Acá en el rincón del Cantábrico en el que Euskadi pierde su vergüenza (la República del Bidasoa), la lechuga ha creado en torno a sus crocantes hojas, un mito de leyenda, sabor y excelencia de agárrate que hay curvas.
Ningún pueblo en la faz de la tierra nos supera en semejante habilidad agropecuaria, pues nuestra tierra alberga los nutrientes necesarios para ofrecer unas lechugas que son la monda lironda, el copón de la baraja o la de dios es cristo, tanto da. Esta misma semana que ya acaba, sin ir más lejos, el marchante califa Joaquintxo Solbes (no confundir con Quimtxo, el otro moro de la morería que vigila desde Barcelona), nos presentó a Martín, agricultor fronterizo especializado en el apresto de las mejores y más curruscantes lechugas del mundo mundial: las variedades más sabrosas, lechosas y frescas las tiene a buen cuidado este tipo en su huerto de marisma, las mejores piezas que uno pueda soñar acomodar en ensalada. Teta de novicia.
Los verracos, que se las saben todas, siguiendo el manual del perfecto hedonista (del que conocen incluso capítulos enteros de memoria), se repartieron hace tiempo las tareas en lo que a asuntos de lechugas se refiere: uno, volcado en la mejora de su parcelita hendayesa y su cultivo; y el otro, más listo, especializado en el acomodo y consumo diario del «verde» que el otro produce, un lujo vegetariano que como buen caníbal, suele acompañar de discreta guarnición, filetes de ternera con ajos, lomo de cerdo Arruabarrena adobado o filetes de gallo fritos en sartén.
Así pues, queden tranquilos, Glotonia está en buenas manos: las de dos cerdos que anestesian a su monstruo particular (a todos nos habita uno, ¡estén alerta!), ejerciendo de sabio maître potager, el uno; y de maître cuisinier el otro, en una relación de conveniencia feliz al más puro estilo neo-hyppie. Si nos vieran regando el huerto con agua cristalina o aliñando los boles, comprenderían el carácter terapéutico que las lechugas ejercen sobre multitud de vascos, verdaderas bombas de neutrones, asesinos natos en potencia. Ni con Haloperidol 200 mg. se contienen mejor los síntomas de psicosis aguda. Ponga una lechuga (vasca) en su vida.
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