¿Es aislar la mejor manera de integrar a los inmigrantes?

La integración de los alumnos extranjeros en los centros escolares es uno de los aspectos más polémicos y conflictivos de la inmigración. La idea (tópica o real, según gustos) de que los estudiantes extranjeros hacen bajar el nivel es uno de los arietes más utilizados a la hora de criticar la presencia de extranjeros en las aulas nacionales.

(EFE)

Unos niños juegan durante el primer día de clase.

Ahora el debate se reabre con la decisión del Departamento de Educación de la Generalitat de habilitar a partir del próximo curso centros especiales (los eufemísticamente llamados Espacios de Bienvenida Educativa) en los que se segregarán fuera del sistema escolar español a los alumnos inmigrantes de países no pertenecientes al ámbito europeo.

Los principales reproches son que este nuevo sistema supone el principio del fin de un modelo en el que la integración se hacía desde dentro de las aulas escolares y que se trata de una forma de apartar a los inmigrantes del sistema escolar, ya que los Espacios de Bienvenida Educativa no son centros oficiales.

Ante tanta discusión hemos decidido preguntar a educadores y profesores en contacto con inmigrantes qué otras medidas habrían tomado ellos: ¿segregación o integración?

Más respuesta inclusiva y menos segregación

"Enviamos a nuestros hijos a Inglaterra para que aprendan inglés y a los inmigrantes los ponemos aparte sin contacto con los autóctonos". Con este símil sintetiza Silvia Carrasco, antropóloga y directora del grupo de investigación Emigra de la Universidad Autónoma de Barcelona lo que para ella es un sinsentido educativo.

Carrasco, que ha impulsado un manifiesto contra la medida de la Generalitat firmado por un centenar de investigadores, cree que la única forma de lograr una sociedad cohesionada es fomentar un modelo inclusivo desde la escolarización ordinaria. "Cuanta menos segregación y menos selección existe, más equiparable se hace el éxito entre el alumnado extranjero y el autóctono", explica.

Esta docente defiende la fórmula existente actualmente (y que seguirá conviviendo con los nuevos Espacios de Bienvenida Educativa) basada en aulas de acogida situadas en los propios centros educativos. En ellas, profesores dedicados exclusivamente a alumnos extranjeros ofrecen una atención personalizada a grupos reducidos de inmigrantes hasta que aprenden lo suficiente del idioma como para integrarse en las clases normales.

"Ahora se les va a negar el derecho de ir a una escuela normal y van a tener que hacer dos procesos de adaptación", señala Carrasco, quien también critica que los nuevos Espacios de Bienvenida suponen un retraso del contacto de la población inmigrante con la población autóctona.

Inmersión en la escuela ordinaria

Claudi Fuster es un profesor de inglés que durante 12 años ha trabajado en el Raval barcelonés, un barrio que ha hecho de la inmigración su principal seña de identidad y en el que ha llegado a impartir clase en aulas con un 90% de alumnos inmigrantes. "Yo lo llamaba la UNICEF o el United Colours of Benetton", bromea.

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Celestino Corbacho ha calificado de "valiente" la creación de los nuevos centros.

Fuster, que sólo critica a las aulas de acogida que resten a los inmigrantes horas de la escuela normalizada, teme que los Espacios de Bienvenida amplifiquen este efecto y se conviertan en un gueto donde los inmigrantes tiendan a agruparse por nacionalidades. "La lengua va a dejar de ser para ellos algo vivo y necesario para jugar al fútbol en el patio y va a convertirse en una realidad teórica y alejada de su vida diaria", explica.

La lección que el profesor saca de su experiencia en el Raval es que para los chavales es fundamental que el proceso de aprendizaje e integración se lleve a cabo en un ambiente escolar normal y lo más relacionado posible con su entorno más directo.

Mantener el entorno como vehículo de integración

Que el sistema de aulas de acogida es tan reciente que ni siquiera ha habido tiempo para decir que no funcionan es una de las principales quejas de los profesores que trabajan con inmigrantes. Josep Barceló, miembro del secretariado de Ustec, el sindicato de enseñanza mayoritario en Cataluña, es de esa opinión. "No ha habido ninguna evaluación negativa de unas aulas, que han sido muy positivas para los centros", critica.

Sin embargo, no todos los colegios cuentan con sus propias aulas de acogida y, en muchas ocasiones, el profesorado no ha recibido la formación necesaria para atender a los recién llegados y no cuenta con los recursos materiales suficientes. "Tener un sistema educativo integrador y potente cuesta dinero, pero si de lo que se trata es dar más apoyo a estas clases, hagámoslo", afirma.

Otro de los temores de Barceló, compartido por más profesores, es que los inmigrantes perciban de forma clara su segregación. "Van a ver que ellos son los que llegan frente a otros que ya están aquí", explica. "Estos nuevos centros van a ser la visualización de una sociedad dual, cuando llevamos años intentando crear una percepción de conjunto en la que olviden el 'ellos' y el 'nosotros'", lamenta.

Reparto con las escuelas concertadas

Profesores y educadores críticos con la reforma ven detrás de la decisión de la Generalitat la mano negra de los colegios concertados, centros financiados con dinero público pero acusados de tratar de seleccionar la composición de su alumnado y poner trabas al acceso de inmigrantes.

"Es una aberración el desequilibrio que existe entre el porcentaje de alumnos de colegios concertados y públicos", se queja Pilar Monsó, profesora en un aula de enlace en un instituto de secundaria del madrileño barrio de Aluche, una zona con altas tasas de población inmigrante.

Monsó opina que los gobiernos autonómicos deberían obligar a estas escuelas a aceptar más alumnos extranjeros para evitar situaciones en las que la proporción de extranjeros en las clases sea tanta que el nivel sufra una rebaja. "La solución no es segregarlos, sino aumentar los recursos para poder hacer desdobles y horas de apoyo y repartirlos, porque los públicos están desbordados", puntualiza.