DUBLÍN (IRLANDA).- Los Docklands en Londres, Meatpacking District en Nueva York, 22@ en Barcelona o Puerto Madero en Buenos Aires son ejemplos de reciclaje de antiguas y degradadas zonas industriales en prósperos barrios residenciales. A Dublín le toca su turno con la reconversión de los antiguos muelles del río Liffey en un área financiera, de servicios y residencial. El proyecto, Docklands Development Project, se fraguó hace ya una década, pero es ahora cuando se están empezando a ver sus frutos.
Naves industriales abandonadas, almacenes, vías de tren a ninguna parte y gigantescos solares están siendo sustituidos por modernos y carísimos apartamentos de alto standing, oficinas de las firmas más prestigiosas a este y al otro lado del Atlántico, cines, teatros, locales de diseño, museos, hoteles cinco estrellas y restaurantes vanguardistas.
Los Docklands son ahora un inmenso y caótico mar de grúas sobre 520 hectáreas en las que se lleva trabajando desde 1997. Un terreno abonado para la experimentación de arquitectos y promotores que aprovecharon el empuje del Celtic Tiger irlandés y la mano ancha de las autoridades para diseñar un barrio a su medida. La crisis se nota en el ritmo de las obras, aunque gran parte del proyecto, con fecha de caducidad en 2012, está ya finalizado.
En la orilla sur del río, y en torno a la desembocadura del Gran Canal, es donde la actividad ha sido más frenética. Allí se ubica lo que los planificadores idearon como corazón del proyecto: una gran plaza de 10.000 m2 diseñada por la paisajista norteamericana Marta Schwartz. La plaza acoge edificios de oficinas; un paseo con amarres y agradables vistas de la desembocadura del canal; un hotel cinco estrellas de Manuel Aires Mateus y el Grand Canal Theatre del estudio de Daniel Libeskind, aún en construcción, y que se prevé tendrá capacidad para 2.000 espectadores.
No muy lejos de allí, en la puerta de entrada del puerto de Dublín desde el océano, se está levantando uno de los edificios estrella del proyecto, la U2 Tower, un rascacielos de Foster and Partners que con 120 m. pasará a ser el más alto de la ciudad. El edificio ha sido parcialmente financiado por U2, cuyo primer estudio de grabación se encontraba justamente en el área de los Docklands. La torre dispondrá de un mirador, un hotel y espacio para vivienda social. U2 se reserva un estudio de grabación en la cúpula.
La otra obra de envergadura, el James Joyce Bridge, ha sido diseñada por el siempre polémico Santiago Calatrava. Hasta el momento los dublineses sólo pueden ver una ilustración del futuro puente, previsto para 2010, y de momento no hay quejas. Entre otras cosas porque la ausencia de un enlace entre las dos orillas de la zona portuaria es un déficit histórico. Entre los dos puentes más cercanos del área hay prácticamente un kilómetro de distancia.
En la orilla norte predominan los apartamentos. Manzanas y manzanas de bloques diferentes en estilo, muchos de ellos con seguridad privada y todos con un perímetro delimitado y espacio de recreo interior. Los más interesantes se levantan sobre las aguas del Spencer Dock, detrás de la estación de trenes de Connolly. Muy cerca de allí, un antiguo almacén de vino y tabacos con diseño finisecular se ha convertido en un acristalado y atractivo centro comercial, el CHQ.
En uno de los extremos de la orilla norte, junto a la puerta de acceso al puerto, se está llevando a cabo la ambiciosa remodelación de The Point Theater, sala histórica de conciertos que acogerá un museo, un cine multisalas y oficinas. Y precisamente en The Point tendrá su última parada la prolongación de la red roja de tranvía, una de las dos líneas dublinesas. El tranvía atravesará todo el área de los muelles hasta desembocar en la zona de carga del puerto. La estación de tren que sirve a los Docklands también ha sido creada, aunque no sin polémica por su ubicación, bastante alejada de lo que es ahora el corazón de este nuevo centro financiero.
Pero no todo lo que reluce es oro. A escasos metros de la infranqueable valla que hace de perímetro de las obras se encuentra uno de los barrios más degradados de la ciudad y con mayor índice de criminalidad. Basta caminar cinco minutos para abandonar el futuro de Dublín e ingresar en un deprimente presente de paro, alcoholismo, fracaso escolar y precariedad. Sólo el tiempo dirá cómo encajarán esos dos mundos.
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