Piratas Sin Fronteras

El secuestro del atunero vasco Alakrana en aguas del Océano Índico ha llevado a primera plana un problema con el que conviven a diario los pescadores que faenan en aquella zona: la presencia de piratas.

El atunero vasco Alakrana secuestrado por piratas somalíes

Canta Melendi en su canción Piratas del Bar Caribe aquello de que yo soy un pirata bueno y se ve que más de uno se ha quedado con la coplilla. O eso o que es fiel seguidor de las inverosímiles aventuras de Jack Sparrow, o que tal vez de joven leía prendado las fascinantes novelas de Emilio Salgari, donde se nos presentaban piratas con aires de Robin Hood echado al mar. Vaya usted a saber los motivos, pero lo cierto es que desde que fue noticia el secuestro del pesquero español Alakrana en aguas somalíes, además de los patriotas que piden que el ejército español se vista de Rambo para montar la de Dios es Cristo, crecen también en número los que buscan una excusa, un atenuante, para lo que no es sino un vulgar acto de piratería, tratando de convencernos de que más allá de la ficción, existen de verdad los piratas buenos.

Hemos podido así leer por ejemplo comentarios que especulan con la posibilidad de que no ya el Alakrana (al que nadie por el momento ha querido poner en tela de juicio), sino otros barcos que navegan por la zona, aprovechen la circunstancia para lanzar vertidos tóxicos sin ningún tipo de escrúpulo, bajo la supervisión de auténticas mafias dedicadas a tal menester. De este modo no serían en realidad piratas los asaltantes de estos barcos vertederos, sino guardacostas somalíes disfrazados de filibusteros. Desconozco si para la ocasión incluso incorporarían a su atuendo la correspondiente pata de palo, pero sea como fuere, esta versión ecologista que ya circula por internet, se me hace bastante difícil de creer en este caso concreto.

Tampoco faltan los que califican a estos piratas de pobres hambrientos a los que se les está esquilmando sus aguas, y que no harían de este modo nada más que recuperar lo que es suyo repartiendo el botín como buenos piratas que son, entre los más desfavorecidos. Como soy persona desconfiada por naturaleza, no sé por qué me da que el millón de euros obtenido en virtud del último rescate cobrado por los piratas somalíes, no ha ido precisamente destinado a tan dadivoso fin.

El tema es realmente complicado como para tomárselo a la ligera. Para empezar no debemos perder nunca la perspectiva de que ahora mismo hay 36 personas secuestradas, que aunque a tenor de los precedentes no deberían temer por sus vidas, con toda seguridad no estarán pasando un buen rato; más bien todo lo contrario. Por no hablar ya de la angustia que estarán sufriendo sus familias. Y lo peor es que las perspectivas de que la solución pueda demorarse son más que considerables.

Durante toda esta semana hemos oído cantidad de opiniones e información como para que cada uno pueda emitir su propio juicio sobre el tema. El mío es que en primer lugar no estoy a favor de que militares españoles se suban a barcos que son propiedad de empresas privadas. Éstas son las que deberían asumir el coste de contratar seguridad privada (algunas van a empezar de forma inmediata) convenientemente armada, para lo cual ya han recibido la pertinente autorización por parte del Gobierno, quien con independencia de lo anterior, haría bien en reforzar en la medida de sus posibilidades la seguridad en esas zonas de aguas internacionales donde faenan nuestros pesqueros. Y si una fragata es insuficiente, habrá que poner dos o las que sean precisas.

En segundo lugar, dando por descontado que se pagará el rescate para lograr así la liberación de los apresados, y con independencia de que sea el armador o el Gobierno quien afronte el pago del rescate, una vez puestos a salvo los tripulantes del Alakrana, debe iniciarse de forma inmediata y sin descanso, una persecución que lleve en el menor tiempo posible a los piratas a la sombra y a su embarcación a reposar en el fondo del océano. Pero acometer en estos momentos una operación militar a la francesa, supondría poner en serio peligro las vidas de los pescadores, por lo que hay que ser muy cauto a la hora de solicitar acciones en las que no pueda garantizarse la seguridad de los secuestrados.

En tercer lugar, que en una situación como la que se ha presentado, tanto el Gobierno como la oposición tienen que dar la talla y no aprovecharse para lanzarse por enésima vez los trastos a la cabeza. Ni uno puede hacer dejadez de sus funciones no cogiendo el toro por los cuernos, ni el otro puede echarle la culpa cuando los únicos culpables son quienes asaltan con armas automáticas un atunero indefenso.

Y ya por último, que nunca, repito, nunca, nadie podrá convencerme que hay piratas buenos. Porque de seguir así alguno defenderá todavía que existe la ONG de los piratas buenos: Piratas Sin Fronteras.