Fracasa la huelga en Zimbabue: cuando la realidad puede con la política

La sangre aún no ha llegado al río en Zimbabue. Todas las miradas estaban puestas hoy en el país africano, después de que el líder de la oposición llamara a la huelga general. Protestan por la retención de unos resultados electorales, que no terminan de llegar, y que mantienen a Mugabe al frente del Gobierno. En un país con la economía al borde del colapso, la idea de una huelga, no ha cuajado, pero los que están allí aseguran que la tensión se palpa en el ambiente.

(EFE)

Los antidisturbios no han tenido que trabajar, de momento.

Todo empezó después de las elecciones presidenciales del pasado 29 de marzo, cuyo escrutinio oficial aún no se ha difundido. El partido opositor intentó, en un primero momento, ejercer presión sobre la Comisión Electoral por la vía judicial. Pide a ésta que difunda los resultados de los comicios, pero el tribunal decidió desestimar la solicitud. Así, Tsvangirai, líder del Movimiento para el Cambio Democrático (MDC), ha hecho un llamamiento a la población para que se quede en casa, es decir, que secunden una huelga general. Pero han podido más otras realidades del país.

"Muchas personas no pueden darse el lujo de perder un día de salario y otros, simplemente, no han oído hablar de la huelga". Así explican los corresponsales de la BBC el escaso éxito que ha tenido la convocatoria. Sin embargo, no todos ven el paro como un fracaso. Según el diario británico, The Guardian, la "huelga es una prueba crucial de la capacidad de movilización contra Mugabe que tienen el MCD".

La población zimbabuense está totalmente divida. De un lado están los partidarios de Mugabe, un líder que todavía hoy despierta muchas simpatías por su papel dentro del movimiento independentista africano, por haber mostrado siempre una clara política contra las actitudes colonialistas de los países occidentales, sobre todo del Reino Unido. Robert Mugabe llegó al poder como un héroe en 1980, después de apartar del poder a un régimen blanco que había implantado el apartheid en el país. En el año 2000 comenzaron a llegar a su régimen fuertes críticas de la comunidad internacional, que le acusaba de liderar un Gobierno corrupto, poco respetuoso con los derechos humanos. Hasta ahora, sus principales apoyos se encuentran en las zonas rurales, aunque la acuciante crisis económica que vive el país podría hacer que el éxito del dirigente comience a desvanecerse.

La crisis no es el único obstáculo con el que se ha enfrentado Mugabe en los últimos meses. Morgan Tsvangirai, un antiguo minero que llegó a secretario general del Congreso de Sindicatos de Zimbabue, se ha consolidado como su principal opositor, poniéndoselo difícil al dirigente africano. No es la primera vez que Tsvangirai se presenta a las elecciones con el Movimiento por el Cambio Democrático, fundado en 1999 para oponerse al "desgobierno, la corrupción y la dictadura", que según él, es hoy Zimbabue. El líder opositor cuenta con el apoyo de las poblaciones urbanas del país.

La división que se vive en Zimbabue no ha pasado inadvertido fuera de las fronteras del país africano. El primer ministro británico, Gordon Brown, está preparando una reunión de las Naciones Unidas con el Presidente de Sudáfrica, Mbeki, y el Secretario General de la ONU, Ban Ki Moon. Sin embargo, según el diario The Times, la condena internacional no basta para solucionar el conflicto en Zimbabue, que para Brown, está en manos de los países vecinos.

La cuestión es que no todos los países se ponen de acuerdo respecto a lo que pasa en Zimbabue. De un lado está el dirigente sudafricano, que después de mantener un encuentro con Mugabe aseguró que "en Zimbabue no hay crisis". Zambia, por su parte, es uno de los países más críticos con la política de sus país vecino. En la Asamblea Nacional de Sudáfrica lo tienen claro: "en Zimbabue, el proceso democrático ha ido mal". También el Congreso Nacional Africano cree que los parlamentarios de esta cámara no pueden "permanecer en silencio", siendo testigos "de los sufrimientos y de la violación de los derechos humanos". Tanto estos organismos regionales, como el ejecutivo británico, coinciden en el apoyo a Morgan Tsvangirai.