuerda Aristóbulo de Juan, primer director del Fondo de Garantía de Depósitos. Así se acuñaron conceptos como clasificación de riesgos, provisiones, mínimos de capital y concentración de riesgos.
A medida que se van saneando los bancos, los responsables de la Corporación Bancaria y del Banco de España "vamos aprendiendo "latín", recuerda De Juan con una sonrisa algo nostálgica. Luego, en 1982 , desde la Dirección General de Supervisión, dio un empujón, gracias a todo lo aprendido en la gestión de los bancos en crisis.
Un día de abril de 1982, cuando la tormenta iba amainando, José Luis Núñez se quedó seco de un infarto en su despacho. La muerte del padre de Soledad Núñez, la actual directora general del Tesoro, y Susana Núñez, uno de los cerebros ocultos en el edifico de la Plaza de Cibeles (sede del Banco Central), impactó profundamente en los solemnes pasillos y columnas neoclásicas del Banco de España, tan poco dados al sentimentalismo.
Las circulares de Poveda eran unos folios que hacían temblar a los gestores más chapuzas de la banca, temiendo la nueva ocurrencia de los "chicos de la élite de Ángel Rojo" para jorobarles los resultados
Pero para entonces ya estaba en primera fila Raimundo Poveda, un hombre de Madroñero y Rojo, a cuyas manos pasó toda la regulación, cuando ya tenía experiencia en la inspección de instituciones financieras. Con la regulación en manos de Poveda, cerebro sólido y brillante desde el punto de vista jurídico y financiero pero con fama de aburrido y gris para la época, la regulación que hoy causa admiración se fue cocinando a golpe de circular. Las circulares eran unos folios que, cada vez que se anunciaba su nacimiento desde el Banco de España a las entidades, hacían temblar a los gestores más chapuzas de la banca, temiendo qué nueva ocurrencia habrían tenido los "chicos de la élite de Ángel Rojo, los del Banco de España" para jorobarles los resultados, tal y como recuerda otro bancario jubilado de uno de los dos grandes grupos que hoy han sobrevivido.
Porque a ese 'cocinero de circulares', de nombre Raimundo Poveda, poco amigo de periodistas, pero estimado por sus jefes, desde el propio Rubio, pasando por el economista de referencia del keynesianismo español, el que fuera gobernador, Luis Ángel Rojo; desde el gobernador Jaime Caruana a los últimos subgobernadores, como Miguel Martín o Gonzalo Gil, nadie se ha atrevido a discutirle el grueso de los méritos de esos conceptos ahora tan respetados. La mayoría tienen su base en el 'coco' de Poveda.
Un tipo tan serio, sesudo y formal a quien de nada le sirvió su discreción en los tiempos de los locos años 80, cuando personajes como Javier de la Rosa pagaban para hacerle seguir, y le fotografiaban en los paseos del Retiro, hablando con algún periodista a quien De la Rosa consideraba su enemigo.
Hace ocho años que Poveda se jubiló. En las últimas semanas, los medios económicos con memoria histórica le han buscado otra vez. En una reciente entrevista en Cinco Días, el ideólogo que impuso términos como 'provisiones contracíclicas', que irritaban tanto a los bancos, que les costaron críticas nacionales e internacionales, reconoció que "hemos sido pioneros en muchas cosas". No en vano se chupó 25 años en el área de Regulación Financiera del Banco de España, viendo marchar a muchos de sus mentores, como el propio Mariano Rubio o Luis Ángel Rojo.
La expropiación de Rumasa (1983)
En 1993, cuando el gobernador Rojo, el subgobernador Miguel Martín y el propio Poveda pensaban que ya lo habían visto todo —ellos mismos desde diferentes atalayas de la Administración habían seguido la intervención de la Rumasa de Ruiz Mateos el 23 de febrero de 1982— pusieron desenlace a lo que había comenzado en 1978.
El 28 de diciembre de 1993, día de Los Santos Inocentes, se anunció la intervención de Banesto, el banco 'pata negra' durante décadas del sistema financiero español. El de Aguirre Gonzalo y los Garnica, para entonces en manos de otro personaje que haría historia económica y política del dorado al negro, resultado directo de la etapa del 'becerro de oro': Mario Conde. Fue la última vez en que la estructura reguladora, la previsión y las provisiones previstas, el trabajo de prudencia llevado a cabo durante dos décadas, se puso a prueba. Y resistió más allá de la política, de la corrupción, de una fea etapa que condujo a la decadencia al último Gobierno de Felipe González.
Esta breve historia —muy larga para muchos de nuestros lectores— en la que nos habremos dejado aparcados decenas de nombres que fueron claves en aquellos años, es la que hoy y mañana permitirá a un presidente de nombre José Luis Rodríguez Zapatero, socialista, que en 1978 tenía 18 años, presumir y defender en Washington lo que han asumido el primer ministro británico, Gordon Brown, y el periódico económico más influyente del mundo, The Wall Street Journal: que el modelo regulador español es el mejor. Hasta ahora. Hace años que los sesudos y grises señores del Banco de España lo predican por el mundo —incluido el gobernador Jaime Caruana cuando participaba en la elaboración de las normas insufribles para superexpertos de Basilea II—, pero ya se sabe que nadie es profeta en su tierra.
Por último, un ex consejero de la gran banca, humanista y jubilado —no prejubilado— bromeaba al asesorar para este artículo: "Sí, es verdad. Esta es la mayor crisis económica de la historia, puede que peor que la depresión del 29. Pero estamos en un país en donde hace 30 años quebraba un banco al mes, moría un guardia civil por día, había una amenaza velada de golpe de Estado cada día en los periódicos y una crisis económica de caballo. ¿Por qué me voy a llevar ahora las manos a la cabeza? Qué lo hagan estos jóvenes para los que escribís en internet. Ahora les toca a ellos. Veremos lo que dan de sí."
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