Pequeños artesanos de Belén plasman en madera de olivo la imaginería navideña

Belén (Cisjordania).-  Los pequeños talleres de artesanía de Belén trabajan sin descanso para recibir con todo tipo de pesebres, cruces y rosarios en madera de olivo a los miles de peregrinos que vendrán en Navidad a la ciudad que vio nacer a Jesús.

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(EFE)

Un artesano de Belén (Cisjordania) realiza una talla navideña en madera de olivo.

En su mayoría regentadas por árabes cristianos, estas humildes factorías, en torno al medio centenar, preservan desde hace generaciones la imaginería navideña con tallas hechas a mano y la ayuda de rudimentarias máquinas.

Y es que Belén es uno de los escasos lugares del mundo donde la Navidad conserva el espíritu de sencillez y devoción de los primeros cristianos, frente a la avalancha de compras frenéticas de última hora con que generalmente se conmemora el nacimiento de Jesús en otras partes del mundo.

A escasos metros de la Plaza del Pesebre, que recuerda este episodio de la tradición cristiana y alberga la iglesia más antigua del mundo, la Basílica de la Natividad, se encuentra el taller de Paulette.

Esta palestina cristiana explica en un español aprendido de su madre hondureña el proceso de elaboración de rosarios, el único objeto religioso que produce su factoría.

"Aquí trabajamos durante toda la semana ocho personas -cristianos y musulmanes- para producir a diario entre 20.000 y 30.000 cuentas y entre mil y dos mil crucecitas", precisa Paulette.

Después, decenas de familias betlemitas juntan estas piezas para formar los rosarios que, en el caso de Paulette, venderán a grandes tiendas orientadas a peregrinos.

"Es un trabajo complicado en el que cada uno se especializa en un objeto y que lleva unos diez años aprender porque la pieza bruta de madera se estropea con facilidad", explica Mohamed, un empleado del taller.

Pesebres, figuritas de belén, cruces, trípticos... una pléyade de piezas religiosas nace así de las pequeñas ramas de olivo que cortan los agricultores cisjordanos o que sobran de la construcción de casas, explica Jacques Giacaman, propietario de otra pequeña fábrica artesanal.

Un arduo trabajo que este año traerá sus frutos, si los peregrinos manifiestan con el monedero "su solidaridad con los cristianos de Tierra Santa", en palabras del vicecustodio de los Santos Lugares, el franciscano Artemio Vítores.

El alcalde de Belén, el cristiano Víctor Batarse, calcula que unas 600.000 personas habrán visitado la ciudad al acabar el año, casi tantas como en 2000, cuando el entonces Papa Juan Pablo II la visitó meses antes del estallido de la Segunda Intifada que hundió el peregrinaje a la región.

Pese a la recuperación del turismo, la artesanía -como muchos otros sectores económicos de la ciudad- se ha visto profundamente afectada por la construcción por Israel desde 2002 de una barrera de verjas y hormigón de hasta ocho metros de altura que ha llenado de trabas la entrada y salida de bienes y personas a la ciudad, situada a apenas ocho kilómetros de Jerusalén.

Estas Navidades "habrá muchos turistas y tranquilidad en la ciudad, pero como empresarios estamos sufriendo mucho", pues "el muro rodea la ciudad en tres direcciones y en la cuarta hay un control militar israelí", denuncia Giacaman frente a un grupo de todavía bosquejos de esculturas del Niño Jesús.

"En diez años, este oficio desaparecerá y Belén estará como Gaza", es decir, con una economía asfixiada por el cerco israelí, sentencia este descendiente de una familia cristiana con un milenio de historia en Belén.

De momento, la madera cuesta un cincuenta por ciento más que antes de que comenzase a levantarse el muro de separación, ya que "la mayoría de olivos de la zona fueron confiscados para construirlo y la gente no puede cruzar al otro lado a recoger sus aceitunas o cortar los troncos", apunta el regidor.

La materia prima "ahora viene sólo de localidades cisjordanas ¿De dónde si no? Antes llegaba de Jordania, de Gaza y hasta del propio Israel", recuerda Mohamed.

A esto se suma que la mayoría de grupos turísticos organizados visitan Belén las escasas horas suficientes para visitar los lugares santos y algún gran almacén de recuerdos, en perjuicio de los pequeños talleres.