Teoría y práctica de la sanidad madrileña, según Aguirre

El debate sobre la sanidad madrileña se ha reactivado a merced de las grotescas escenas y los cruces de acusaciones que se han producido durante esta semana. Entre el alboroto de las protestas, la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, ha alentado a las huestes 'populares' a realizar un esfuerzo a la hora de explicar sus posiciones con respecto a la privatización de la gestión sanitaria. La propia presidenta ha mostrado a sus correligionarios el camino a seguir y ha ofrecido un par de apuntes sobre su postura.

(EFE)

Aguirre en el hospital Puerta de Hierro.

Al referirse a la sanidad madrileña, la presidenta regional ha vuelto a echar mano de su manual de liberalismo, como ya hiciera en su reciente polémica sobre las inclinaciones socialdemócratas de Rajoy, y ha justificado sus decisiones asegurando que "las administraciones públicas deben ser garantes de los servicios públicos y no los proveedores".

Esta frase nos conduce a uno de los aspectos más candentes del debate, ya que presupone una toma de postura ideológica que no todo el mundo comparte. Por ejemplo, el catedrático Ángel Menéndez Rexach defiende que hay una serie de actividades de contenido predominantemente social en las que los poderes públicos "deben seguir siendo prestadores con sus propios medios", ya que si las prestaciones sanitarias recaen en manos privadas aparece una difícil encrucijada: "O el empresario privado desempeña correctamente su función, aunque sufra pérdidas (lo que es insostenible a medio y largo plazo) o prima la obtención del beneficio, con el consiguiente deterioro de la calidad de la asistencia prestada". "No es lo mismo gestionar la asistencia sanitaria que un servicio de transporte regular de viajeros", resume Menéndez para soitu.es.

Pero Esperanza Aguirre no se ha frenado en consideraciones de carácter ideológico y ha trasplantado sin complejos sus tesis a un terreno más práctico, al afirmar que, según "se ha demostrado", la fórmula que ella abandera (la de la gestión indirecta) es "la más efectiva". Sin embargo, los estudios más importantes que se han realizado sobre experiencias previas no son tan concluyentes. El sistema que propone Aguirre ha encontrado su mayor campo de prueba en el Reino Unido, donde se han realizado las pertinentes evaluaciones, y sus resultados no son tan favorables y han sido muy cuestionados, como pone de manifiesto con detalle un estudio titulado "El papel de la financiación público-privada de los servicios sanitarios" (en pdf), elaborado por médicos y economistas.

Resulta llamativo que ni el mencionado estudio ni el experto consultado se opongan a la privatización de determinadas formas de gestión. Por ejemplo, el catedrático Menéndez no niega que, en casos concretos, la gestión privada pueda ser beneficiosa. Y es que se antoja imprudente cerrar la puerta a cualquier mecanismo que pudiera mejorar la delicada situación económica que atraviesa la sanidad. Sin embargo, el profesor realiza una serie de puntualizaciones: los casos de privatización "deben ser excepciones a la regla de la gestión directa, y por ello necesitadas de justificación concreta, sin que sea suficiente la genérica previsión legal de su admisibilidad".

El estudio mencionado anteriormente se pronuncia en un sentido muy similar: "La valoración debería realizarse caso por caso y no globalmente". Además, en su análisis sobre la experiencia privatizadora en el Reino Unido, el informe de médicos y economistas repara en un aspecto importante: "La opacidad del sistema, dado su carácter comercial, dificulta la posibilidad de evaluar los objetivos, y existen repetidas referencias a la falta de transparencia en los correspondientes comités".

Tal vez sea ésta la razón por la que Esperanza Aguirre reclama un mayor esfuerzo comunicativo a sus compañeros en el partido. Y tal vez también sea la razón por la que los sindicatos, además de quejarse de que las concesiones actuales esconden una privatización encubierta de la sanidad en su conjunto, protestan por la falta de comunicación que existe desde la llegada del consejero Juan José Güemes. Pero si todos los actores implicados coinciden en que una buena comunicación e información es absolutamente imprescindible, entonces, ¿qué es lo que está fallando y cómo se explica una semana tan tensa y convulsa como la que está viviendo la sanidad madrileña?