Reflexión para un fútbol l(impío)

Los chavales de The Spoiler, con la parabólica humeando,  se han zambullido sin reparo en la ignota y muy infrafutbolera liga Noruega y han encontrado un interesante vídeo en el que dos jugadores bosnios, Admir Rascic y Fenan Salcinovicran reciben la inesperada caricia de su compañero Espen Nystuen mientras festejan el gol recientemente conseguido rezando hacia La Meca.

Tolerancia cero a la payasada

El momento es impagable. Comprendo que ser pseudo-sodomizado por el gracioso de la empresa justo a la hora del culto no es agradable y me hago cargo de que cualquier musulmán pueda sentirse ofendido por la broma, pero celebro enormemente la hora en que ha aparecido en el circo futbolero esta especie de vigilante de las celebraciones. Pero aun sería más feliz si a cada futbolista falto (perdón por la redundancia) que da en adornar su tanto con la cucamona de turno se le apareciese un noruego con animo aguafiestas. No se si Platini habrá tenido acceso al documento pero haría bien, mientras cavila sobre balones inteligentes y trencillas adicionales, en plantear la introducción de la figura en el circo futbolero cuanto antes.

Seguro que entonces cesaría, al fin, una de las modas más molestas del fútbol moderno, la de la verbena post-gol: manía que alcanza su forma irritante por antonomasia cuando el artista además de ocurrente es de lo más devoto. Sabemos que para estas personas, cosas de la omnipotencia, no es necesario llevar a cabo el pertinente rezo en la mezquita, sinagoga, basílica o loft cienciólogo de turno pero ¿alguien se imagina a ese administrativo pío español, que trabaja en una sucursal bancaria de Soria, recibir en perfecta genuflexión el primer mail de la jornada? Como la respuesta lógica es un no rotundo habría que plantearse cuánto hay de reverencia y cuánto de marketing en los ibelongtojesus y demás estallidos repentinos de fe en el césped. Yo creo que, como lo del famoso besuqueo al escudo, no es oro todo lo que reluce. Por ello, reitero mi petición a la UEFA para el establecimiento del vikingo retozón. Para que sucesos tan luctuosos como este desaparezcan para siempre del fútbol.