Venecia (Italia).- Hace cincuenta años, Louis Malle presentó en la 15 edición Mostra de Venecia su segunda película, "Los amantes", y con ella llegó el escándalo. Las infidelidades de una joven burguesa, encarnada por Jeanne Moreau, presentaron por primera vez en el cine a la mujer sexualmente emancipada
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Malle, con sólo 26 años, supo crear para su segundo filme en solitario un enrarecido ambiente marcado por el tedio y la frustración, en el que surgen la ruptura y la liberación y desaparece el remordimiento. Mientras los sectores conservadores la acusaban de celebración del pecado de la carne, el festival le concedía el Gran Premio del Jurado.
Presidido por el cineasta francés Jean Grémillon y con el fundador de la Filmoteca Española, Carlos Fernández Cuenca, entre sus miembros, el jurado supo valorar sus cualidades artísticas y ayudar a su distribución, que tuvo serias dificultades en numerosos países como España o Estados Unidos, donde el Tribunal Supremo dictó finalmente en 1964 que no era una película obscena.
"Los amantes" presentaba a una joven, casada con un periodista -interpretado por Alain Cuny-, y que viaja a París regularmente para encontrarse con una amiga y un amante -encarnado por el español José Luis de Villalonga. Un día, las circunstancias juntan a estos cuatro personajes, además de otro imprevisto, en su casa de campo.
Ya se habían mostrado en el cine los devaneos extramatrimoniales femeninos, pero "Los Amantes", basada en un cuento corto de Dominique Vivant del siglo XVIII, lo hacía sin moralismos y de manera más explícita, hasta el punto de que escenas hoy ingenuas fueron acusadas de pornografía.
La parte final de la película, que plasmaba con suma belleza el ritual amoroso integrado en la naturaleza, culminaba con una escena de cama en la que Moreau representaba los espasmos del clímax sexual agarrándose a las sábanas y en la que la cámara retrataba levemente su pezón izquierdo.
Truffaut la describió como "la primera noche de amor del cine", mientras su director explicaba a Phlip French en "Conversaciones con Louis Malle" que "la primera mitad es una comedia de costumbres, una sátira del modo de vida de la alta sociedad francesa a finales de los cincuenta. La segunda parte es un homenaje al pintor romántico alemán, Caspar David Friedrich".
Oriana Fallaci definió la película en su momento en el semanario "L'Europeo" como "un bello escándalo" y recordaba cómo Moreau apareció ante la prensa "con un pudor que la turbaba, educadamente vestida de rosa y subiendo las escaleras del Palazzo del Cinema con prisa para que la fotografiaran lo menos posible".
Pero el tiempo ha demostrado que, mientras el escándalo ha desaparecido, la calidad del filme resplandece y su mensaje sigue siendo revelador. Louis Malle, que nunca somete a juicio a sus personajes, otorga en "Los amantes" carta blanca a la mujer.
Como ser libre, le da la oportunidad de ser caprichosa y sensible, aleatoria o diligente. Moreau elige en "Los amantes" ser infiel a su marido desde el principio, así como serlo a su propio amante al final. Sin arrepentimiento ni aparente justificación. Incluso sin repercusión en su satisfacción. Le apetece y con eso basta.
Con una estética limpia, con un ritmo suave y con música de Brahms, "Los amantes" describió entonces una exquisita violación a la moral. Una simple posibilidad, nunca una apología, de que ese personaje de sexualidad apática pudiera elegir su camino en el almidonado mundo de las campiñas pobladas por burguesía francesa.
"Cuanto más vivo, menos confío en las ideas, más confío en los sentimientos", diría Louis Malle en el futuro, pero ya lo había adelantado en su segunda película, en la que practicó también una de sus máximas: "Creo que lo previsible se ha convertido en la regla y yo quiero lo contrario. Me gusta desconcertar al espectador".
Con Jeanne Moreau, con la que trabajó en su debut "Ascensor para el cadalso" (1957), su química fue mucho más allá del tándem profesional y de su sinergia nacieron las bases de uno de los autores fundamentales del cine europeo y de la gran dama del cine francés.
Malle, que obligaba a Moreau a no llevar maquillaje en sus películas, decía de ella: "Puede ser casi fea y después segundo más tarde se convierte en una cara increíblemente atractiva. Pero es siempre ella misma".
Moreau, por su parte, reconocía: "Todo lo que he experimentado en mi vida aparece en mis películas, forma una parte integral de ellas y cuando veo una película que hice hace tiempo, veo mi propia vida detrás de ella".
Así, pronunció en ocasiones frases que bien podrían ser de su propio personaje, una cínica en el amor. "El amor es como una sopa. Las primeras cucharadas están demasiado calientes y las últimas demasiado frías".
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