Más de 200 africanos sobreviven en una miniciudad de plástico en Lepe

Lepe (Huelva).-  Más de 200 inmigrantes africanos de distintas nacionalidades han construido una "miniciudad" a las afueras de Lepe (Huelva), hecha con chabolas de plástico, donde viven gracias a los trabajos esporádicos que realizan a pesar de no tener documentación legal para residir en España.

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(EFE)

En la imagen, campamento de inmigrantes ilegales asentado en un polígono industrial de Lepe (Huelva).

Los primeros inmigrantes llegaron a este campamento a finales del pasado febrero, y montaron unas cuantas chabolas de cartón y plástico, aunque ahora el número se ha multiplicado, y son ya decenas las que se acumulan en línea recta en el lateral de un campo y en paralelo al antiguo trazado del ferrocarril, en desuso en la zona desde 1987.

Mamadú Kallé Keïta, un joven de 22 años, ha explicado a Efe como portavoz de los asentados en la zona que se trata de un grupo de personas de países como Mali, Costa de Marfil o Guinea-Conakry, y en muchos casos de gente que llegó a España hace en torno a un año en cayucos que arribaron a la costa canaria.

"Llegué a Málaga después de 40 días de viaje en un cayuco en el que íbamos 60 ó 70 personas", explica Keïta, que indica, curiosamente, que una de las cosas más fáciles fue viajar en avión desde Canarias a Málaga, sin que la Policía pusiese problemas, según su relato, en ningún momento.

En Lepe, tanto él como el resto de sus compañeros, subsisten gracias al trabajo esporádico que realizan cuando, a primera hora de la mañana, son recogidos en una furgoneta en zonas concretas de la localidad por empresarios que buscan trabajadores a los que no dan de alta.

"Cobramos unos 30 euros el día que trabajamos, aunque no son todos los días", una cantidad de dinero con la que compran pan, pasta, agua, o recargan los teléfonos móviles.

Es la única forma que tienen de subsistir, ya que aseguran que sólo los voluntarios de Cruz Roja se han preocupado por ellos, sin que lo hayan hecho representantes municipales ni ONG's como Cáritas, que cuenta con delegación propia en Lepe.

Tanto Mamadú Kallé Keïta como sus compañeros han diseñado una especie de estrategia durante el tiempo que vivan lejos de sus familias: en todo momento se les dice que no pueden mandar más dinero porque no están ganando mucho, pero siempre cuentan que viven en casas en el pueblo que tienen alquiladas, nunca que están en una chabola de plástico en medio del campo.

En esas condiciones piensan pasar el verano y sus altas temperaturas en la costa de Huelva, como también pasaron el frío invierno, "porque aquí podemos trabajar en alguna cosa todo el año", ya que cuando en unas semanas baje la producción de fresa en fresco, llegarán otras oportunidades en cultivos como la frambuesa o la naranja.

No obstante, se mantienen en contacto de forma continua con compatriotas que viven en otros puntos de España, como Almería o Lleida, y en todo momento les informan de las oportunidades laborales que puedan surgir en los lugares en los que viven.

Dentro de lo negativo de su situación, Keïta se queda con el hecho de que en Lepe no ha encontrado ni una sola muestra de racismo, "ni a la hora de trabajar ni en las tiendas ni en ningún sitio, y a nadie parece importarle cuando nos atiende que seamos negros".

Tanto él como sus compañeros invirtieron el primer dinero que ganaron en una bicicleta, que les permite recorrer el pueblo en pocos minutos, e incluso el antiguo trazado del ferrocarril, ya sin raíles, les deja como una ronda de circunvalación, en varios puntos de la zona norte de la localidad en pocos minutos.