Berlín inaugura el experimento 'Siempre hay algo que hacer'

BERLÍN.-  'Es gibt immer was zu tun' (siempre hay algo que hacer) es la frase de caracteres enormes que ha sido instalada desde hace algunos días en el último piso de un edificio típico de Berlín este, en Torstrasse 166. Como un imperativo de la creatividad, recuerda a los transeúntes y a los artistas las reglas del juego en Berlín: siempre hay algo que hacer, siempre hay un rincón de la ciudad que se puede transformar en galería de arte y espacio de fiesta. Siempre hay algo que comunicar.

www.torstrasse166.de

El proyecto Torstrasse 166 estrenado anoche es un ejemplo de lo que pasa en la ciudad todos los días. Tres administradores artísticos, Ralf Schmerberg, Jaana Prüss y Meter Weber notaron el edificio abandonado, pidieron la autorización al ayuntamiento y convocaron a los artistas. «Hemos invitado a doce artistas y hemos dado a todos una habitación como primera referencia para su intervención artística», explican en la presentación. Desde el sótano hasta el techo, pasando también por el patio interior, todos los espacios han sido 'modificados' en habitaciones mágicas, burbujas, cuevas, laberintos…

A partir de la fachada, donde la artista japonesa Chiaru Shirota, que algunos señalan como heredera de Marina Abramovic y Rebecca Horn, ha fijado cientos de zapatos, atados todos a un único punto con un hilo de lana rojo, en una proyección fantástica de una de las más típicas obsesiones femeninas. Del acceso, se pasa directamente al patio que por la ocasión ha sido cubierto con una enorme burbuja sonorizada por el grupo Plastique-Fantastique, del italiano Marco Canevacci.

En el segundo piso, los artistas y arquitectos del grupo alemán Raumlaboor han modificado la planta del departamento que le habían asignado, definiendo a través de nuevas paredes, otra planta posible. El resultado es un piso laberíntico en el que conviven el dibujo original y el que pudo ser.

Todo otro estilo, la noruega Sissel Tolaas ha dejado su habitación vacía porque «Das Leben ist das beste Parfüm», la vida es el mejor perfume, y para descubrir su instalación hay que acercarse a unos pequeños huecos detrás de las puertas que disparan constantemente olores distintos según la habitación. Un piso más arriba la canadiense Laura Kikauka ha llenado su espacio de prácticamente cualquier cosa, al mejor estilo trash kitch berlinés.

La exposición durará tres semanas, con una pequeña fiesta cada viernes en el último piso. Justo después, los artistas y sus espacios fantásticos saldrán de la casa que volverá a quedarse vacía. Creativos y administradores estarán otra vez en la calle para buscar otro espacio y empezar todo de nuevo. Siempre hay algo que hacer.