El Tungurahua, un volcán que sacó desgracias y bendiciones de sus entrañas

Chacauco (Ecuador).-  Las miles de toneladas de ceniza que expulsó en 2006 el volcán Tungurahua, en el centro andino de Ecuador, pintaron de gris inmensas extensiones de cultivo marcando la desgracia económica para centenares de personas, que ahora agradecen al polvo volcánico la fertilidad del terreno.

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(EFE)

El Instituto Geofísico informó hoy a Efe de que la actividad del volcán es "muy alta" y presenta características muy parecidas a las que antecedieron a las erupciones de 2006.

Del paisaje gris y los rostros tristes, las esperanzas perdidas y las ilusiones apagadas de cientos de habitantes de poblaciones aledañas al volcán, se ve poco ahora en los verdes paisajes de la zona, de donde salen camionetas cargadas de productos nacidos en tierras que antes daban la impresión de ser postales de la Luna.

"Todo era como el carretero (gris), ahora todo es verde. El volcán nos mandó la desgracia, pero también la bendición", dijo a Efe Wilson Palio, un agricultor de 40 años que apilaba en una camioneta los quintales de maíz en mazorca para comercializarlos en el mercado mayorista de la ciudad de Ambato.

Palio aseguró que pese a los recientes pedidos de las autoridades de la localidad de Chacauco, frente al volcán, para que evacúen voluntariamente la zona, no lo han hecho porque temen perder las pertenencia de sus casas.

El Instituto Geofísico informó hoy a Efe de que la actividad del volcán es "muy alta" y presenta características muy parecidas a las que antecedieron a las erupciones de 2006.

"Ahora (el volcán) está tronando igualito que antes de la erupción grande del 2006, pero no tenemos miedo, ya estamos acostumbrados", dijo Palio, mientras reía con picardía al escuchar en ese momento el tronar de la también conocida como "Mama Tungurahua".

Al grisáceo panorama de 2006 y varios meses de 2007 en la zona, le reemplazan ahora no sólo el verde de los pastos y de las cantidades de plantaciones de maíz, sino que al arco iris de la vida le acompañan intensos fucsias, rojos, amarillos, blancos y anaranjados de flores que crecen de manera silvestre.

Plantas medicinales como el cedrón, se mezclan con frutales cargados de granadillas, tomate de árbol, mora o plantaciones de cebolla, col, arveja, papas, lechuga, entre otras, que crecen radiantes bajo la amenaza de que una nueva erupción del Tungurahua, vuelva a extender su manto gris por la zona.

"Yo escuché que la ceniza es buena para la tierra, como abono, y cierto ha sido, ¿no ve que hasta en los techos de las casas crecen plantas?", comentó a Efe Rosa Chávez, una ama de casa, con cinco hijos y siete nietos que no le teme al volcán, del que hasta se maravilla "por el maravilloso espectáculo".

Se refirió así a las oportunidades que tiene de ver la emanación de material piroclástico que emana del volcán y cae por sus flancos "pero nunca nos llega, está lejos", dijo en la localidad de Bilbao, que está a los pies mismos del Tungurahua.

En Bilbao aún hay aún vestigios de la destrucción de la erupción de 2006: techos caídos, casas dañadas, polvo, pero, a diferencia de ese año, ahora pocos le temen al volcán, ni los más pequeños: "Si no pasa nada, sólo hace ruido", dijo a Efe María, una niña de cinco años que jugaba en un patio del pequeño pueblo.

Chávez comentó que en 2006 tenían pocas esperanzas de volver a ver vegetación en el sector por la espesa capa de ceniza que cubrió todo, pero ahora dice con regocijo que el polvo volcánico "no sólo que abonó la tierra, sino que hasta hizo desaparecer una plaga de insectos que partían la mora".

Como Palio en Chacauco, tampoco Chávez en la vecina Bilbao, pretende dejar el lugar: "Si hemos de morir, aquí mismo ha de ser. Dios sabe protegernos", dijo parada en la sala de su casa junto a un Belén de Navidad con un gran Niño Jesús.

Al verde paisaje de la zona también le agregan color y sonido los animales: el canto de pájaros se escucha pese a los cercanos bramidos del volcán que se asemejan al despegar de un avión para terminar en un cañonazo.