La cacareada crisis económica, al igual que las cuestiones ecológicas y las averías en la segadora de césped o en la conexión de Internet al ordenador, es un problema de ricos. ¿De qué nos quejamos? Somos ricos. Por eso nos pasa. La mayor parte de la humanidad no tiene problemas con la batería del móvil. Un teléfono, ¿qué es eso?, se preguntan los pigmeos y los bathusis, mientras apuntan con escopetas de madera a los aviones que surcan el cielo de la selva. Ta, ta, ta, ta... disparan sin pólvora, sin cartuchos, sin nada, a ese avión que te lleva a Mallorca. Con una bolsa del Corte Inglés que les trajo el pasado martes el viento — esa misma bolsa que transportó tu último bañador—, son capaces de erigir una catedral enorme en mitad del bosque. Caben todos y todas dentro, y al atardecer, juegan allí al escondite hasta que la luna llega a lo más alto. Los primeros viernes de cada mes, incluso juegan al bingo, con los huesos de mono secados al sol como fichas. Y se ríen. Y se descojonan de tí; y de tus cuitas.
El otro día vi un documental en la tv francesa sobre las parteras en una zona de la India. Me quedé de piedra al saber que estas mujeres imprescindibles pertenecen siempre a las castas más bajas, a los Intocables. Pero son, a fin de cuentas, las únicas que recorren toda la escala social. Nadie más entra en el gran palacio por la mañana, y en la más humilde choza por la tarde. Las parteras son las únicas que tienen conocimiento de causa, las únicas que conocen el contexto en su integridad. Preguntemos a ellas. ¿Qué dicen sobre la crisis que nos apesadumbra?
Estas mujeres que ayudan a que la vida humana exista, no tienen noticia de nuestra crisis. No padecen de insomnio ni saben qué demonios es una hipoteca. Jamás se quedan atascadas en el metro.
Estas mujeres del todo necesarias sólo se quejan del temor que pasan en los caminos que van de una aldea a otra. De que existen bandoleros que les arrebatan el puñado de arroz ganado al asistir al parto en las chozas, las dos rupias que han atrapado al vuelo en el palacio. Y que si llegan a casa sin el arroz o la pasta, el marido las mata a palos.
Estas mujeres que ayudan a que la vida humana exista y siga, no tienen noticia de nuestra crisis. No padecen de insomnio ni saben qué demonios es una hipoteca. Jamás se quedan atascadas en el metro. Se limitan a repetir lo aprendido, y obligan a las parturientas de su casta a beber, justo en el momento del parto, el agua que ha servido para lavar los pies del marido y la suegra. En señal de sumisión y humildad, dicen. Y aún así se ríen, y se descojonan. De tí y de tus cuitas.
¿Crisis? ¿Qué crisis? ¿La del elefante que pisa a la hormiga y se queja del dolor que siente en su patita? ¿Qué dice la hormiga? ¿Cuál es su opinion?
La hormiga no opina nada: está muerta y aplastada.
Cuenta un escritor amigo en una de sus crónicas que, entre los oficios que han desaparecido hace no demasiado tiempo, uno de los que más curiosidad despiertan es el del Sustanciero. Se trataba, al parecer, de viajeros que pasaban por los lugares y las casas ofreciendo sustancia. Es decir, traían un jamón al hombro, o un buen trozo, al menos, y lo introducían por un tiempo en el cocido o potaje que se estaba haciendo al fuego para que aquello tuviera sustancia y sabor.
Por lo visto, muchos de ellos regresaban de Compostela o de alguna batalla perdida, rumbo a casa; y no encontraban mejor sistema para comer plato caliente que este pago por sus servicios. Mas lo cierto es que nadie se acuerda ya de aquellos hombres que eran llamados por las señoras desde las ventanas, entraban en la cocina y pasaban allí un rato hasta que la comida cogiese gusto y a cambio recibían algo de comida caliente.
¿Sabe alguien de este asunto? ¿Habías oído el nombre Sustanciero? Cuéntanoslo, por favor.
¿Era uno de ellos tu abuelo?¿Tu bisabuelo, quizás?
¿Qué opinaría él de esta crisis que nos atormenta? ¿No te parece que se partiría la caja? Contigo y con tus cuitas.
No seamos lelos: efectivamente, debajo de los adoquines, sigue habiendo una playa. Lo que pasa es que acojona volver a las barricadas y quedarse sin la mantequilla de la tostada, con el café de la mañana. ¿O no?
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David de Jorge y Hasier Etxeberria, autores del libro "Porca Memoria" (Ed. RBA), publican y guardan aquí sus inspiraciones gastroliterarias. O algo así.
esta crisis tiene mucho de neurósis colectiva y el resto del mundo, erre que erre, que no, que es el cataclismo +
cualquier cosa nos parece un mundo, siempre tenemos una excusa para quejarnos de lo que nos pasa +
Soitu.es se despide 22 meses después de iniciar su andadura en la Red. Con tristeza pero con mucha gratitud a todos vosotros.
Fuimos a EEUU a probar su tren. Aquí están las conclusiones. Mal, mal...
Algunos países ven esta práctica más cerca del soborno.
A la 'excelencia general' entre los medios grandes en lengua no inglesa.
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“Algunos luchamos por tener los pies en suelo.” Lo decía ayer en su Twitter Raül Romeva, uno de los cuatro eurodiputados españoles (Oriol Junqueras, de ERC, Ramon Tremosa, de CiU, Rosa Estarás del PP y él, de ICV) que apoyaron la enmienda para evitar que el presupuesto comunitario de 2012 contemple los vuelos en primera clase de los parlamentarios europeos. No era una excepción. Lo escribía ahí porque es lo que hace siempre: ser transparente.
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“Os propongo que sea el Comité Federal, en la próxima reunión que tengamos, después de las elecciones autonómicas y municipales, el que fije el momento de activar el proceso de primarias previsto en los Estatutos del partido para elegir nuestra candidatura a las próximas elecciones generales.” De esta manera, Zapatero ha puesto las primarias en el punto de mira tras anunciar que no será candidato a la reelección. Tras este anuncio, observamos algunas reflexiones sobre el proceso
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