Días sin mención

Nuestra rutina es más dañina de lo que parece. Comprar pescado, hablar por el móvil o leer el periódico puede implicar mucho más.

La perca que se vende en supermercados como Mercadona tiene detrás una gran industria que saquea Tanzania

Hoy no es un día especial ni se merece ninguna gran mención. Sales, como ayer, a comprar la comida. Te apetece pescado. Por el camino, te llama tu madre: “llévate perca, que está más barata” –te comenta. Llegas a Mercadona y compruebas que es cierto. Al salir, compras un periódico. Comienza el Festival de Cannes. Camps imputado. Israel mata a doscientos palestinos.

Este podría ser un día cualquiera en el que nuestras rutinas pasan desapercibidas de nuestros propios análisis. Muchas veces compramos productos sin saber muy bien de dónde proceden; leemos noticias sin llegar a dilucidar las causas o las motivaciones de lo que nos cuentan. Un tímido cartel en la sección de pescadería del supermercado con la indicación de que un pescado procede de Tanzania puede implicar más de lo que una espera. El comercio de la perca en Tanzania es, de hecho, el causante del mayor desastre ecológico y social producido –promovido– en este país. Las empresas europeas han monopolizado la industria de la perca. La mayor parte de la población de Tanzania está empleada en dicha industria por un sueldo que a veces se reduce a poder consumir los desperdicios y las espinas que resisten la industria procesadora. Situación que se agrava si añadimos que la perca es, gracias a un funcionario colonial que en los años 50 pobló el lago Victoria con esta especie depredadora, el único pescado que podría servir de alimento a los tanzanos. En pocos años, la perca se ha multiplicado provocando la extinción de más de doscientas especies de pescados. Hubert Sauper, en su documental La pesadilla de Darwin, alerta de un hecho todavía mucho más escalofriante. Los aviones que salen hacia Europa cargados con el pescado fresco que los tanzanos limpian, llegan a las tierras africanas cargados de armamento con el que alimentar a los señores de la guerra. Tiene su lógica: ellos –utilizando la distinción de “nosotros y los otros” de Todorov– son incivilizados, además de muchos. Si se matan entre ellos es porque son bárbaros, es un problema local con el que los europeos no tenemos nada que ver siempre y cuando los africanos vivan en un país democrático, es decir, que permita el libre comercio y el expolio de los recursos naturales de sus tierras. Por eso, hoy, que no es un día especial ni digno de mención, puedes comprar perca a buen precio sin tener que saber las crudas consecuencias de que esta industria siga rodando gracias a ti. A ti, y a las empresas que lo patrocinan. Como Mercadona, una cadena de supermercados dirigida por el archimillonario Juan Roig, quien, casualmente, ha sido acusado por la CNT (Confederación Nacional de los Trabajadores) de no respetar los derechos laborales de empleados y empleadas, que han sido objeto de amenazas y acosos.

Desgraciadamente, comprar perca en Mercadona no será un hecho aislado hoy. Ni único. Nuestra rutina se compone de comportamientos asimilados y mecanizados. De hecho, el móvil por el cual has podido comunicarte con tu madre está hecho de un material cuya extracción provoca en África innumerables muertes. El coltán, declarado por EE. UU. como “mineral estratégico”, es el causante de que desde 1998 la República Democrática del Congo, donde se encuentran el 80% de las reservas de este mineral, se encuentre en guerra con Ruanda y Uganda. Estos dos países ocupan ilegalmente parte del territorio congoleño auspiciados por empresarios occidentales aunados con el Ejército Patriótico Ruandés (APR) mediante empresas mixtas. Han muerto más de dos millones de personas. Los congoleños y congoleñas, a parte de recibir el sueldo que no sobrepasa el de la subsistencia, trabajan en términos de semiesclavitud. Este esquema de “trabajo” podríamos repetirlo con la extracción de diamantes, también en territorios africanos, o con la recogida de café o la industria del plátano en América Latina.

A todo ello puedes sumarle la extraordinaria selección que el periódico que lees hace de los hechos que son “noticiables” y los que no. Un reportaje sobre el bochornoso e incesante comercio de la perca en Tanzania y la implicación de empresas y ciudadanos europeos no suele ocupar las portadas de los periódicos generalistas. Ni las violaciones a los derechos de trabajadoras y trabajadores porque, ¿qué son unas amenazas entre tantos y tantos millones? Tampoco suele ser noticia que el brazo práctico de la ciencia –la tecnología– sólo puede sobrevivir gracias a la corrupción y las guerras en los países donde se extrae el coltán. No si las agencias no escriben algo sobre ello. Y aún así, no se pedirán explicaciones a nadie. Por eso, nuestros días vulgares y sin mención son, posiblemente, los que más daño hacen.