John Edwards, otro que entona el 'mea culpa' por un escándalo sexual

El ex aspirante a candidato demócrata, John Edwards, tenía que habérselo pensado dos veces antes de echar una canita al aire a espaldas de su mujer. Se ha olvidado de lo mal que sientan en el mundo anglosajón los escarceos amorosos (y sexuales) de sus políticos. Basta con observar las reacciones que se desatan cuando la historia sale a la luz, después de que la prensa persiga y posteriormente se recree en sus escándalos sexuales, cual Santa Inquisición.

JOHN GRESS (REUTERS)

John Edwards en un acto de campaña, arropado por Elisabeth, su mujer.

John Edwards es el último en unirse al club de los fustigados públicamente al destaparse un episodio "secreto" de su vida sentimental. ¿Su mérito? Mantener un romance con Rielle Hunter, una aprendiz de cineasta a la que el ex senador pagó 114.000 dólares para que produjese cuatro vídeos de campaña para Internet, a pesar de su falta de experiencia. La historia se complica, pues Hunter es madre de un niño cuya paternidad se atribuye al ex senador. Edwards ha reconocido el escarceo, ha pedido perdón a la prensa por mentir en plena campaña y, por su puesto, a su mujer -enferma de cáncer de pecho- por el desliz, pero ha negado que el hijo de su ex amante sea suyo.

Edwards, cuyo nombre se barajaba como un posible candidato a vicepresidente, si Obama gana las elecciones, tiene complicada su permanencia en la política. La historia está plagada de casos como el suyo. Estos son sólo algunos ejemplos:

Eliot Spitzer

Al ya ex gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, no le quedó más remedio que dimitir después de verse involucrado en un escándalo sexual. Spitzer, el azote de la prostitución en Nueva York, era a su vez un fiel cliente de un club de meretrices de lujo, unos servicios por los que llegaba a pagar 5.500 dólares la hora. En total, los vicios le costaron unos 80.000 dólares. Después del trago de entonar el mea culpa delante de las cámaras y ante la atenta mirada de su mujer, le toca decir adiós. No es el único que se ha visto en una circunstancia parecida... y mucho menos en el mundo anglosajón.

Así, el New York Times fue el encargado de difundir la imagen en la que se ve al político neoyorquino, casado y con tres hijos, en la puerta de un hotel de Washington, donde supuestamente iba a encontrarse con una prostituta de alto standing.

Strom Thurmon

Fue Senador de Carolina del Sur durante 48 años, en los que defendió a capa y espada el segregacionismo racial. Años más tarde se descubrió que, mientras afirmaba que los negros habían prosperado en EEUU gracias al "amable carácter de las gentes del Sur", apoyaba en secreto a su propia hija, nacida de la relación que mantuvo con una criada afroamericana de la familia de 16 años. La historia de Essie Mae Washington-Williams, hija de Thurmon, no salió a la luz hasta varios años después de su muerte, pero causó un gran revuelo entre la sociedad sureña.

John Profumo

Era el ministro de Defensa británico, durante el mandato del conservador Harold Macmillan. La relación sentimental de ocho años que mantuvo con Christine Keeler, conmocionó a sus compatriotas al descubrirse que ésta era también la amante de un espía soviético llamado Eugene Ivanov. Profumo se enteró de todo, pero siguió adelante con su relación. Un amigo común, Stephen Ward, que les ayudaba a planear sus encuentros, se enteró de que Keeler había contado a un periodista la historia de las armas atómicas y terminó por poner al Gobierno al corriente sobre la aventura entre Profumo y Keeler.

Debido a las presiones de los servicios de inteligencia el asunto acabó en los tribunales. A Keeler se le acusó de conspiración y fue condenada a nueve meses de cárcel, aunque nunca pudo demostrarse el espionaje. Fue el detonante que dio rienda suelta a los rumores que vinculaban a la alta sociedad británica con las prostitución de lujo y las orgías. El médico Stephen Ward, acusado de proxenetismo, se suicidó un día antes de la proclamación del veredicto.

Bill Clinton

El más sonado de los escándalos sexuales de los políticos tuvo como como escenario la Casa Blanca. El escarceo amoroso de Clinton con una becaria, más conocido como el 'caso Lewinsky' dio la vuelta al mundo. El ex presidente de Estados Unidos negó bajo juramento que hubiera mantenido sexo oral con Mónica Lewinsky en el despacho oval, tal y como ella sostenía, por lo que fue acusado de perjurio, además de otros once delitos graves "merecedores de un proceso de destitución", entre los que se encontraban abuso de poder y obstrucción a la justicia. Finalmente, Clinton acabó reconociendo que había mantenido un "comportamiento físico impropio", pero negó el perjurio. La sangre no llegó al río, pero Clinton salió de la Casa Blanca con su imagen y la de su partido muy dañada.

David Blunkett

En el año 2005, el por entonces ministro de Educación del Reino Unido, David Blunkett, gran aliado del ex Primer Ministro, Tony Blair y responsable de la lucha antiterrorista, se vio obligado a dimitir al desvelarse un supuesto abuso de poder relacionado con su vida personal. Al parecer, Blunkett habría facilitado un visado a la niñera de su amante. Al ministro no le quedó más remedio que abandonar el Gobierno para no dañar más la imagen del Ejecutivo, deteriorada, entre otras cosas, por la intervención en Irak.

Mark Foley

El legislador estadounidense tuvo que renunciar a la vida política en el año 2006 tras ser acusado de enviar mensajes con contenido sexual a los azafatos adolescentes que trabajaban en el Capitolio. Los mensajes de texto salieron a la luz por lo que Foley tuvo que defenderse asegurando que, aunque es homosexual, nunca ha mantenido relaciones con un menor de edad.

Larry Craig

Fue arrestado en junio del año pasado después de ser pillado 'in fraganti' manteniendo relaciones sexuales en un baño público del aeropuerto internacional de Minneapolis, frecuentado por homosexuales. Al Senador estadounidense no le quedó más remedio que declararse culpable de "conducta lasciva", aunque negó rotundamente que sea homosexual: "No soy homosexual y nunca he sido homosexual". Craig, quien ocupaba un escaño en la Cámara Alta desde 1990, tuvo que dejar la política.