Balagué reconstruye un viaje sanguinario del mayor asesino en serie de España

Valladolid.-  Se hacía llamar "El Arropiero" y está considerado el mayor asesino de España, tras cometer casi medio centenar de asesinatos, de los que sólo siete fueron comprobados por la policía en un viaje guiado por el propio detenido, y que Carlès Balagué reconstruye en "Arropiero, el vagabundo de la muerte".

El documental, que se estrena hoy dentro de la 53 Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), muestra el mismo viaje que el asesino realizó por España con dos policías y un juez en los años 70, destinado a poner fin a varios sumarios sin resolver.

En aquel recorrido, realizado después de que Manuel Delgado (1943-1998) confesase sus 48 crímenes y de los que sólo se le llegaron a atribuir siete, se creó una historia de amistad justicia-verdugo que se prolongó hasta el final de su vida.

A pesar de ejercer como vendedor de arrope -jarabe de mosto-, se pasó la vida deambulando como un vagabundo, con trapicheos y vendiendo sangre mientras mataba a "lo que en el momento se encontraba", ha explicado a Efe Carles Balagué, quien ha reunido en el documental a todos aquellos que le conocieron, desde el abogado encargado de su caso hasta los policías y psiquiatras que le trataron.

"Nadie supo qué hacer con él, ni la justicia ni la policía", asegura Balagué, ya que sus características psicológicas, las que hicieron que cometiese desde el crimen más absurdo hasta el asesinato por dinero, de ricos y de pobres, hicieron que sobrepasase "la dimensión habitual de todos los asesinos en serie".

En su periplo sanguinario viajó por Francia e Italia, donde dejó varias víctimas, pasó por la legión, trabajó de sicario para la mafia marsellesa y sólo tuvo a una persona fiel, aunque a temporadas: su propia hermana.

El documental de Balagué, rodado entre 2006 y 2007, pretende analizar la "psicología extraña" de este personaje, equiparado a la categoría del "carnicero de Milwaukee" y que logró ganarse la extraña relación de fascinación y odio de parte de los agentes que comprobaron junto a él sus crímenes, un caso que "todavía fascina a la policía", concreta el también ensayista y crítico de cine.

No fue juzgado por la complejidad del proceso y nadie reclamó, ni los propios familiares de sus víctimas, pero ingresó en la cárcel modelo y estuvo en varios psiquiátricos hasta su muerte en 1998, con 53 años pero con apariencia de 70, motivada por los "electroshocks" que le aplicaron en sus últimas dos décadas.