Las ironías, los dobles sentidos, las preguntas retóricas y un montón de connotaciones lingüísticas no tienen sentido para las personas con síndrome de Asperger. Para ellos lo único que cuenta es lo que se dice, ya que no pueden descifrar el cómo.
Todos los días, cuando nos comunicamos con alguien, leemos entre líneas. Frases con dobles sentidos, chistes, preguntas retóricas, palabras que indican una cosa pero gestos que dicen lo contrario. Incluso un insulto dirigido a alguien puede ser considerado desde una grave ofensa a una broma entre amigos sólo por el tono en que se dice.
No nos solemos dar cuenta porque estamos acostumbrados a ello, pero sin estos pequeños signos que nos muestran cuál es la intención y el estado de ánimo de quien nos habla, los malentendidos entre personas se incrementarían mucho más. Incluso procesos comunicativos como el cortejo, caracterizado por ser una de las formas de comunicación más puramente gestuales en el ser humano, serían extremadamente difíciles que se dieran si careciéramos de las habilidades para interpretar todo el conjunto de signos gestuales que se ofrecen.
Precisamente los emoticonos, los símbolos que representan gestos faciales surgieron como una necesidad en internet. El paradigma de la comunicación global tiene sus defectos y uno de ellos es que no puedes ver la cara ni escuchar la entonación de la persona que se está comunicando contigo, salvo cuando se utilizan webcams. ¿Cómo sabes si lo que te acaba de decir la otra persona lo dice en tono de reproche o en broma? Él puede que lo dé por asumido y no lo aclare y tú, tan sólo con el contexto, no sepas por dónde van los tiros.
Seguro que alguna vez has vivido una situación confusa de este estilo al hacer uso de internet. Pues imagínate cómo debe ser estar frente a una persona y estar incluso más perdido que un internauta sin emoticones que le ayuden. Sin saber descifrar lo que implica una sonrisa, unos ojos desafiantes o un deje particular. Que expresiones como "¿Esperamos a que nos den las uvas?" o "¿Me lo dices o me lo cuentas?" sean siempre tomadas literalmente porque no se es capaz de leer el trasfondo. Si eres capaz de imaginar la frustración que ello conlleva podrás conocer mejor lo que significa el síndrome de Asperger.
Este síndrome, que se identificó hace poco más de dos décadas, se trata de un caso especial de autismo. Al igual que el retraso mental, el autismo es una condición que puede ser muy variable de una persona a otra. Nunca hay dos autistas iguales. De hecho, puede ir acompañado de un retraso mental tan severo que la persona no sea capaz de hablar o llegar hasta un cociente intelectual superior a la media.
Los Aspergers entran dentro del rango autista más leve, tanto que puede pasar totalmente desapercibido y hacer muy difícil su diagnóstico. Por esa razón este síndrome suele ir acompañado de polémica, puesto que no todos lo reconocen como un síndrome o trastorno como tal. Digo síndrome o trastorno porque en el campo de la psiquiatría la palabra enfermedad suele ser tabú. Si miras cualquier sistema de clasificación de patologías psiquiátricas actuales (DSM IV es el más conocido) comprobarás que la palabra enfermedad no aparece casi por ningún lado salvo en aquellas en las que hay una causa muy clara del problema.
Pero siguiendo con el tema de los Aspergers, además de la dificultad para comunicarse con los demás, siguen una rutina muy estricta. No soportan que se les altere el horario o que aparezcan imprevistos. Y tienen un rango de intereses muy específicos que llegan a perseguir con gran intensidad y de forma obsesiva. Esto les permite destacar en esos temas fácilmente y con rapidez. De ahí que el médico que dio el nombre a este síndrome, Hans Asperger, llamara a los niños que lo padecían "pequeños maestros". Se convertían en expertos apasionados de todo aquello que les interesara.
Si a todo lo demás le unimos que un Asperger puede estar más dotado intelectualmente que una persona normal y sobresalir en ámbitos en los que sienta gran interés (existen Aspergers con premios Nobel), la polémica está servida.
Es cierto que son torpes en la interacción social pero si ellos fueran mayoría y el resto de personas una minoría. ¿Quién les negaría el hecho de que ellos nos vieran a los demás como torpes intelectuales?
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