Viena.- Andrey Arshavin, la sensación de la Eurocopa, no hace sino continuar la tradición de unos jugadores rusos que brillaron siempre más en la Eurocopa que en los Mundiales.
Primero como Unión Soviética y, luego, como Rusia, la Eurocopa ha sido, tradicionalmente, el torneo donde más brillaron; campeones en 1960, subcampeones en 1964, 1972 y 1988.
A la Unión Soviética se le daba bien la Eurocopa. Suyo fue el primer gol del torneo, el 29 de septiembre de 1958, cuando Anatoli Ilyin abrió el marcador sobre Hungría (3-1), en el primer partido de las eliminatorias disputado en el estadio Lenin, ante más de 100.000 espectadores.
Dos años después, otro ruso Viktor Ponedelnik anotaba el último de esa primera edición, contra Yugoslavia (2-1), en el minuto 23 de la prórroga.
Ponedelnik, un goleador campeón con 23 años y retirado a los 29, brilló en esa primera edición disputaba en Francia, pero la gran estrella rusa, junto al mítico Lev Yashin, fue Valentin Ivanov, un futbolista habilidoso, que podía jugar como centrocampista o más cerca del área, con semejanzas a Arshavin.
Ivanov marcó dos de los tres goles en las semifinales de 1960, contra Checoslovaquia, y cuatro años después aún seguía siendo decisivo en una semifinal continental.
Contra Dinamarca, en Barcelona, anotó uno de los tres tantos de su selección, que luego caería en el Santiago Bernabéu frente a España, por el célebre gol de cabeza de Marcelino.
En 1968, la Unión Soviética volvió a colarse en una semifinal europea, pero tras sumar 120 minutos sin que ni soviéticos ni italianos marcasen gol alguno, y como no existían aún las tandas de penaltis, se echó mano de la suerte. La moneda lanzada al aire por el árbitro favoreció a los italianos, que curiosamente eran los anfitriones.
En 1972, el héroe fue un guardameta, Evgeni Rudakov, elegido mejor portero del torneo, que permitió con sus actuaciones que la Unión Soviética llegase a la final, en la que sucumbió ante la selección alemana de Franz Beckenbauer (3-0).
La larga noche del fútbol soviético duró más de tres lustros, el tiempo que tardó su selección en volver a ser protagonista.
Fue en 1988, avalada por su buena actuación en el Mundial de México'86 y con el Dinamo Kiev, que había derrotado al Atlético de Madrid en la final de la Recopa disputada en Lyon, como referente.
Aquél equipo, formado sobre todo por jugadores ucranianos, se plantó en la final, pero ahí se topó con la segunda versión de la "naranja mecánica",con Ruud Gullit, Marco van Basten y Frank Rijkaard a la cabeza.
Un tanto de Gullit y otro de Van Basten, una volea espectacular que pervive como uno de los goles más espectaculares de la Eurocopa, acabaron con la resistencia del equipo de Rinat Dasaev, el "Rafaé" que recaló en el Sevilla.
Aquél conjunto tenía un jugador que pudo ser el espejo en el que se miró Arshavin, Alexander Zavarov, otro habilidoso con gol, que probó fortuna, sin mucho éxito, en el Juventus, tras hacerse grande en el Dinamo Kiev.
Ya como Rusia, el equipo siguió mostrando grandes talentos en cada Eurocopa, pero las complicadas relaciones entre sus estrellas lastraron su paso por Suecia'92, en el que despuntó un "10" llamado Igor Dobrovolsky, que años después en el Atlético de Madrid se ganaría el apodo de "doble whisky", e Inglaterra'96, un torneo en el que el "10" fue Alexander Mostovoi, el "Zar" del Celta de Vigo.
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