Santander (España).- El cineasta Woody Allen y la New Orleans Band despidieron esta noche su gira española en el Palacio de Festivales de Cantabria, en el norte de España, donde lograron transmitir su pasión por el viejo jazz sureño, una música casi centenaria pero llena de vitalidad que divirtió a un público entregado de antemano.
El cineasta y Premio Principe de Asturias 2002, Woody Allen, interpretando una pieza con su banda "New Orleans Jazz Band" en el Palacio de Festivales de Santander, en una de las etapas de su gira por España.
Al polifacético artista neoyorquino y a su banda, liderada por el carismático Eddy Davis al banjo, se les nota que lo pasan bien tocando juntos y que llevan mucho tiempo compartiendo su entusiasmo por el antiguo jazz, la misma música que suena en las películas del autor de "Manhattan".
Arropado por buenos instrumentistas, Allen consiguió contagiar ese entusiasmo a las más de 1.600 personas que acudieron a escucharle al Palacio de Festivales y que le despidieron con un caluroso aplauso tras algo menos de dos horas de concierto, rematado por dos bises.
El director, actor, guionista, escritor y clarinetista ocasional, que se desprendió del jersey con el que salió a escena después de la primera pieza y atacó la segunda con la camisa arremangada, se dirigió a los espectadores en dos ocasiones: al comienzo del concierto para decirles que estaba muy feliz de encontrarse en una ciudad "tan bella" y anunciarles lo que allí iba a sonar, y casi al final de la velada, para presentar a su banda.
Como en el resto de la gira, en Santander se escuchó el "Para Vigo me voy" en la voz del pianista Conal Fowkles, como un guiño de complicidad al público español.
Woody Allen, que ha viajado a Europa acompañado por su familia, llevó la música que le apasiona a Santander, después de actuar en el Teatro Liceo de Barcelona, el Kursaal de San Sebastián y el Teatro de la Ópera de La Coruña, donde ofreció un concierto gratuito patrocinado por la Fundación Barrié.
Su amor por el jazz de Nueva Orleans nació cuando aún era un adolescente del Bronx aficionado a los deportes y, sobre todo, a los trucos de magia. A los trece años se quedó fascinado por el sonido del saxo del legendario Sidney Bechet y a los quince ya tocaba el clarinete.
Desde entonces practica a diario y ha llegado a confesar en una entrevista que si falta a la cita con su instrumento un solo día, el sentimiento de culpa es completamente insoportable.
Su cita con el Michael Pub's, que cerró sus puertas en 1997, se convirtió también en ineludible, hasta el punto de que la esgrimió como excusa para no acudir a la entrega de los Oscar de 1978.
Cuando este local fue clausurado, Woody Allen y su grupo tuvieron que trasladarse con su música a otra parte: el café del Hotel Carlyle de Manhattan.
El autor de "Annie Hall" no se ha cansado de repetir que él no es más que un músico aficionado aunque su agenda internacional de conciertos no ha dejado de crecer en los últimos años y la gira europea actual es la más extensa que ha emprendido hasta el momento.
También es consciente, y no tiene ningún problema en reconocerlo, que a quienes acuden a sus conciertos les mueve más el interés por ver al famoso director Woody Allen, todo un icono del séptimo arte, que por la música.
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