Por qué comerciar con el marfil (una visión desde África)

WINDHOEK (NAMIBIA).-  Por primera vez desde 1989 se ha autorizado la venta de marfil. Siete toneladas de este 'oro blanco' se han subastado recientemente en Namibia y en próximas fechas tres nuevas subastas únicas tendrán lugar en Sudáfrica, Botswana y Zimbabwe. Después vendrá un periodo de recuperación de nueve años. Los dos únicos países que pueden pujar por este lujoso material son China y Japón. Según anuncia el gobierno namibio, el casi un millón de euros recaudado se destinará directamente al fondo para la conservación de la fauna.

BrianScott

Esta medida cuenta con el respaldo de CITES, el organismo internacional de Naciones Unidas que regula el comercio de especies de fauna y flora salvajes, pero no deja de generar polémica y recientemente han aparecido noticias en algunos medios en contra del comercio de marfil "en África", en base a dos principios: que el elefante es una especie amenazada y que la venta de marfil alimenta el furtivismo.

Vamos a intentar comentar por separado estos principios con algunos de los datos y de los argumentos a favor y en contra porque existen opiniones para todos los gustos, no ya a nivel de gobiernos, sino incluso a nivel de asociaciones conservacionistas que trabajan sobre el terreno.

El elefante en África

En primer lugar, es de sentido común reconocer que ambas amenazas, la extinción y el furtivismo, son reales en varios países. Pero es igualmente justo reconocer que no es algo extensivo a la totalidad del continente africano y sin excepción. Muchos de los profesionales que trabajan en el ámbito del desarrollo consideran un defecto común el hablar de cualquier tema "en África", parece que el comercio de marfil no es una excepción, como si África fuera en extensión y diversidad Andorra, Toledo o Burgos en vez de un continente de más de 30 millones de kilómetros cuadrados, formado por más de 50 países y habitado por aproximadamente mil millones de habitantes.

Teniendo esto presente, comenzamos con el primer argumento: ¿es el elefante una especie amenazada? El profesor Samuel Wasser alerta en varios medios del peligro de extinción de las grandes manadas de elefantes "en África" atreviéndose incluso a dar una fecha: 2020. Es una predicción que parece difícil que no se cumpla en lugares como Chad o República Democrática de Congo. Sí, en estos y otros países el elefante es una especie amenazada. Pero eso no tiene por qué significar "en toda África". Vamos a ver ejemplos:

No en todos los Parques Nacionales. Los gestores de Kruger y Etosha, buques insignia del turismo en Sudáfrica y Namibia respectivamente, llevan años devanándose los sesos para encontrar una solución al problema de la sobrepoblación de elefantes, tal ha sido el éxito de sus políticas de reintroducción (en Etosha se extinguieron hace unas décadas) y conservación. Y tampoco en muchas zonas abiertas y sin vallar donde los elefantes campan a sus anchas.

Vamos a concretar más, comentando la situación del primer país que ha subastado legalmente marfil desde 1989: Namibia. De algunas regiones de Namibia podemos aportar cifras. En la región de Caprivi (al noreste, con más del doble en extensión que Castilla y León) la población de elefantes se ha multiplicado por 10 en los últimos 7 años, y sigue creciendo. Tanto, que están buscando cómo frenar el crecimiento para no sobrepasar los límites que el territorio puede soportar. En la región centro-este de Namibia, en la zona de Tsumkwe, se estima que en el mismo periodo de tiempo la población se ha triplicado, según datos de NACSO. El futuro de la especie parece estar asegurándose también en la región del noroeste, donde los elefantes están regresando de forma natural a espacios de donde habían desaparecido. Todo esto concluye el informe de 2005 de la 'Namibia Nature Foundation' (NNF), que además predice una expansión sostenida a medio y largo plazo. Imponen para ello una condición fundamental: mantener los programas de conservación gestionados por la población local, las llamadas Conservancies de Namibia. ¿Por qué es tan importante la participación de la población local?

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La población local ofrece al turista joyería artesanal

Una conservancy, resumiendo mucho, es un espacio que recibe el estatus de zona de protección de la naturaleza donde la población local es gestora y beneficiaria también del uso sostenible de los recursos naturales. Han orientado mayoritariamente sus esfuerzos a explotar su enorme potencial turístico. En otras palabras, "venden naturaleza". Si se cumple la máxima de que a mejor producto, mayor beneficio, las conservancies afirman que se encuentran hoy en día a la vanguardia de las políticas de conservación a escala planetaria. El número de conservancies está creciendo en Namibia, con lo cual la condición que recomendaba el NNF de mantener estas zonas no parece peligrar sino reforzarse. Es más, la organización que apoya este proyecto (CBNRM, originaria de Noruega) está extendiendo con el apoyo de los gobiernos la idea a Zimbabwe, Botswana, Mozambique, Zambia y Malawi.

