Decíamos que en 'El bueno, el feo y el malo', Sergio Leone dividió a los cazadores de recompensas de su película en tres tipos: el bueno, el feo y el malo. Estas mismas categorías servirían para catalogar a los protagonistas de la crisis más grave de la historia desde 1929. Pero habría que añadir dos más: los malísimos y los 'wanted'. Después de hacer un repaso entre los que podríamos considerar que son los buenos de esta historia, es hora de poner a cada uno en su sitio y señalar a los que han desempeñado un papel más incómodo y se merecen ser catalogados como feos, malos, malísimos y 'wanted'.
B.S.O para leer la noticia.
Los feos serían los organismos reguladores y supervisores, los bancos centrales, sus presidentes y gobernadores; esas instituciones tan grises y encorbatadas; esos tipos que cada vez que han salido en el telediario nos llevan directamente a levantarnos a por el pan o a cambiar de canal.
La FED, el SEC, el BCE, la CNMV, el BE, el FMI, el BM. Un horror. Para seguirlos, hay que tomárselos como si la necesidad de descomponer sus siglas fuera un ejercicio para la memoria que sustituye al sudoku. Son los bancos centrales de nuestros países, los que deben dirigir nuestra política monetaria y supervisar la solvencia financiera, o los organismos reguladores, encargados de regular los mercados.
Sus directivos suelen ser unos tipos a menudo más sabios de lo que pensamos, aprisionados entre la necesidad de sembrar la prudencia ante los eufóricos, pero sin caer en alarmismos que espanten a los consumidores y lleven a la temida pérdida de confianza. Soportan la mala cara de los políticos del Gobierno de turno, cuando no los intentos de presión.
Jean Claude Trichet, un feo que lo tiene y lo ha tenido crudo.
Conocen su papel de feos y utilizan un lenguaje rebuscado, poco cercano al ciudadano de a pie, medido por las circunstancias. Tan medido, que uno no sabe qué quieren decir.
Unos meses antes, empeñado en dar confianza, el mismo Bernanke decía que la economía se recuperaría en el año 2007. Suena contradictorio puesto así. Pero es que, entre medias, hay que analizar lo que ha pasado, con imponderables tales como la escalada espectacular del precio del petróleo.
Ejecutivos ante la sede de Nomura Holdings Inc. en Tokio. Esta empresa ha comprado los activos en Oriente y Europa de Lehman Brothers.
¿Cuál es la diferencia entre un economista y un analista? Grosso modo, el analista debería de ser economista —normalmente lo es—, pero que se dedica a examinar los mercados en el día a día. Con sus consejos y experiencia, con su olfato e intuición, explica a los clientes del banco, con grandes carteras o medianas, —y también a los periodistas, otros que vamos tan pegados a la inmediatez como los denostados analistas— por dónde dirigir sus inversiones. Mientras que el economista, el profesor o el catedrático, como algunos de los buenos citados al principio, acostumbran a estudiar la macroeconomía, las causas sociales y economías en su conjunto para marcar tendencias, el medio plazo. Estos últimos se supone que están menos presionados por el día a día y tienen tiempo de pensar, estudiar e investigar. Algo lejos del alcance de un analista.
Dentro de toda esa fauna que en sí misma conforman los analistas, destacan, por sus meteduras de pata en los últimos tiempos, los que trabajan en las grandes agencias de calificación, las compañías que conceden los rating, las notas sobre la solvencia de este gran banco o aquella gran empresa. Las intocables Moody´s y Standard and Poors se han cubierto de gloria con los grandes bancos de inversión.
Philip Falcone, el 'Midas de la Miseria'.
En España, estos malísimos tuvieron que dar antes de ayer la cara. La CNMV (el supervisor de los mercados) les obligó a declarar sus posiciones "bajistas", en vez de prohibirles operar como ha sucedido en Estados Unidos y Gran Bretaña. El resultado es que han desvelado sus posiciones de acoso sobre todo a entidades como el Banco Popular, con lo cual está por ver el favor que la CNMV hace a las entidades objetivo de estos fondos.
El líder de todos estos tipos se llama Philip Falcone y su fondo de alto riesgo Harbinger Capital Partners. Falcone se ha hecho millonario gracias a las hipotecas basura o 'subprime'. Fue la revista Businessweek quien le coronó como el "Midas de la Miseria".
Hasta hace unas semanas, eran el no va más. Lo tenían todo. Dinero, poder y prestigio. Ahora les queda el dinero, escaso o nulo poder y nada de prestigio. Se trata de los gestores de los grandes bancos de inversión, desde Bear Sterns a Lehman Brothers o Merrill Lynch, Freddie Mac o Fannie Mac. Unos tipos que han llevado el sistema a la ruina y aún no han pagado por ello. Alguno está a punto de ser declarado en 'busca y captura' —'wanted'— a poco que el FBI siga investigando posibles fraudes y cuál es la responsabilidad de los gestores en la quiebra de estos monstruos de las finanzas.
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