Hasta nunca, comandante

Por fin se ha resuelto una de las cuestiones que me traían de cabeza. ¿Quiénes moderarán los debates electorales? No, no, para nada. La duda existencial que no me dejaba dormir tranquilo era saber quién se retiraría antes, si Fidel Castro o Manuel Fraga. La renuncia del dictador cubano se adelanta a la del gallego (demócrata a partir del 20 de noviembre de 1975) que, de esta manera, se convierte por derecho propio en ganador del duelo a la supervivencia política entre momias.

(EFE)

Fidel ya no será el Comandante en Jefe de Cuba.

Castro cede el poder a su hermano, y así todo queda en casa. Fraga lo tiene más chungo: en su casa no quieren ni ver a Gallardón, su delfín, su elegido. Anoche un Castro de pega y un Gallardón fetén estuvieron en el programa de Buenafuente. Mientras el primero estaba tan acartonado como el de verdad, el segundo mostraba su lado más amable, risueño y cachondete. Lo que es un moderado de toda la vida.

La entrevista comenzó con Buenafuente preguntando: "finalmente usted no va a las elecciones. ¿Cómo se lo toma?". Gallardón respondió: "A mí no me gustan los políticos que se quejan, que están llorando…" A partir de ese momento no dijo nada que no estuviese bañado en ese pringoso sirope que forman el cinismo y la hipocresía. ¿Se aferrará al poder como Castro y Fraga? "Todos los políticos tenemos que dejar la política en algún momento. Pero yo tengo una deuda, he firmado un contrato con los madrileños…".

El mundo está tan loco que hay gente que, después del folletín Gallardón-Aguirre, o de entrevistas lava-imagen como la de Buenafuente, podrían llegar a cogerle cariño a un tipo como Gallardón. ¡Tengan mucho cuidado! Y no se dejen llevar por la piedad que suscitan los perdedores: Gallardón es una piraña. Con piel de trucha, pero piraña.

Por cierto ¿Que qué me parecen Manuel Campo Vidal y Olga Viza como moderadores de los debates electorales? Una pena. Por dos razones. Primero, porque tanto Viza como Campo Vidal son historia: llevan demasiado tiempo lejos de las cámaras. Segundo, porque alejado Juan Pedro Valentín de esas mismas cámaras, Lorenzo Milá es, con mucha diferencia, el mejor moderador posible para un cara a cara de estas características. Así de fácil: Milá, el de la televisión pública.

Y para terminar, una sugerencia (de pago, eso sí) para esta noche: a la 01.15, en Canal +, 'Heart of Gold', el maravilloso documental de Jonathan Demme con el concierto ofrecido por Neil Young en el Auditorio Ryman de Nashville el 10 de febrero de 2006. Un proyecto que se comenzó a diseñar en la primavera de 2005, cuando al cantante canadiense se le diagnosticó un aneurisma cerebral potencialmente fatal. En los días previos a la operación, Young escribió las canciones de 'Prairie Wind', un nuevo disco en el que hablaba de la vida cotidiana como fuente de inspiración y la pérdida de seres queridos. Tras la operación, que fue un éxito, el disco fue presentado en un concierto memorable. El crítico de 'Los Angeles Times' describió a Young de manera inmejorable: "es el hombre que expresa con mayor elocuencia los vínculos esenciales que nos unen a todos".

Heart of Gold

Robertson Davies

Un motivo para no ver la televisión

La trilogía Deptford, de Robertson Davies
Editorial Libros del Asteroide

Canadiense como Neil Young, Robertson Davies es uno de los grandes novelistas del siglo XX. Tan grande como olvidado, pese a ser responsable de una de las aventuras más excitantes que puede proporcionarnos la literatura: sumergirnos en la lectura de la llamada 'Trilogía Deptford', formada por 'El quinto en discordia', 'Mantícora' y 'El mundo de los prodigios'. Un placer que se prolonga por triplicado, desde la primera del primer volumen a la última línea del tercero.

La intrigante muerte del magnate Boy Staunton es el eje sobre el que Davies hace girar un mundo sorprendente, en el que un grupo de personajes colosales, los habitantes de Deptford, desnudan sus emociones y experiencias. Un viaje realista por la naturaleza humana, con muestras de un ingenio y una imaginación desbordantes. La lectura como placer absoluto.

• Prólogo a 'El quinto en discordia', de Valentí Puig