¿Vender los datos? ¿El alma?

A cambio de informaciones ultra-precisas sobre vuestra forma de conducir, ciertas compañías de seguros están actualmente dispuestas a proponeros pólizas a buen precio.

La idea consiste en equipar vuestro coche con un sofisticado GPS que permite saber cuándo conducís, qué trayectos recorréis, a qué velocidad y a qué hora. Una compañía pionera de Ohio, que ha lanzado un programa piloto en este sentido, propone tarifas más baratas a quienes representen menos riesgos. Creo que un sistema comparable se está probando también en Gran Bretaña (¿os han soplado algo por allí?). [En España, Mapfre ha iniciado una experiencia piloto con 10.000 jóvenes].

El interés del sistema, desde el punto de vista de la compañía, está en que, valiéndose de datos estadísticos, puede evaluar con precisión los riesgos que comporta cada cual.

Lo que me sorprende del artículo escrito por los autores de Freeconomics es que la lógica desarrollada por esta última lleva a quienes usan poco su coche a querer beneficiarse de semejante oportunidad… a cambio de información detallada sobre su modo de vida.

Quienes conducen demasiado le salen caros a la sociedad (un poco como los fumadores), en términos de gasolina, polución y accidentes. Por lo tanto, hay que hacerles pagar, nos explica el artículo del New York Times. Los políticos estadounidenses (especialmente) tienen demasiado miedo a gravar con impuestos la gasolina o la circulación en las ciudades. Quedan pues las aseguradoras que no hacen verdaderas distinciones entre esclavos del volante y chóferes ocasionales. Pero, para no perder, las compañías han de poder hacer distinciones sobre bases precisas. De ahí la idea de instalar un aparato en vuestro coche capaz de transmitir, en tiempo real, los datos objetivos a partir de los cuales pueda calcularse vuestra póliza con precisión.

Yo conduzco poco porque viajo mucho (otra fuente de polución, lo sé), y me convendría un sistema de ese tipo.

Sin embargo, ¿estoy dispuesto a instalar un aparato así en mi coche? Si pienso sólo en el fajo de dólares que podría ahorrar cada mes, sin duda.

Pero el problema es mucho más amplio. De hecho, es fundamental en nuestras relaciones con el universo digital, online y en el mundo físico. Nuestras actividades dejan cada vez más huellas. En el caso que consideramos aquí, nuestra participación voluntaria y consciente puede traducirse en beneficios económicos, lo cual no siempre sucede; pero sí surge siempre la cuestión de la utilización de nuestros datos por terceros.

No estoy seguro de que nos la planteemos lo bastante a menudo…

¿Qué respondéis vosotros…?