La reforma sanitaria, un quebradero de cabeza para Obama

Comienza el curso político en los EE.UU. y con él, vuelve a las portadas la polémica reforma del sistema sanitario que Barack Obama quiere sacar adelante. Repasamos, desde las calles neoyorquinas, las claves de los planes del presidente.

A Obama le ha salido la sonrisa de The Joker, aunque poco tiene que celebrar

NUEVA YORK.- Mal comienzo de curso le espera a Barack Obama. El presidente de los EE.UU. se enfrenta estos días al mayor escollo político desde que llegó a la Casa Blanca. A lo largo y ancho del país muchos son los ciudadanos que se oponen a la polémica reforma del sistema sanitario, que pretende dar cobertura médica a los 46 millones de personas sin seguro. El rechazo a los planes del gobierno, que Obama ha defendido esta noche en el congreso, ha provocado que últimamente su popularidad se haya desplomado en las encuestas. Para todos los que lleven unos días desconectados de la actualidad tras el verano, recapitulamos los últimos acontecimientos de este “culebrón de médicos”.

Los hospitales y profesionales sanitarios de EE.UU. se encuentran entre los mejores del mundo, pero también entre los más caros. El 85% de los estadounidenses tiene cobertura sanitaria, la mayoría, a través de planes de seguro privado. Pero en un sistema que dominan las grandes compañías aseguradoras, para el 15% de la población del país que carece de seguro, un accidente grave o una enfermedad que requiera tratamientos complejos puede significar la ruina.

El presidente pedía la semana pasada, en uno de sus discursos a la nación, un esfuerzo del Congreso por llegar a un punto de consenso que permita sacar adelante la reforma de un sistema que cada vez cuesta más dinero al estado y que necesita una profunda revisión. En eso, tanto republicanos como demócratas están de acuerdo. En lo que no comparten puntos de vista, es en los cambios a llevar a cabo. Los sectores más progresistas apoyan la creación de un seguro médico público y voluntario, que suponga una alternativa a los privados. Y tanto republicanos como demócratas conservadores, se oponen a esa medida. ¿Qué podría hacerse entonces? El reto de Obama se vislumbra, desde luego, complicado.

• Claves y problemas del sistema sanitario de los EE.UU.

Para poder entender las dificultades de sacar esta reforma adelante, hay que conocer el funcionamiento del sistema sanitario americano. El régimen es algo confuso, porque aunque la mayoría de la población está cubierta con planes privados que pagan sus respectivas empresas, muchas veces los seguros no ofrecen las garantías que espera el asegurado. Las pólizas solo cubren determinadas pruebas o tratamientos y, normalmente, hasta un gasto máximo. Por eso, en medio de una emergencia, algunos pacientes han visto como sus respectivas aseguradoras dejaban de pagar sus facturas hospitalarias y han acabado en la quiebra.

Por su parte, las personas sin recursos, están atendidas por el Medicaid y los jubilados, los niños, los veteranos o los discapacitados (que no poseen planes privados), por el Medicare, ambos planes de asistencia pública. Según estos programas gubernamentales, que cubren de media a tres de cada diez ciudadanos estadounidenses, los hospitales (sean públicos o privados) deben atender a cualquier persona sin seguro en los servicios de urgencia. El estado cubre, en esos casos, la mitad de los gastos. La otra mitad, corre por parte de las aseguradoras.

El progresivo envejecimiento de la población o el fenómeno de la inmigración hacen que la afiliación al Medicare y el Medicaid haya crecido en los últimos años. Por todo ello, el país destina ya alrededor del 16% de su PIB a la salud, y las pólizas que deben pagar los clientes son cada vez más elevadas. Una familia puede llegar a pagar más de 13.000 dólares anuales por el seguro en los estados más caros.

• La “guerra” desencadenada por la reforma:

El “pastel sanitario” de los planes privados se lo reparten entre algo menos de 50 empresas, entre las que destacan las populares Humana o United Health. Algunas, como MetLife, al ver peligrar el negocio se han aliado con tabacaleras, familias influyentes y conservadores para atacar la reforma sanitaria del gobierno. Ambos bandos, se encuentran enzarzados en una guerra en la que ya han gastado millones de dólares en campañas publicitarias.

“Obama defiende el aborto para todos”, “Obama quiere racionar la atención médica a los discapacitados”, “Obama quiere instaurar comités que asesoran a la gente sobre la eutanasia”. En los últimos mítines que Obama ha dado por todo el país, se ha oído casi de todo en boca de espontáneos que han insultado y gritado a los políticos. Disparates, mitos y barbaridades que los oponentes a los planes de la administración Obama han usado a lo largo del verano.

Desde algunos medios conservadores, como el programa de radio de Rush Limbaugh, se lanzan consignas de esa guisa contra la nueva sanidad que planea el gobierno. Y un sector de la población, quizás por desconocimiento, quizás simplemente por temor al cambio, sigue empeñado en creer que la reforma sanitaria es igual a aborto libre, comités de la muerte en los hospitales y odio al discapacitado. Mientras, aparecen por la calle carteles del presidente pintado con el bigote de Hitler o con los labios de The Joker, el malo de la peli de Batman.

El odio, el rencor e incluso el racismo, florecen por desgracia estos días entre algunos sectores. No hay más que escuchar conversaciones de portal, metro o supermercado. “No quiero pagar con mis impuestos la sanidad de todos los musulmanes” o “en este país se cubre la atención de urgencias de todo el mundo, pero de ahí a costear toda la atención médica de personas que ni siquiera pagan impuestos…” son frases que se oyen de bocas anónimas en las calles de Nueva York. Los republicanos han llegado a decir, incluso, que los planes de reforma pueden llegar a ser “el Waterloo de Obama”, en palabras del senador Jim de Mint. El presidente ha intentado, incluso, usar la figura de Ted Kennedy, defensor de la reforma, para lograr el consenso con los demócratas. Pero ni por esas.

Lo cierto es que no lo tiene nada fácil, pero como dijo en un artículo de opinión que publicó hace algunos días en el New York Times: “frente a todas esas tácticas de miedo que vemos, lo verdaderamente arriesgado, lo que de verdad asusta, es la posibilidad de no hacer nada”. Y Obama está dispuesto ha hacer algo. El modelo que propone, pasa por reducir costes rompiendo el dominio de las aseguradoras y creando una alternativa gubernamental. Un nuevo sistema en el que público y privado, en lugar de ser antónimos, sean complementarios y coexistan. Mientras, cada día, 14.000 americanos que no conocen de tintes políticos, pierden su seguro. ¿Será verdad, esta vez, eso del “Yes we can”?