Turquía se salva de la debacle pero el Gobierno recibe un aviso

Contra todo pronóstico, el Tribunal Constitucional de Turquía ha decidido no ilegalizar al gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). La Corte ha dictaminado que el partido perderá la mitad de sus fondos de financiación pública, pero esa penalización tiene relevancia secundaria frente a lo que se jugaba el AKP con esta sentencia.

Ates Tumer (EFE)

El Primer Ministro turco Recep Tayyip Erdogan atiende a los medios de comunicación en Ankara tras la decisión de la Corte Constitucional de no ilegalizar su partido.

Con la decisión se han librado de perder sus puestos el presidente Abdulah Gul y el primer ministro Recep Tayyip Erdogan. Además, se ha evitado la inhabilitación política de unos 70 miembros de su grupo y la convocatoria de elecciones anticipadas. Esas eran las medidas punitivas que se esperaban tras las controvertidas acusaciones presentadas por la Fiscalía de que el AKP intentaba islamizar Turquía.

Murat Mercan, portavoz del AKP, apenas podía ocultar su desbordante satisfacción por el inesperado fallo. "Respetamos, naturalmente la decisión del tribunal; nos aplicaremos las lecciones aprendidas y pasaremos a concentrarnos en las reformas económicas que necesita el país y en seguir empujando con mayor vigor la candidatura de Turquía a la Unión Europea", declaró a soitu en conversación telefónica desde Ankara Mercan, quien se negó a ser más explícito.

Pero el júbilo inicial está matizado por lo que muchos observadores perciben como una seria advertencia de la Corte al partido de Erdogan. De los once magistrados que han deliberado sobre el caso, seis votaron a favor de la ilegalización y cuatro por la suspensión de ayudas estatales. Un voto más a favor de la prohibición habría bastado para cerrar el partido.

Resultado inesperado

"Nadie esperaba este resultado, que es positivo, porque el otro escenario alternativo habría generado un caos total, incluso una crisis en el país", explica el analista turco Ragov Duran. "Pero entiendo esta sentencia no tanto como una victoria para el AKP sino como un empate entre el partido y las fuerzas opositoras: los jueces están enviando un mensaje muy claro al AKP. Le están diciendo que si no se anda con cuidado en la próxima vuelta se lo cargarán".

Mehmet Dulger, antiguo miembro del AKP y ex presidente del Comité Parlamentario de exteriores turco, también se muestra cauteloso: "Muchos de mis votantes me han llamado felicitándose por este dictamen. Tenían la sensación de que éste era el fin victorioso de un partido de fútbol muy difícil. Ahora habrá menos tensión. La ilegalización habría creado dificultades para el país internamente y también en el escenario internacional. Pero no cabe duda de que, después de esto, el AKP tiene que reflexionar. Tendrán que introducir las correcciones necesarias a sus políticas".

Las dificultades del AKP proceden de las críticas vertidas por los militares y por el sector que se autodefine como secularista en contra de iniciativas gubernamentales como levantar la prohibición de uso del velo en las universidades, ampliar los derechos de los fieles musulmanes dentro del sistema educativo y restringir la publicidad de alcohol en la televisión.

"El secularismo es la espina dorsal del Estado turco y no es concebible que se permita a un partido introducir políticas islamistas que puedan erosionarlo", dice Ulku Azrak, profesor de derecho en la Universidad Maltepe de Estambul.

Los militares turcos se consideran guardianes de los principios seculares del régimen pero en el desempeño de esa misión han convertido los dictados del padre de la patria, Mustafa Kemal Atartürk, en una rígida ortodoxia y desplegado recursos autoritarios. El Ejército secular turco ha protagonizado tres golpes de estado desde principios de los sesenta y las notas del diario de un jefe de la Armada, filtradas recientemente, detallaban cómo los militares intentaron presionar a la Corte Constitucional para obtener los resultados que buscaban.

Algunos observadores, entre ellos los líderes europeos que evalúan la candidatura turca a la UE, empiezan a considerar que el AKP podría ser más beneficioso para la democracia que el sector secularista, cuya intolerancia de los símbolos religiosos comienza a interpretarse como contraria a los valores liberales.

Desde que el AKP alcanzó su primera gran mayoría a finales del 2002, y tras revalidar su victoria en 2004 y 2007, el partido ha puesto en marcha un vasto plan de reformas de corte occidental, y alcanzado altas cotas de credibilidad por su habilidad para mantener la estabilidad política y financiera de un país de 70 millones de habitantes.

Bajo la batuta reformadora de Erdogan, el gobierno ha introducido mejoras en la protección de los derechos humanos, incluida la abolición de la pena de muerte, recortado el poder de los militares en la vida política, y respaldado un plan de paz para la disputada isla de Chipre.

"El velo no es una prioridad", dice Dulger. "Lo que le preocupa a la mayoría de la gente es el desempleo, la subida de la inflación, la salud y los beneficios sociales. En adelante, el AKP tendrá que revisar sus prioridades".

"Una minoría dentro del establishment turco cree que el AKP no es democrático ni legítimo. Pero eso es algo que no comparte la mayoría del electorado", apunta Duran. "El principal desafío para el partido ahora es controlar al 10% de sus bases que se inclinan hacia el Islam radical. Se trata sobre todo de algunos diputados y alcaldes de pequeñas localidades. Pero no cabe duda de que los líderes del AKP intentarán ejercer un control más fuerte y ser más cautelosos".