Con frecuencia debatimos sobre alimentos sanos y no tan sanos. Sobre el derecho a intoxicarnos voluntariamente. Cada vez que sale el tema, recordamos al amigo L.G., ya difunto, congregando a su familia tras una visita al médico. Éste último se lo prohibió todo, grasas, pan, sal, café, vino... "De seguir así, te vas a morir". Era de entender lo que el médico decía, pues la voracidad de L.G. por la vida en general y la mesa en particular, no tenía límites. Por eso reunió a la familia, quería decirles él mismo lo que pensaba del asunto: "Es cierto: me voy a morir. Evidentemente también a mí me gustaría vivir largamente mi vida, pero habéis de comprenderme: no me interesa la vida a lo largo, si no puedo vivirla a lo ancho". Y al cabo de un tiempo la palmó. Descanse en paz.
El dilema salud/placer es uno de los más socorridos en nuestras conversaciones según vamos entrando en edades inciertas y los achaques y las revisiones médicas anuales comienzan a mostrar estrellitas.
Hace tiempo, un día que nos pusimos punkis, escribimos esto: "Quienes dicen velar por nuestra salud, por nuestra integridad, son aquellos que envían a la guerra a nuestros hijos, nos enfocan con sus cámaras mientras acariciamos a nuestras chicas. Lo que más nos gusta es el microbio, la podredumbre, aquello que se descompone y en su decrepitud, estimula nuestro olfato y nuestra vida. ¿Nos quieren convertir en longevos cuerpos inmortales para que no dejemos nunca de pagar impuestos? Aborrecemos esta cultura de la asepsia, de la higiene, de la corrección mental: nos gusta chupar la cabeza de un besugo, comernos las tripas asadas de una becada, lamer la corteza enmohecida de un queso enfermo, bebernos el jugo de una cepa podrida, intoxicarnos con sabia insensatez, envenenarnos para morir más felices".
Pero el lío, en definitiva, no es nada nuevo. Hace ya más de doscientos años, un longevo escritor escribió unas líneas sobre el asunto. Dice así:
"Es una pena, al parecer, que el mundo se deshaga de tantas cosas buenas porque son poco saludables. Dudo que Dios nos haya dado alguna cosa que se pueda ingerir que, tomada con moderación, sea mala para la salud, excepto los microbios. Y, a pesar de eso, hay gente que estrictamente se priva de todos y cada uno de de los productos comestibles, bebestibles o fumables que haya adquirido de cualquier manera una cierta y sombría reputación. Pagan este precio en aras a la salud. Y salud es todo lo que consiguen a cambio. !Qué extrañas son las cosas! Es como pagar toda tu fortuna por una vaca que se ha quedado seca".
Queridas, queridos, el debate está servido.
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David de Jorge y Hasier Etxeberria, autores del libro "Porca Memoria" (Ed. RBA), publican y guardan aquí sus inspiraciones gastroliterarias. O algo así.
La salud es la que nos permite disfrutar de los placeres de la vida. Y los placeres los que hacen que nos hacen disfrutar de la salud. +
Haz lo que quieras, que yo haré lo mismo. PD: mientras no hagamos mal a nadie, ofcors +
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Algunos países ven esta práctica más cerca del soborno.
A la 'excelencia general' entre los medios grandes en lengua no inglesa.
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