El nuevo superpolítico

La unión entre Nicolas Sarkozy y Carla Bruni y el aparente flechazo entre Hugo Chávez y Naomi Campbell puede significar el nacimiento de una nueva raza de superpolíticos, en la que se fundirán la belleza de una supermodelo y el talento de un estadista. Veamos lo que saldrá de esto, y de otras parejas potencialmente perfectas para generar a la casta dirigente del siglo XXI.

La pareja de moda de la política: Bruni y Sarkozy, de viaje con el hijo de ella.

HUGO CAMPBELL: El más bello caudillo bolivariano de todos los tiempos. Labios carnosos, caderas cimbreantes y verborrea inagotable. De su liguero rojo cuelga un revólver diseñado por Dolce&Gabanna. Realiza sus discursos, de 10 horas de duración, desfilando por una pasarela y acompañándose a la guitarra.

CARLA SARKOZY: Presidenta de la VI República Francesa, con residencia oficial en el yate de un amigo millonario. Especialmente atenta a los países del Tercer Mundo, en particular los que poseen playas exóticas. No necesita discursos para imponer a la Asamblea Nacional la nueva Ley de Peligrosidad Social, que ilegaliza a los pobres, a los feos y a los comunistas: pone morritos, lanza un besito con la mano, y obtiene la aclamación de los diputados.

ESPERANZA GALLARDÓN: El romance entre Alberto Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre, que parecía impensable, produce un sensacional fenómeno político. Su ambición se demuestra desde el nacimiento: consigue que el médico que realiza el parto la nombre «número dos» del departamento ginecológico. Feroz, sarcástica, con un punto quejica, tiene las cejas del padre y la sonrisa de la madre. A los seis años muerde a su padrino, Mariano Rajoy, y le arranca un brazo. A los diez gana las oposiciones para notarías, abogacía del Estado y Cuerpo Diplomático. A los 14 es presidenta de Madrid, alcaldesa de Madrid y entrenadora del Real Madrid. A los 18 llega a la Moncloa. A los 19, ante la falta de rivales políticos, empieza a devorarse a sí misma.

BARACK CLINTON: Mulato, gay, educado en una cueva de Afganistán y diplomado por Harvard, el hijo de Barack Obama y Hillary Clinton encarna todo el abanico de sensibilidades del Partido Demócrata. Su carrera presidencial se ve truncada por la irrupción de Condoleezza Bush, una texana ignorante, fanática e hiperreligiosa que gana de calle las elecciones.

VLADIMIR COCCUCCIA: El hijo de Vladimir Putin y de Giuseppina Coccuccia, «a Mortaccia», gran madrina de la mafia calabresa, se erige en líder internacional. Nacionaliza todos los bancos, compañías energéticas y grupos televisivos, y, para evitar la siempre lamentable corrupción de los funcionarios estatales, lo pone todo a nombre de un testaferro siciliano. Suprime los impuestos y los sustituye por un módico «pizzo», que grupos de jóvenes con gafas oscuras pasan a recoger a domicilio. Liberaliza el comercio de armas nucleares y sitúa en Corleone la sede de la ONU.