David Carradine, el yankee que sentó a Bruce Lee en el banquillo

Parece que corren malos tiempos. Días de vacío y desesperanza que se enroscan con fuerza al cuello de aquellos que han perdido toda ilusión de pelear por su pellejo. Apenas hace una semana que se ahorcó la actriz Lucy Gordon, y ya tenemos a otro seguidor de la suerte de la cuerda reuniéndose con el Hacedor. En este caso se trata de David Carradine, el mítico protagonista de Kung Fu.

Sucedió en un hotel de Bangkok, donde se encontraba rodando la película Stretch, que dirige el francés Charles de Meaux. Allí, en la propia habitación del actor, su cuerpo fue hallado por una de las camareras colgado dentro del armario con el cordón de una cortina. Su agente personal, Chuck Binder, dice que no es lo que parece, y que se debe a causas naturales. Es posible, cosas más raras se han visto –como la leyenda urbana sobre la muerte del cantante de INXS, Michael Hutchence-, pero cuesta un poco creer que los armarios de los hoteles constituyan ahora un punto negro dentro del itinerario de los accidentes domésticos, por encima de desnucarse en la bañera o diñarla electrocutado al arreglar una thermomix de cables pelados.

El hecho es que el séptimo arte pierde uno de esos actores de serie B que el papel de malo lo bordaba que ni pintado, al igual que su hermano Keith, y el de bueno pues no sé, a mi nunca me terminó de convencer. Nacido en Hollywood en 1936, hijo del también actor John Carradine, asiduo en los films de John Ford, y hermanastro del ya mencionado Keith y del también actor Robert Carradine. Debutó en 1964 con el western Taggart, pero fue su papel de Ese pedaasooo de monje que va por el oesteee el que le encasilló en el personaje de experto en artes marciales, que luego repetiría en títulos como McQuade Lobo solitario o El Círculo de hierro. Lo más curioso es que David era neófito en estas lides antes de su trabajo en Kung fu, pero está visto que es ponerse... Años más tarde repetiría el rol de maestro-filósofo-reparte galletas, interpretando y produciendo Kung Fu: La leyenda continúa, que se desarrollada en la actualidad, y sin mucho éxito por cierto, quizá porque estamos más en época de realities shows que de historietas de monjes pelones. Que se lo digan sino a Osel, el niño lama granadino, que con 18 años les dijo que se iba a por gomina, y por aquí anda convertido en agnóstico y rajando de todo tipo de arroces.

 Kung Fu

Cierto es que Carradine también ha hecho algunas películas bastante decentes como Boxcar Bertha (M. Scorsesse, 1972), El huevo de la serpiente (I. Bergman, 1977), incluso en la aventura hollywoodense, de José Luis Borau, en 1984, titulada Río abajo. En los últimos tiempos las nuevas generaciones lo conocieron gracias a su papel de Bill en la peli de Quentin Tarantino Kill Bill, junto a la actriz Uma Thurman, o como el peculiar sensei de Rob Schneider en El Gran Stan, que si llega a saber el maestro Po en lo que se convertiría su pupilo, de rapaciño le hubiera apuntado a informática o a inglés en lugar de a judo.

Kill Bill, escena eliminada

En estos días su biografía será repasada y expuesta a los lectores hasta la saciedad, y nos revelerán numerosos datos que desconocemos, como que además de actor era músico, escritor, compositor, escultor, profesor de kung fu, etc. Incluso que ha muerto justo el día en que se estrenaba en España, en Fox, la serie Mental, dando vida a uno de los pacientes del psiquiatra Jack Gallagher, que lo tiene que tratar porque el bueno de Carradine ejerce de filósofo al que se ha ido la pinza.

Quizá lo que muchos no saben es que el papel que le lanzó al estrellato, el de Kwai Chang Caine, también llamado Pequeño Saltamontes por su maestro ciego Po, se lo ofrecieron primero a Bruce Lee. Y lo mejor de todo, al poco tiempo le dijeron a Bruce que nones porque tenía demasiada cara de chino, para hacer de chino... Chúpate esa, pensaría el mito de las artes marciales al salir de la productora, haciéndole pagar el pato a un grueso roble de seiscientos años que convirtió en palillos para las olivillas (licencia del autor, pero ganas seguro que no le faltaron). Gracias a esta famosa serie, los principios de la filosofía oriental se empezaron a poner de moda en occidente como símbolo de crecimiento interior y pacifismo, a pesar de las hostias que repartía el amigo Kwai Chang cuando se pasaban los malos, que una cosa era ser maestro Shaolín y otra convertirse el tonto de la serie.