Tras las huellas de los conquistadores españoles en busca de la etnia Emberá

Gamboa (Panamá).-  Gamboa (Panamá), 5 jul.- La expedición de la Ruta Quetzal BBVA convive estos días con los habitantes de la aldea Emberá, una de las siete etnias indígenas panameñas, después de atravesar el Parque Nacional del Chagres tras los pasos de los conquistadores españoles por el Camino Real.

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(EFE)

En la imagen, los expedicionarios españoles que participan en la Ruta Quetzal BBVA.

La caminata, de más de nueve horas, arrancó del poblado de Santa Librada, próximo a la región de Colón, y comenzó el recorrido vadeando el río Boquerón antes de enfrentarse a un ascenso de dos horas por las empinadas lomas de espesa vegetación, rumbo a la localidad de San Juan de Pequení.

Con pesadas mochilas a sus espaldas, los "ruteros", algunos afectados ya por el cansancio y las enfermedades propias de dieciséis días de aventura, se enfrentaron a la lluvia, al barro y al escarpado terreno con ilusión, energía y sobre todo buen humor.

Conscientes de que estaban viviendo una experiencia única, y a pesar de las dificultades del terreno, disfrutaron ante la visión de mariposas de colores imposibles, se detuvieron para escuchar los ensordecedores gritos de los monos y probaron el jugo de las "toronjas" (naranjas) y los mangos que crecen en la zona.

El Camino Real, alternativa terrestre del viejo sueño español por unir mediante navegación fluvial los dos océanos, Pacífico y Atlántico, se tornó duro con la aparición de la lluvia en el último tramo de ascenso.

El agua convirtió las laderas en auténticas pistas de barro y el peso de las mochilas, cargadas con latas de comida militar, cantimploras, ropa seca y tiendas de campaña, hizo del último tramo de ascenso uno de los momentos más duros del día.

Los monitores se afanaban por ayudar e infundir ánimo en una situación, casi de película, en la que algunos de los expedicionarios sufrieron lipotimias, cortes y torceduras, que los médicos y los servicios de protección civil se encargaron de solucionar sobre la marcha.

El descenso hacia el río Sardinilla fue más complicado si cabe, pues las enlodadas rampas propiciaban las caídas de los jóvenes que buscaban el apoyo de lianas y ramas de árboles para mantener el equilibrio.

Empapados en barro y sudor, los expedicionarios, divididos en tres grupos, "Quetzales", "Águilas" y "Jaguares", realizaron el primer descanso para tomar aliento, comer productos enlatados y reponer sus cantimploras con agua del río potabilizada mediante pastillas de cloro.

Atravesando campos de juncos, los "ruteros" emprendieron la marcha a través de senderos más llanos, secos y estrechos, lo que les permitió renovar fuerzas para enfrentarse a la última parte del viaje, ya en territorio Emberá, donde tendrían que vadear tres afluentes del río San Juan de Pequení.

La presencia de algunos de los habitantes de la zona, que descalzos y bajo la lluvia saludaban a los jóvenes aventureros a su paso, llevó la esperanza al grupo.

La espesura de la selva terminó en una pequeña aldea donde, en un embarcadero, las canoas evacuaron a los más perjudicados por la marcha rumbo al poblado indígena.

Con las mochilas sobre la cabeza y el agua a la altura de la cintura, el resto de la expedición prosiguió la caminata atravesando los tres afluentes del San Juan de Pequení.

Al otro lado, los indios Emberá esperaban la visita de los 500 expedicionarios con ropa seca y una sabrosa cena a base de arroz y pescado cocinándose en el fuego.

"Ha sido muy duro, pero ha merecido la pena, el paisaje es increíble", dijo un joven "rutero" español procedente de la región de Andalucía.

Y no le faltaba razón, porque el Camino Real es el sendero "más duro de toda Latinoamérica", señaló Jesús Luna, jefe de Campamento de la Ruta Quetzal BBVA.

Antes de instalar el campamento, los "ruteros" disfrutaron de un baño en las aguas del río que atraviesa la aldea y aprovecharon para asearse y lavar la ropa.