¿La soledad era esto? "Yo ni la conocía"

Es lo que tiene que 'La Soledad' gane un premio tan mediático como un Goya. O como tres. Lo de mediático es un tanto eufemístico. No es lo mismo que un Oscar, pero es cierto que da un pequeño empujón a tu carrera. Más si eres guionista-director-productor de arte y ensayo, de cine-arte, cine-experiencia, aspirante a cineasta de culto o como ustedes lo quieran llamar. Un cine no comprensible por la mayoría pero sí valorado por los más entendidos. O, al menos, esos que votan los Goya y que dicen que son los entendidos.

(EFE)

El equipo de la película "La Soledad" muestran los Goyas al mejor actor revelación, mejor dirección y mejor película.

Es consecuencia directa de que tu película favorita sea 'Arrebato'. No confundir con el 'gran' cantante del himno del Sevilla C.F., sino el film de culto de Iván Zulueta, considerado por Rock de Lux como la mejor película de la historia del cine español. Pero entonces, tu película, ésa que no habían visto nada más que 41.000 espectadores allá por el mes de mayo, se hace con el Goya a la Mejor Película y la Mejor Dirección. Y la reponen con siete copias más que en la pasada primavera. Ahora, 37. En mayo, 30 (una de ellas en catalán). Y los cines se llenan.

Uno que, y no es justificación, se encontraba a muchos kilómetros de España cuando la película se estrenó, decide ir a verla el primer día de su reestreno. Y va solo. 'La soledad' hay que ir a verla solo. Y si sufres una crisis de existencialismo mucho mejor. Porque, ya lo dice Jaime Rosales, el 'dire', la soledad existencial es como la muerte, no tiene solución. Y si no tiene solución para qué preocuparse. Pero vas al cine y, claro, como la película ha ganado tres Goyas y en España el borreguismo no pasa de moda, pues a la mierda con tu soledad. Ahora estás solo pero rodeado de gente, que es mucho peor. El cine está a rebosar. "¿Y por qué no viniste la otra vez?". "Pues eh... ni la conocía. Pero tiene que ser buena, ¿no? Si ha ganado un Goya". No ha sido uno, sino tres. La cultura del premio. "Yo me quedé con ganas, pero en mi ciudad no la ponían y este finde no he querido perdérmela", dice un evidente gran aficionado al cine.

Y entonces uno, después de sufrir la cola, por fin entra a la sala. Y está allí, solo y rodeado, delante de la gran pantalla. Y empieza todo. "Una película de Jaime Rosales, bla, bla, bla..." Debe de ser de las copias antiguas porque aún no pone nada de los Goya. Y ahí, en tu soledad existencial, empiezas a alucinar con lo que ves delante. Es como cuando te mueres y ves pasar la vida en un momento. Lo que tienes delante es la vida. Clara, directa, contundente, áspera, seca. Las emociones, las relaciones de dos mujeres. Las actrices, Sonia Almarcha (la forense de la serie 'Génesis, en la mente del asesino') y Petra Martínez no actúan. En realidad viven, cocinan, comen y duermen de verdad. Habla de la soledad compartida, de esas decisiones y esos miedos que uno tiene que afrontar solo. Uno mira a sus compañeros de filas de butacas terriblemente divididos entre los bostezos y la tensión emocional provocada por el film.

Hay películas que simplemente cuentan una historia. Otras buscan la pura emoción. La mayoría quieren hacer caja. Lo de 'La soledad' es algo que va más allá del cine. Jaime Rosales busca perderse, contemplarse desde fuera. Y en la productora a uno le han dicho que está en Francia. Pero quién sabe si Jaime Rosales o uno de los suyos está en la sala. Quizá haya venido a contemplar desde fuera cómo se pierden o se emocionan en su película otros. A observar el éxito rotundo de una reposición. A ver, desde la soledad, la soledad de los otros.

Importa más en 'La Soledad' lo que no se dice que lo que se dice, los silencios que las palabras, las expresiones faciales, los rostros. Las frases salen cuando se está a punto de romper por dentro. Un fiel seguidor de Guerín, como se ha confesado Rosales más de una vez, no podía ser menos. Guerín, con peor acierto, intentó hacer lo mismo en 'En la ciudad de Sylvia': fiasco experimental.

¿Novedad visual?

Algunos han hablado de su innovación estética por el uso de la polivisión, un sistema por el que se divide la pantalla en dos o más partes iguales y se registra la misma acción simultánea desde diferentes ángulos, algo que le da una potencia infinita a la narración en algunos momentos y entorpece en otros. Abusa de ella. El propio director lo explicó en la gala de los Goya. Pero de novedad, nada. Hace 40 años ya se vio en películas como 'El estrangulador de Boston' o 'El caso de Thomas Crown', Brian de Palma es un gran aficionado a ello como se puede observar en 'Carrie' y lo hemos podido ver estos años de atrás en Antena 3 en la serie '24'.

Curiosamente se habían editado 2.000 ejemplares en DVD de esta cinta. Los 500 que quedaban después de los Goya se agotaron el lunes. Han sacado una reedición con 3.000 unidades más. Rosales, gracias al Goya, va a pasar de ser un cineasta orgullosamente minoritario a un director minuciosamente observado.

A la salida, sensaciones

Y se sale de la película triste pero consciente de la fragilidad de la vida y uno, que no es padre, tiene miedo de serlo por sentir esa fragilidad a diario. Una sensación que bien conoce Rosales, padre y promotor de acercar el cine a los niños. Y claro, el mensaje es que en la vida hay que darle importancia a lo que verdaderamente es importante. Y eso sólo se aprende cuando te sucede algo realmente dramático en tu vida. "Vaya mierda de película", comenta alguien indignado porque le hayan dado un Goya a una cinta en la que no se habla. "No me extraña que no viniera nadie a verla. Así está el cine español", dice un joven de 20 años. Una mujer, emocionada todavía, se limpia las lágrimas. Su marido afirma que "es maravillosa, de lo mejor que he visto últimamente. Deberían haberla promocionado más cuando salió". Y es que la promoción es importante y ésa es la grandeza del cine, que, en la soledad de una sala oscura, cada uno, si atiende, la interpreta como quiere. Lo importante es que diga algo a alguien, lo que sea.