En Jerusalén, donde las identidades tienen especial relevancia, unas 170 familias conjugan sus raíces gitanas con su condición de palestinos en un ejercicio de equilibrismo que en ocasiones les deja en tierra de nadie. Las autoridades israelíes los tratan como a cualquier otro árabe, mientras que la mayoría de palestinos los percibe con los mismos estereotipos que persiguen a los gitanos allá donde estén. 1,