Washington.- La resolución aprobada la madrugada de hoy in extremis por los cancilleres de América en la OEA supone un logro para Colombia y Ecuador, pero las negociaciones, de alto voltaje, fueron todo menos la celebración del fin de una crisis.
Vista general de la XXV reunión de cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA) que acordó finalmente una resolución de con la que pretende limar diferencias entre Colombia y Ecuador.
Al final Ecuador y Colombia se dieron por satisfechos con la resolución, que fue negociada durante nada más que catorce horas a puerta cerrada en la OEA, pues ambos consiguieron meter en el texto al menos parte de sus aspiraciones iniciales.
El camino hasta llegar a un consenso fue arduo y lleno de obstáculos, en contra de lo que los cancilleres y delegaciones de los 34 países miembros se habían imaginado cuando llegaron el lunes a la OEA con la idea de despachar la resolución en pocas horas.
Era lógico pensar aí si se tenía en cuenta el precedente que sentó la XX Cumbre del Grupo de Río, donde los presidentes de Colombia y Ecuador, Álvaro Uribe y Rafael Correa, respectivamente, enterraron la hacha de la guerra con un simbólico apretón de manos.
El objetivo de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de las delegaciones era respaldar la declaración de presidentes adoptada el 7 de marzo en Santo Domingo, y para ello habían trabajado durante todo el fin de semana.
La comisión de la OEA que visitó ambos países para recabar datos sobre la incursión colombiana en territorio ecuatoriano en una operación contra las FARC, había terminado su informe el viernes y lo había presentado al Consejo Permanente el sábado para comenzar a trabajar en el texto de resolución y tenerlo listo el lunes.
Colombia y Ecuador trabajaron en la misma dirección en sendas reuniones, si bien no lograron los esperados resultados y se presentaron el lunes en la OEA sin nada tangible en la mano.
Así las cosas, la OEA se convirtió en un escenario de fricciones y tensiones en lugar de en una plataforma de fraternidad y de celebración del fin definitivo de la crisis diplomática.
Las discrepancias fueron tales que las negociaciones a puerta cerrada y por grupos tan solo se interrumpieron para constituir la reunión de consulta de cancilleres y para breves recesos.
Las cabezas de las delegaciones echaban humo y su desesperación se hacía más evidente a medida que pasaban las horas sin tener a la vista un resultado mínimamente aceptable para Colombia y Ecuador.
No ayudaba tampoco el gran número de proyectos de resolución presentados a lo largo del día. Además de Ecuador y Colombia había propuestas de México y Venezuela; de la OEA y del secretario general, José Miguel Insulza; de Canadá y de Brasil.
Fue el documento del canciller brasileño, Celso Amorim, el que, en buena medida, desatascó las negociaciones, al proponer que los puntos en debate fueran reducidos y su redacción más sencilla.
Venezuela y Estados Unidos apoyaron esa versión, y a partir de allí las presiones sobre Colombia y Ecuador fueron creciendo.
Según con quien se hable, las versiones sobre qué país bloqueó el acuerdo son bien distintas y reflejan la división que vive el continente en estos momentos.
Para unos, Ecuador no quiso ceder un ápice. Otros echaban la culpa a Colombia, que, con su posición "tozuda" y "cerrada", daba pasos atrás en vez de adelante.
Ecuador buscaba la "condena", el "repudio" o al menos el "rechazo" a la violación de su soberanía e integridad territorial, mientras que Colombia insistía en la obligación de los Estados de combatir a grupos irregulares, narcotraficantes y delincuentes.
Tal fue la tensión que Chile y otros países se "rebelaron" en un momento determinado, al considerar que no se podía seguir en esa senda y que había que sacar una resolución ese mismo día.
El consenso generalizado era el de que no se podía desautorizar la declaración de presidentes de Santo Domingo.
Estaba claro que nadie, ni los cancilleres ni la propia OEA, podía perder la oportunidad de dar la cara ante la comunidad internacional y quedar por debajo de la declaración del Grupo de Río.
La misma canciller de Ecuador, María Isabel Salvador, reconoció que hubo un momento de "temor" de que los mecanismos de OEA fueran a ser incapaces de sacar adelante una resolución.
Ante la presión, ya de por sí grande, se revolucionaron los pasillos de la OEA por la publicación en el diario bogotano El Tiempo de una fotografía en la que se identificaba al ministro ecuatoriano de Seguridad, Gustavo Larrea, en una reunión con el "número dos" de las FARC, "Raúl Reyes", algo que luego resultó ser erróneo.
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