Que Sharon Stone usa botox es de sobra conocido. Que quiera hacerlo en los pies de su hijo de 8 años suena un poco más escabroso. Pero, claro, al niño le sudan los pies y qué mejor remedio que inyectarle una toxina a la que se ha perdido el miedo de tanto usarla. Pedimos a la dermatóloga Elena de las Heras que nos refresque la memoria y nos cuente qué es y cuáles son los usos clínicos del botox.
¿Qué es el botox? Es la toxina botulínica, que incluye un grupo de neurotoxinas producidas por diferentes cepas de una bacteria Gram positiva llamada Clostridium botulinum.
¿Cómo actúan? Las neurotoxinas bloquean la liberación del neurotransmisor acetilcolina de las neuronas motoras con la consiguiente relajación a nivel local. No obstante, los serotipos de neurotoxinas (hay siete tipos) difieren en sus mecanismos de acción y en sus perfiles clínicos.
El tipo A de toxina botulínica fue el primero en desarrollarse para el uso clínico. Su uso en medicina se inició en los años 70, por el Dr. Scott en el tratamiento del estrabismo y posteriormente en 1985 se utilizó con éxito en la distonía focal. En 1989 la Food and Drug Administration (FDA) aprobó su uso en estrabismo, blefarospasmo -cierre involuntario de los párpados- y espasmo hemifacial -contracción involuntaria de los músculos faciales-. Desde entonces, se ha aplicado a diferentes procesos relacionados con la actividad muscular excesiva como distonía cervical, tortícolis espasmódica, -contracciones involuntarias de los músculos del cuello- fisura anal... y en julio de 2004 la FDA aprobó su uso en la hiperhidrosis axilar severa.
Para el exceso de sudor axilar está aprobado el uso compasivo hospitalario (es un tipo especial de autorización sanitaria) de la toxina botulínica. La toxina botulínica consigue una respuesta máxima a los 7 días, que puede mantenerse de 4 a 6 meses, con mejores resultados tras un segundo tratamiento. Los efectos secundarios son escasos, pero el coste del producto y la técnica es muy elevado. Fuera de indicación, pueden obtenerse buenos resultados en el tratamiento del exceso de sudor de manos y también de la frente o cuero cabelludo. Sus aplicaciones en el sudor de los pies son más limitadas, pues existen alternativas tópicas (sales de aluminio, fórmulas magistrales con glutaraldehído formaldehído...). Además el coste sería excesivo.
¿Cómo se descubrieron sus aplicaciones cosméticas? Al descubrir que mejoraban las arrugas de expresión del entrecejo al tratar un paciente con blefarospasmo.
Los primeros artículos sobre el uso cosmético de la toxina botulínica fueron publicados por Alastair y Jean Carruthers a principios de los 90, y fue en el año 2003 cuando la FDA aprobó el uso de toxina botulínica tipo A en el entrecejo. Se considera, según expertos como el matrimonio Carruthers mencionado, que los pacientes de 30 a 50 años de edad pueden ser los más sensibles al tratamiento ya que es más probable que sus arrugas estén causadas por la actividad muscular que por la pérdida de elasticidad cutánea que aparece durante el envejecimiento. Los efectos son aparentes, por lo general en un día o dos y evidentes durante 3 ó 4 meses, pero pueden durar 6 meses o más. Con inyecciones repetidas hay una tendencia a que las últimas produzcan una mejoría estética que dure más.
*Elena de las Heras Alonso es dermatóloga.
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