El humor de Xavi Castillo

El inimitable actor Xavi Castillo vuelve a sacar su colección de disfraces para analizar con su particular visión de las cosas la crisis ecológica y los últimos avatares de la realidad social valenciana en su espectáculo “Canvi Climàtic Circus”.

Como en otras ocasiones, el show de la compañía Pot de Plom dirigido e interpretado por Castillo sumió al público en una carcajada que se perpetuó desde el inicio hasta el final de la actuación. El actor se ha convertido en un personaje imprescindible en los escenarios valencianos.

Xavi Castillo denuncia en tono apocalíptico los efectos del cambio climático en la piel de un oso polar, un iceberg e incluso la primavera. De la conjunción del plano ecológico y el político surgen escenas tan delirantes como la pugna entre un iceberg y la alcaldesa Rita Barberà en las proximidades de la America’s cup. El papa Benedicto XVI también ha entrado en el elenco de personajes parodiados, junto a los ya clásicos Fabra, Rajoy y compañía. El actor alcoyano se ha atrevido con el pontífice a pesar de que la polémica originada a raíz de su imitación del papa Juan Pablo II en una obra anterior le costó el veto en el teatro de Xàtiva por órdenes del alcalde Alfonso Rus. También sufrió la censura el cartel de un show que contenía una caricatura de otro asiduo en sus imitaciones, Eduardo Zaplana. Por ahora con “Canvi Climàtic Circus” nadie ha impedido que el actor no deje títere con cabeza.

El humor de Xavi Castillo es políticamente incorrecto, gamberro, escatológico y en ocasiones subido de tono. Su rasgo distintivo es la configuración de un discurso que apela a las costumbres populares valencianas. A buen seguro que sus comentarios desvergonzados sonrojarán a los espectadores más sensibles y a aquellos que busquen en el cómico el llamado “humor inteligente”. El actor crea a lo largo del espectáculo una sátira política esperpéntica, que por desgracia no se encuentra tan alejada de su versión en la realidad. La indignación política se canaliza aquí en carcajadas.

Al actor no se le puede negar un mérito: la intensidad, el ritmo de la obra y la complicidad con el público no se rompe en ningún momento durante las dos horas de actuación. Con el añadido que entraña la complejidad de desenvolverse en solitario en el escenario, cambiando de forma frenética de personaje y vestuario. Se requieren grandes dotes de improvisación y a él no le faltan. Es un actor que se crece en el directo y un cómico que ha sabido crear un estilo propio con gran éxito.