Miedo a un golpe de Hizbulá en el Líbano

El grupo armado Hizbulá, integrado por musulmanes chíies respaldados por Irán, ha intensificado hoy jueves sus focos de presión en el Líbano y su cerco al inestable gobierno actual, agudizando una crisis política que los observadores consideran la peor desde la guerra civil de 1975 y que temen pueda desembocar en un golpe de Estado.

(EFE)

Manifestantes antigubernamentales queman neumáticos ante una pancarta del líder de Hizbolá, Hasan Nasrala.

Miltantes de Hizbulá controlan el acceso al aeropuerto de la capital, Beirut, el único punto de conexión aérea del país con el exterior, así como otras rutas principales de la ciudad que ha quedado paralizada. Además, durante los últimos días, se han registrado disturbios, quema de automóviles y choques armados entre seguidores de Hizbulá y grupos fieles al gobierno pro-occidental del primer ministro Fouad Siniora. El gabinete, dominado por musulmanes suníes y de orientación anti-siria, ha acusado a sus oponentes de intentar derrocarlo.

El Líbano ha estado sin presidente durante más de seis meses; el parlamento no funciona y la capacidad de gobierno de la administración está mermada por la postura de la oposición que considera al actual gabinete ilegítimo.

Hizbulá es la única facción libanesa a la que se le permitió conservar sus armas una vez terminada la guerra civil, a fin de que pudiese enfrentar la amenaza de Israel al sur del país. Pero el arsenal del grupo se ha convertido ahora en uno de los núcleos de la crisis política.

El líder de Hizbulá, Sayed Hasan Nasrala, dijo en una conferencia de prensa, hoy jueves, que las armas son sagradas y amenazó a quienes favorecen el desarme con "cortarles las manos", una referencia islámica al castigo por robo, pero que en realidad equivale a una pena de muerte. Nasrala acusó también al gobierno actual de ser una sucursal de Israel y Estados Unidos y concluyó que usar las armas contra la administración de Siniora equivaldría a luchar contra Israel, algo que diversos analistas interpretan como una declaración de guerra. Tras la conferencia de Nasrala, han estallado más enfrentamientos en el centro de la capital y otros puntos del país.

El experto en seguridad libanés, Georges Melhem, nos da desde Beirut, su visión de la crisis.

Pregunta.- Algunos analistas consideran que la actual escalada del conflicto en el Líbano ha colocado al país al borde de una crisis tan grave como la que desembocó en la guerra civil de 1975. ¿Cuál es su opinión?

Respuesta.- Es probablemente peor. Estamos asistiendo a un claro intento de Hizbulá de tomar el poder por la fuerza, respaldados por sus fieles, leales también a Irán y Siria, y que no son conscientes de la irreversibilidad de sus actos. El Ejército está intentado controlar choques violentos en puntos delicados por todo el país. La situación ha llegado a un extremo en el que es imposible que cohabiten las dos perspectivas: una que defiende la democracia, las libertades y los derechos humanos, y otra que abraza el martirio y la muerte como fin. La secuencia natural de los hechos, una vez que ha fallado la diplomacia, es el recurso a la violencia. Y ese es el punto en el que nos encontramos ahora. Las Fuerzas Armadas Libanesas aún no han recibido órdenes de imponerse por la fuerza pero acaban de emitir un comunicado advirtiendo del riesgo de división en sus filas. La población en general está atemorizada.

P. ¿Cómo se ha llegado a este extremo?

R. El Gobierno se ha visto empujado a una confrontación abierta por diversas cuestiones de seguridad. Hizbulá ha amenazado directamente a diputados leales a la administración, a ministros, a líderes políticos. No le han dejado otra alternativa al Gobierno que la de enfrentarse abiertamente al agresor porque todas las negociaciones para intentar integrar a Hizbulá en el proceso político y hacer que abandonen sus planes de exportar la Revolución Islámica Iraní han fracasado.

P.¿Qué respaldo tiene Hizbulá dentro del Líbano?

R. La mayoría de los libaneses no quieren volver al status quo; desean que Hizbulá abandone las armas y se integre en el proceso político. Los chiíes respaldan en su mayoría a Hizbulá, pero ese apoyo es fruto de la amenaza que constituye Israel como potencial fuerza de ocupación en el país. Los chiíes no han dado su voto a Hizbulá para que luche contra la nación libanesa. En ese marco, no está claro hasta qué punto Hizbulá podrá mantener a sus seguidores con su engañosa estrategia para hacerse con el poder. Hay indicios de división entre sus fieles, pero no se puede subestimar el control que ejerce sobre las masas.

P.¿En su opinión, cuáles son los riesgos principales que plantea la estrategia de Hizbulá que usted describe?

R.Cuando decimos Hizbulá, igual podríamos decir Irán. La estrategia es en realidad un plan muy simple en dos fases, algo que Irán también intentó ya en Irak: 1) Crear caos, es decir, alterar todos los procesos sociales, políticos y económicos mediante campañas violentas y de terror, y 2) Culpar a otros por los problemas y presentarse como la solución. Hizbulá está ahora en la fase final de este plan: el proceso político ha sido boicoteado (no hay presidente, el Parlamento está cerrado, el gobierno está siendo atacado); la economía del país está destruida (Hizbulá recibe mil millones de dólares anuales de Irán, además de otros ingresos procedentes de dudosos negocios) y su discurso ha penetrado en los medios y progresado en el frente ideológico y psicológico. La verdadera cara de Hizbulá ha quedado al descubierto.