Crónica gastronómica

Visto vuestro gentil recibimiento, no os hago esperar mucho. Así que hoy martes, aprovechando que uno campa por este blog a sus anchas, seguimos con nuestro cambio de tono en las colaboraciones y rescatamos una magnífica y vieja crónica editada recientemente en la blogosfera por el menda lerenda, para regocijo de nuestra amable clientela.

Haciendo clara burla de las críticas gastronómicas a las que nos tienen acostumbrados los distintos horteras que pululan por la prensa, Chirla se atreve a pillar el toro por los cuernos partiéndose la caja de tanto cursi (ya ven que hablo de mí mismo en "tercera persona", emulando a ciertos cocineros que hacen lo propio imbuidos en una tontería infinita), librando una faena escrita que pone en solfa el patetismo que vive nuestra gastro-celtiberia show contemporánea (ya ven que no tengo abuela, y dicho sea de paso, con todo el respeto a L. Carandell, por sobar y tunear el nombre de uno de sus libros, leído que es uno).

Allá va.

Restaurante Paco El Renca Senderos y cañadas de la M50 (Madrid)

"¡Inolvidable! Gran experiencia organoléptica en el restaurante de Paco El Renca. Cuando abandonas la M50 jamás podrías llegar a imaginar un lugar tan paradisíaco. Su restaurante está encima de la colina y las vistas son espectaculares.

7E55E-BRN (Flickr)

El aperitivo lo sirven a la sombra de tres sombrillas de colores, una de Camy, otra de Frigo y otra de La Menorquina, que brindan un espectáculo cromático inigualable. Tras un vino blanco con seltz acompañado de unas sabrosísimas patatas fritas de bolsa, entramos al comedor recientemente reformado. El gotelé está más guarro que nunca y los cuadros, de un artista chino casi desconocido en España, nos dice Paco, llenan la sala de cataratas con efectos especiales que anticipan el espectáculo tecno-sensorial que vamos a vivir en las dos siguientes horas.

Pierre Lascott (Flickr)

Tras los aperitivos de rigor, entre los que destaca su aceituna "follaíta" -un pepinillo ensartado en una aceituna que luego ha globalizado la industria del encurtido y que ha hecho famoso el establecimiento-, empezamos con su clásico plato de entremeses variados. Paco los borda. El choped, la mortadela de aceitunas y su chorizo de Pamplona son inigualables. El paté picantillo nos evocó sabores de la infancia. ¡Menudo montón de ensaladilla fría del copón en el centro del plato, con sus guisantes, maíz "gigante verde" y zanahoria! Lo disfrutamos con una clarita de gaseosa 'La Pitusa', la más rica y sabrosa y una cerveza alemana de lata del DIA, que estaba calentorra, como mandan los cánones. Lo cotidiano convertido en arte.

Después de los entremeses fríos, unos calentitos, para seguir soñando. "Cocretas", reza la carta: no lo dudamos. Siguieron unos palitos de merluza, calamares, patas de cangrejo y gambas gabardina. El sabor a bar de toda la vida, ese que hace imperceptible la diferencia de sabores. Gran juego de Paco, que para continuar nos recalentó en el microondas la tortilla seca de los entremeses fríos, convirtiéndola en caliente y deconstruída (El Renca lo hizo delante de nosotros, sobre una mesa auxiliar plegable, espachurrando la tortilla con la base de un sifón vacío, pues no sabe cómo se utilizan las cargas de aire comprimido). Lo acompañamos de tinto de verano 'Don Simón', que está en su punto óptimo de consumo (caduca 'fin de 2009').

El tinto de verano acompañó otra divertida propuesta de El Renca, su famosa sopa de letras de sobre. Sólo utiliza las consonantes, desechando el resto en un alarde de selección del mejor producto, ¡qué arriesgado es Paco! Luego me echó un puñadito de vocales con sus propias manos. Mi acompañante enmudeció, los pelos en punta. El pan, endurecido en el cesto, cortado hace cuatro o cinco días, lo trajo su hermana hasta la mesa: un plato de sopa en una mano, otro plato en la otra y el pan bajo la sobaquera. Servicio de altura, servidos sin sentirnos atosigados. Ya viste la Juani su atuendo de verano, un vestido de tirantes que hace que el pan llegue a la mesa con un ligero retrogusto a queso curado. Fantástico.

San Jacobo minimal

Rematamos con un San Jacobo de un minimalismo extremo: un plato blanco y el San Jacobo en medio. Arriesgando. Nos cuenta Paco que los hace cuando está inspirado y luego los congela, para que la bechamel no pierda ninguna de sus propiedades mayestáticas. Y otra vez su juego organoléptico y de palatabilidad: el San Jacobo compartía sabor y hasta textura con los entremeses calientes.

Isabeaux11 (Flickr)

De postre, un corte de helado de tres gustos tecno-maravilloso y un "Calippo" reinventado, derretido sobre un plato, servido «en sopa», con su turuta de cartón rellena de «Baileys». A los habituales siempre nos hace un juego previo: nos pregunta si queremos la especialidad de la casa, el 'Banana Split', y cuando respondemos afirmativamente, él contesta que sólo tiene una, agarrándose la tranca por debajo del botón del pantalón, ¡qué cachondo y original es Paco!

Para rematar, su famoso café de achicoria 'El Chimbo' y un licor de hierbas que hace en su garaje, obteniendo un asombroso parecido al licor de hierbas del LIDL, uno de los mejores que conozco.

Después llenamos el cenicero de Ducados recordando viejos tiempos. Al caer la tarde los cristales del vertedero cegaron nuestras pupilas. Bajamos a la ciudad y robamos dos vespinos, como en los viejos tiempos. De allí a los bajos de Orense.

¡Qué festival nos hizo vivir Paco!, ¡qué genio! Está llamado a tocar con su arcangélica mano, el timbre de gloria de nuestra coquinaria contemporánea.

Síganle la pista".