Así pues, desde hace ya unos años el debate en algunas regiones de Namibia no está centrado en conservar el elefante, sino en reducir el impacto de su desbordante incremento de población y en cómo congeniar en el mismo hábitat dos especies con tanta influencia en su entorno como son el elefante y la especie humana. En este contexto, ¿podemos concluir que el elefante "en África" es una especie en peligro de extinción?

El furtivismo

Vamos al segundo principio, sobre si podría fomentar el furtivismo. Varias organizaciones que están realizando una gran labor en diversas zonas de África, como 'Born Free Foundation' o 'International Fund for Animal Welfare' entre otras, consideran la autorización del CITES irresponsable, ya que podría servir de acicate al furtivismo y con ello poner en peligro no sólo al elefante sino las vidas de muchos guardas forestales que se enfrentan a esta amenaza.

Pero no sólo eso, ya que al mismo tiempo existen dudas sobre la posibilidad de certificar el origen legal y gestionado de los colmillos en venta. El gobierno namibio asegura que un 100% son colmillos recogidos de animales que murieron por causas naturales o que fueron abatidos por ser especialmente conflictivos con los humanos en zonas compartidas. Sin embargo, un argumento para la prohibición de 1989 se basaba en casos de colmillos adquiridos en países como Zambia o Malawi que venían de otros países y no de sus espacios controlados.

Volvamos a Namibia, y en concreto a sus conservancies: regiones donde los animales caminan libres, por difícil de creer que resulte, por sus extensos corredores de fauna y zonas de ocupación. En estos lugares, la población local ha comenzado a considerar tener elefantes como un beneficio económico más que como una carga. Donde antes les ahuyentaban, ahora toman medidas para incrementar su presencia. Donde antes los cazaban, ahora se organizan para luchar contra el furtivismo. En las conservancies de Namibia, en los últimos años, ni un solo guarda forestal ha tenido que dar un solo tiro en su lucha contra el furtivismo, según la principal Asociación de Organizaciones de Apoyo a las Conservancies de Namibia (NACSO son sus siglas en inglés).

La implicación local en la gestión de los espacios que habita, y el poder experimentar el beneficio de la biodiversidad a través de su explotación racional ha probado ser, por encima de cualquier prohibición, la mejor arma contra el furtivismo. Esto se ha conseguido a través no sólo de una participación política y económica directa de las comunidades locales en la gestión de sus recursos, sino por la introducción de una serie de medidas encaminadas a compensar a la población por las pérdidas que provocan anualmente los elefantes en ganado doméstico e infraestructuras, y que a veces constituyen incluso una amenaza física a los humanos.

El turismo ha crecido bastante y sigue en aumento. Los beneficios que dejan los turistas llegan a la población en forma de infraestructuras, dinero metálico, en especie, aumento del empleo y de salarios regulares, ayudas a la educación o atención sanitaria. En consecuencia, la población identifica conservación con desarrollo, y su respuesta es proteger su medio de vida.

Para evitar otra preocupación de las asociaciones contrarias al comercio de marfil, como es impedir que colmillos de origen ilegal se mezclen con los de las conservancies y Parques, la NNF propone como objetivo un mercado de marfil donde el beneficio revierta en la población que convive con los elefantes. A ser posible, de forma directa: que no sea el gobierno el gestor y el beneficiario de las ventas, como sucede en la actualidad y por mucho fondo de fauna que haya.

Los gestores de las conservancies ya están demostrando solvencia para gestionar de forma satisfactoria muchos otros recursos también muy rentables como el turismo fotográfico o el cinegético. Así, el comercio de marfil se puede convertir en un nuevo ingreso directo en las comunidades que conviven con elefantes, para reforzar el lazo entre beneficio y conservación, siempre cumpliendo unas premisas adecuadas.

Resumiendo, que la fórmula que mejor conjuga legalidad, conservación y explotación racional de los recursos es una fórmula en el fondo muy sencilla y fácil de obtener: desarrollo. No ese desarrollismo que entendemos en otras latitudes: ladrillazo y especulación; ni esas inversiones de los "repsoles" y demás grupos empresariales que sólo buscan el beneficio económico. Es, por el contrario, no impedir sino en todo caso fomentar que la población local tenga acceso a la producción y al beneficio que otorga la explotación racional de sus recursos. No es una quimera. En varias regiones de Namibia, ese país que vende marfil, está pasando ya y ahora.