El mañana de los deportistas de élite

El futuro, esa porción de la línea temporal que está aún por suceder, normalmente calculada o especulada a partir de datos de un instante concreto, que suele ser lo que conocemos por presente, en efímeras profesiones como la vida deportiva es un tema que suele preocupar a sus protagonistas. Ayer se retiró el jugador del Sevilla Javi Navarro, y hace poco Raúl reconoció que le quedan unos dos o tres años de fútbol y que entonces empezará a plantearse su futuro. Es un tipo serio y coherente, y no creo que tenga problemas para desenvolverse en él; sin embargo, numerosos ex deportistas no han tenido tan claro el camino a seguir y pagaron en sus propias carnes el peaje del destino, otros, afortunadamente, supieron reciclarse y encarrilar una nueva y fructífera carrera.

Maradona y Julio Alberto, diciendo "No" a las drogas

En Francia por lo visto es muy común que a los jugadores de Rugby retirados sus clubs les monten un bar para que salgan adelante. El negocio suele frecuentarse entonces por las nuevas generaciones de jugadores, las antiguas y la afición, y así el ex deportista puede salir adelante en su nueva época de civil. Siempre que no dé garrafón, claro.

En cambio en España los clubs no suelen preocuparse de sus ex empleados, salvo para crear cargos importantes destinados a las leyendas de la casa. Es cuando los deportistas, acostumbrados a un peculiar modo de vida, se tienen que enfrentar a un mundo hostil y para ellos desconocido, donde los flashes y su aureola mítica se desvanecen en el aire, convirtiéndose desde ese momento en seres anónimos y con un futuro incierto.

Muchos son los que no supieron adaptarse, como Jesús Rollán, portero de la selección española de waterpolo, al que la conjunción de problemas tras su retirada como el divorcio de su mujer y las dificultades para ver a su hija le hizo llegar a las drogas y acabar sus días en el centro especializado donde se hallaba internado –pagado eso sí, por el Comité Olímpico español-, cayendo desde su terraza en 2006. Algo parecido les ocurrió también al Chava Jiménez, ex cliclista del Ibanesto.com que abandonó la bicicleta debido a una profunda depresión que al final, junto con la droga, terminaría con él en 2003; al boxeador vasco Urtáin, que tras dejar el cuadrilátero montó un restaurante que acumuló deudas millonarias, recibió una orden de desahucio en el piso alquilado en que vivía condenado a la soledad, y puso fin a su vida saltando desde el décimo piso donde se lamentaba de su suerte.

Poli Díaz llevaba un camino parecido, pero parece ser que lo ha encarrilado. El paso de la fama al olvido le llevó al mundo de la droga –famoso es la imagen en el poblado de La Rosilla alquilando una tienda de campaña a yonquis-, al de actor porno, en incluso a salir en una de las pelis de Torrente. A día de hoy parece que se ha rehabilitado y se gana el jornal de paletilla, esperemos que la crisis del sector no le haga volver a las andadas.

Rehabilitados también parece que están Julio Alberto, ex jugador del Barça cuyo gol contra la Juventus dio a su equipo el pase a semifinales en la Copa de Europa de 1986, que tras su paso por el mundo farlopero, depresión e intentos de suicidio ahora parece que su ex club se ha acordado de él y actualmente ejerce de director del FCB Escola. De su ex compañero Maradona, poco puedo decir que no se sepa, de sus idas y venidas a modo de Guadiana con las drogas, aumentos y disminuciones de peso, pero ahí está el tío, que con él no puede ni el ácido.

Los deportistas extranjeros tampoco se quedan atrás. Sirvan de ejemplo el conflictivo y pendenciero boxeador Mike Tyson, el fantástico y borrachín golfista John Daly quien reconoce que, cual Frank Sinatra o Humphrey Bogart, se casca una botella de whisky al día, acabando doblado la mayoría de las veces. Más trágico es el caso del cliclista Marco Pantani, también muerto por la droga o el de la atleta Florence Griffith, eterna sospechosa de dopaje. Para terminar con los extranjeros hablaré de un caso de lo más cinematográfico posible. Se trata de la ojeriza de la patinadora americana Tonya Harding por su rival en la pista Nancy Kerrigan, un bomboncito que en lugar de endulzar le amargaba la vida. Hasta que a su marido se le ocurrió contratar a un matón para que le diera un poco de jarabe a la niña. Tras terminar un entrenamiento, Kerrigan sufrió un brutal ataque con una barra de hierro que le dejó la rodilla más inflada y dolorida que con puñetazo tipo apisonadora de los de Bud Spencer. Los chillidos de la víctima no pararon hasta que cogieron a los culpables, descubriéndose que estaba en el ajo su amiga Tonya Harding.

El tiempo puso después a cada una en su sitio. Como en los finales de los cuentos, Kerrigan ganó un mes después las Olimpiadas de Lillehammer (para el que las conozca...) y puso fin a su etapa de patinadora. Ahora vive feliz en Massachussets y tiene tres churrumbeles y ejerce de americana guay. En cambio, la malvada y rencorosilla Harding se ha puesto más fuerte que el vinagre, labrándose una corta carrera de boxeadora con seis combates en su haber, sin olvidar que la Federación Americana de Patinaje Artístico la nombró persona non grata, sale en un vídeo porno que circula por la red, fingió un secuestro, le zurró a su boyfriend tras pegarle al vaso una noche            –acojonaíto estaría el mozo con las hechuras su novia-, y lo último a destacar fue que tuvo que ser atendida por los de la bata blanca en 2007 tras sufrir un ataque de pánico en el que decía que le atacaban unos hombres malos. De libro...

Ataque a Nancy Kerrigan

Pero no todos los deportistas de élite acaban mal, así que para terminar daremos los ejemplos de gente que se recicló en otras profesiones como en la televisión: Romay, Iturriaga, Coral Bistuer con su Cinturón Negro que presentaba en Antena 3, y últimamente los hermanos Salinas, con Julio en plan Fred Astaire vasco, y su hermano Paxti en Supervivientes. Otros ejercieron las profesiones que habían estudiado, como los médicos Alfonso del Corral, en el Real Madrid, o Juan Antonio Corbalán, cardiólogo en el hospital Virgen de la Paloma. Y hay quienes montaron academias deportivas como Emilio Sánchez Vicario o Nacho Solozábal, y muchos otros nutren o han nutrido los programas deportivos con su labor de comentaristas como José María Bakero, Míchel, Julio Salinas, Butragueño, Rincón, y un largo etc, cuando no se convierten en entrenadores como el mencionado Míchel, Abel Resino, Víctor Muñoz o Hugo Sánchez.