Los momentos estelares del debate (II)

Una noche más los candidatos se empeñan en sorprendernos. Rajoy y Zapatero repiten despedida, se enzarzan en una discusión surrealista sobre su primera vez juntos, y hasta se quedan en blanco. Si no lo ves, no lo crees.

A quién le importa la primera pregunta que le hizo Rajoy a Zapatero

¿Cómo se pueden enzarzar dos candidatos a la presidencia del Gobierno en determinar con pelos y señales cuál fue la primera pregunta que uno hizo al otro? Al principio generan ciertas expectativas. Imaginas que debe ser algo muy jugoso para provocar tanta replica y contra réplica. ¿Le preguntaría Rajoy a Zapatero si podía invitarle a cenar? ¿Le pidió el teléfono de su Esperanza Aguirre del alma? Presientes que ahí hay tomate. Decepción. Cuando Mariano rememora ese excitante momento, se te cae el alma a los pies: "La primera pregunta que le hice en el 2004 fue que debería hacer usted reformas económicas porque si no la herencia y la inercia se iban a terminar...". Para empezar, eso es una advertencia, un consejo a lo sumo, no una interpelación. Y, además, carece del más mínimo interés. No aporta nada al debate. Falla hasta para demostrar que uno de los dos miente. Es un insulto a la inteligencia que destapa las lagunas que arrastran los dos políticos. Por favor, que alguien nos despierte de esta pesadilla.

El día de la Marmota

"Buenas noches y buena suerte" es la mítica frase con la que el presentador de televisión estadounidense Edward R. Murrow cerraba su noticiario en los años 50. El periodista mantuvo un pulso contra el senador Mc Carthy y su caza de brujas. Zapatero ha elegido la frase que en 2005 se convirtió en película con George Cloony en el reparto para cerrar los dos debates. En la repetición de la jugada ha coincidido con Rajoy, quien ha optado por volver a sacar a pasear a su niña. Los espectadores han experimentado un déjà vu, esa sensación de haber vivido ya ese instante. Justo lo que sucede en el filme "Atrapado en el tiempo", en el que un periodista que tiene que cubrir el Día de la Marmota se ve condenado a vivir la misma jornada una y otra vez. Está claro, estos debates responden a una estrategia conjunta de ambos candidatos para enajenar al electorado.

En blanco

De repente, pierdes el hilo. Escuchas una voz a lo lejos. Te quedas en off. El lapso dura un segundo que tú no sabes calibrar. Vuelves en ti. Y quieres aparentar normalidad pero no cuela. Eso le ha sucedido a Zapatero mientras Rajoy relataba una soporífera historia sobre una multa en un comercio catalán. Ha sufrido una ausencia. Un flash. Olga Viza le da la palabra: "señor Zapatero". Él, tan feliz, en otro mundo: "Sí. Señor Rajoy, hablemos de Andalucía". El candidato popular se ha quedado descolocado, pero no tanto como cuando, en dos ocasiones, ha querido nombrar a Zapatero y no lograba dar con el apellido. Lo tenía en la punta de la lengua pero se negaba a ser pronunciado. la desorientación ha empujado a Rajoy a referirse a 1995 como el año en que el PP ganó las elecciones, cuando el triunfo se produjo en 1996. Vaya papelón el de ambos.

¿Por qué no te callas?

Vaya trago. A Olga Viza no le ha quedado otro remedio. Podía optar por permitir que Zapatero interrumpiera sin miramientos, crecido tras descubrir su faceta avasalladora. O armarse de valor y pedir a un hombre acostumbrado a que no le rechisten más que sus hijas, que dejara de interrumpir a su adversario y respetase los tiempos. Viza se ha decantado por llamar al orden a Zapatero. La decisión es sencilla pero no fácil. Al final, el presidente no lo será eternamente. En cambio las críticas de compañeros y espectadores pueden crucificarla de por vida. El candidato socialista le ha lanzado más de una mirada matadora. Ya no había posibilidad de retorno. La moderadora ha cumplido, mandando callar al presidente.