SANTIAGO DE COMPOSTELA.- Concha es profesora y miembro de la Mesa por la Libertad Lingüística. Además de eso, también es madre y ésa es una de las razones que la han llevado a formar parte de una de las asociaciones que critican el actual sistema de enseñanza obligatoria en Galicia, donde el gallego es la lengua vehicular.
La formación en la que participa Concha se ha adherido al 'Manifiesto por la lengua común' al igual que Galicia Bilingüe, la otra asociación gallega que denuncia que el castellano se encuentra en una situación de desventaja en las aulas. "Doy clase en un pueblo cercano a La Coruña y tan sólo dos de los niños son gallego-parlantes. Sin embargo, la mayoría de las asignaturas se dan en gallego porque está establecido por ley".
La ley a la que se refiere Concha es el decreto de junio de 2007 por el que se establece que al menos el 50% de las asignaturas de la enseñanza obligatoria deben impartirse en gallego. La lengua en las que se enseña el resto de las asignaturas se decide en el claustro de profesores teniendo en cuenta que "al final de la enseñanza obligatoria se garantizará la igualdad de competencia lingüística en los dos idiomas oficiales", indica el texto.
"Pero ¿cómo se van a tener al mismo nivel si la enseñanza es prácticamente íntegra en gallego?", pregunta Concha, quien explica que, para ella, la situación ideal sería aquella en la que los alumnos pudieran expresarse en la que consideren su lengua materna, los profesores explicaran en el idioma en el que se sintieran más cómodos y los padres eligieran si compran los libros de texto en gallego o castellano. "Creemos en un modelo en el que no sea necesario separar a los niños dependiendo de la lengua".
"Las conversaciones mixtas son una realidad en las calles de Galicia y por eso este modelo sería posible. Mi experiencia me dice que los grandes perjudicados son los alumnos porque tienen que hacer un esfuerzo extra para estudiar en una lengua que no es la propia, lo que supone que traduzcan continuamente y que rindan menos", asegura Concha.
José Antonio Amado, secretario de la organización, me explica: "Es absurdo hablar desde el punto de vista de los derechos de las lenguas. Las lenguas no tienen por qué tener un número de hablantes fijo y si cada vez menos personas lo hablan, será porque la gente elige libremente que no quiere hablarlo".
"Pero, ¿no es el bilingüismo una ventaja?", pregunto. "Que Galicia sea bilingüe no quiere decir que todos sus habitantes tengan que serlo. Yo defiendo el gallego como asignatura pero no queremos que se imponga de una manera absurda", contesta Concha. "Una lengua está viva en tanto que se habla y ahora, la elección del gallego o el castellano ya no es natural".
"A mí no me consuela que en Costa Rica se hable español. Yo lo que quiero es que mi hijo pueda hablarlo en la escuela", asegura Gloria Lago, cabeza visible de Galicia Bilingüe, la asociación que más repercusión mediática está teniendo. Gloria, como Concha, también es profesora y también es madre.
Ella lo tiene claro: "El registro culto de un idioma se aprende en los colegios, por eso no me sirve el argumento de que los niños pueden aprender castellano en otros ámbitos. Sí, pueden aprender el castellano de andar por casa, pero nada más", asegura.
A estas alturas de la conversación, planteo una duda a Gloria, si las instituciones no promovieran el uso del gallego ¿no podría convertirse en una lengua muy minoritaria? "El problema es que no se pueden anteponer los derechos de una lengua a los derechos individuales y estamos reclamando el derecho a elegir", explica. "Además, desde que el BNG [Bloque Nacionalista Galego] está en el Gobierno, se están haciendo muchos disparates. De hecho, empiezo a sentir que están consiguiendo el efecto contrario y que mucha gente rechaza el gallego, después de que durante años hayamos luchado por dignificarlo".
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