Quizá la única manera de que a uno se le recuerde como miembro del jurado de un festival sea tomando la decisión más inesperada y cabreante posible. De ser cierta esa máxima, Jonathan Demme, Leonor Watling y Nadine Labaki (el resto me los ahorro por ser desconocidos para casi todo el mundo), serán muy recordados, puesto que han premiado casi todo lo que el público y la crítica habían rechazado con vehemencia y se han cargado a dos de las favoritas: la española 'Camino', y 'Auritemo, auritemo (Still walking)', del japonés Kore-eda, que parecía tener la Concha de Oro segura desde que se proyectara por vez primera.
La turca Yesim Ustaoglu.
En su lugar, ha sido la turca 'La caja de Pandora', la merecedora del premio máximo, el único que podrá verse al primer golpe de vista dentro de varias décadas en las Wikipedias de turno. No parece un justo representante de lo que esta 56° edición del Festival de Cine ha supuesto. Lástima.
Fue el propio Demme quien el jueves, en rueda de prensa, se encargó de dar pistas: "Puede que tengamos que matizar algo, pero lo que está claro es que hay una película por encima de las demás". No había que ser muy listo, 'Still walking', una deliciosa tragicomedia sobre las difíciles relaciones intrafamiliares era la única que no había molestado a nadie y, a su vez, había fascinado a un mayor número de personas. Los más recelosos sospechaban que de haber querido Demme imponer su voz, la danesa 'Fear me not' podría haberse visto beneficiada (a pesar de que su argumento se diluye como un azucarillo a medida que crece el metraje) por la consabida querencia por el cine Dogma del director de 'El silencio de los corderos' (su 'Rachel getting married', presentada en Zabaltegui es fruto de esa pasión).
El barómetro de la masa fue demoledor al conocerse la decisión del jurado. A los gritos de "!Qué horror!", "!Qué catástrofe!" fue recibida la noticia de una platea engalanada para ver si por una vez coincidían con esa gente lista venida de fuera. Redundó en el disgusto la Mención Especial del Jurado, que quiso celebrar la existencia de ese cruel filme que es 'El caballo de dos patas', de la iraní Samira Makhmalbaf. Había quienes decían en tono de broma que el joven que interpreta al caballo que da nombre a la película podría obtener el premio al mejor actor por adoptar un rol de no humano, pero eran bromas de bar, chistes inofensivos que nadie en su sano juicio esperaba pudieran concretarse; excepto los más viejos del lugar, esos han visto de todo. Y más gritos, y Demme, que no se sabe si es inocente o se lo hace, se cuestionaba si los pitos eran para celebrar lo acertado de su elección.
Menos polémicos, en cualquier caso, fueron los premios actorales. El masculino, para Oscar Martínez, por su sobria interpretación de un dramaturgo inmerso en la crisis de la mediana edad en la argentina 'El nido vacío' (que también se llevó el gato al agua en el apartado de Fotografía). Por parte de las mujeres, reparto, ya que la norteamericana Melissa Leo fue distinguida ex aequo junto a Tsilla Chelton, nonagenaria protagonista de la vencedora 'La caja de Pandora'. Muchos eran los que barajaban nombres españoles para la Concha de Plata (a Verónica Echegui, por su yonqui en 'El patio de mi cárcel' y a la jovencísima Nerea Camacho, que da vida a 'Camino' en la cinta de Javier Fesser, debieron pitarles los oídos hasta el último momento, si bien no puede decirse que este apartado fuera uno de los más protestados).
A la categoría de ni frío ni calor, pueden adscribirse el premio al Mejor Director, Michael Winterbottom, que ya se hiciera con el de mejor fotografía con '9 songs' en 2004, y el Fipresci para la provocadora 'Tiro en la cabeza', de Jaime Rosales, que va ganando adeptos con el paso de los días. Hay quienes han apuntado que es incluso un premio demasiado menor para lo que se valorará este intento de arte (según la propia autodefinición del director de "artista") en el futuro.
Y entre tanto drama, la comedia. La única a concurso, 'Louise-Michel', de los franceses Benoît Delépine y Gustave Kervern, tiene según dice el acta oficial el mejor guión de San Sebastián 2008, año en que desfiló por Donosti Woody Allen con sus gafillas, su elocuencia desmedida y su pelo cada vez más cano. Año en el que la Streep y el Banderas fueron reconocidos por sus "carreras ejemplares" y año en el que se echó de menos a Brad Pitt, a George Clooney y a los hermanos Coen, que decidieron promocionar la divertida "Quemar antes de leer" (Premio del Público) en Venecia pero no en España. En su lugar vino John Malkovich, que junto a Bardem (sin Pe) y a los emergentes Miguel Ángel Silvestre y Verónica Echegui añadió más color aún al fucsia intenso de las alfombras de gala que les acogieron. Todo esto y algo más fue ese 2008 ya lejano que se borrará pronto como un recuerdo efímero en la memoria, porque lo raro hubiera sido que lloviera a gusto de todos. Eso, señores jurados, tomen nota; es lo que les haría únicos, y no al revés.
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